En el Boletín Oficial de este martes se publicó una resolución del Ministerio de Agroindustria que hizo correr un sudor frío por la espalda de muchos actores del agronegocio. Es que, como en los viejos tiempos, congeló por 24 horas las Declaraciones Juradas de Exportación (DJVE) para todos los productos del complejo sojero, para evitar maniobras frente a un inminente cambio del esquema de retenciones.
Esta modificación se confirmó el miércoles. El Decreto 757/2018 estableció la nueva estructura arancelaria para los derivados de la soja. Se trata de una modificación parcial, y que regirá hasta el 28 de febrero de 2019.
La idea del Gobierno, que está urgido en que le ingrese dinero fresco, fue congelar en el actual 23% las retenciones a los principales subproductos de la molienda de soja (la harina y el aceite), mientras mantiene sin cambios el cronograma de reducción de las retenciones sobre el poroto (que actualmente están en 26%). De ese modo, ambas alícuotas confluirán en 23% a fines de febrero.
Así las cosas, el Ejecutivo se apropiará de la recaudación de 3 puntos de retenciones a la mayor parte de los embarques sojeros argentinos (los pellets de soja son la principal exportación del país) durante un lapso de seis meses. A partir de entonces todo quedará en 23% y reduciéndose, como prometió Mauricio Macri a los dirigentes del agro.
De ese modo, según argumentaron los funcionarios del Palacio de Hacienda, el impacto fiscal de la medida recaería sobre la industria aceitera y no sobre los productores. Y Macri finalmente no alteraría la promesa que les hizo a los dirigentes de la Mesa de Enlace, a quienes juró y perjuró que su decisión era no alterar el cronograma de reducción de las retenciones a la soja, que se inició a fin de año en 30%, debería concluir 2018 en un 26% y cerraría a fines de 2019 en el 24%.
¿Cómo sería la fórmula del Gobienro? Se optaría por una “tarifa plana” que nivelaría las retenciones en el actual 26% que tributa el poroto, eliminando de ese modo el histórico diferencial cambiario que existía entre el grano y los subproductos de la molinenda, el aceite y los pellets de soja. Como esos son los productos que más exporta la Argentina, el gobierno podría recaudar el dinero que necesita, supuestamente sin perjudicar al productor, que seguiría tributando el actual 26% correspondiente a agosto.
El “supuestamente” no es una palabra vana. Es que habrá que ver la evolución de los precios de la soja en el mercado local (donde se expresa el descuento de retenciones que pagan los exportadores) para determinar con claridad sin finalmente el productor no sale perjudicado por estos retoques, ya que podría suceder que la industria les haga un descuento mayor sobre le valor internacional del poroto.
El diferencial de retenciones a favor de la industria aceitera está vigente desde la eliminación de retenciones dispuesta por el gobienro menemista en 1991. Solo se mantuvo un tributo del 3,5% (luego se redujo a tres puntos) que penalizaba las exportaciones de aceite y harina de soja (además de los productos del complejo girasol), a fin de abaratar el costo de la materia prima para esa industria procesadora, fomentando el agregado de valor en el país.