Hace varios años, cuando Mauricio Macri era presidente, el analista del mercado de granos Enrique Erize inmortalizó la frase: Dios es peronista. Lo hizo para graficar cómo el comportamiento del mercado agrícola expresó mejores precios durante los gobiernos de Néstor, Cristina y Alberto, que así se vieron beneficiados por un mayor ingreso de dólares y un incremento en la recaudación por derechos de exportación.
En cambio, en la gestión de Macri los precios cayeron y de forma significativa. En este sentido a Milei no le toca bailar con la más linda, pero al menos la cosecha este año tendrá un volumen razonable.
El kirchnerismo, una versión moderna del peronismo, fue el gran inventor del concepto “la mesa de los argentinos”. Decían defender a capa y espada el acceso a la comida de la población y sobre todo de las personas de menores recursos.
El sector de ganados y carnes fue uno de los sectores que más sufrió las intervenciones en los mercados e incluso algunos empresarios del rubro fueron amenazados a punta de pistola por el ex secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, para que no suban los precios. Eso sin contar las múltiples intervenciones en las exportaciones y mercados formadores de precios.
Aquella defensa de “la mesa de los argentinos” tiene una versión mejorada en la gestión de Javier Milei, que no tuvo que amenazar a nadie para que se deje de exportar cortes vacunos ni escandalizar con medidas intervencionistas a los liberales de siempre.
Lo cierto es que en pleno gobierno “libertario” el mercado interno de carne vacuna quedó muy bien atendido, ya que para muchos empresarios es más negocio vender aquí que al extranjero, y eso a pesar de los altos precios internacionales. Pero pocos se quejan, y si lo lo hacen es sin levantar mucho la perdiz, en parte por miedo al pasado y en parte para no reconocer que la cosa no anda bien con un gobierno apoyado por esos sectores de la economía y la sociedad.
Con sólo mantener algunos impuestos y retrasar el valor del dólar respecto de la inflación no sólo se garantizó que se achicarán lasexportaciones de carne y se vendiera más en el mercado interno sino, además, que comenzara a entrar mercadería de todo tipo de alimentos (incluyendo carne vacuna), en un país que se jactó históricamente de ser mundialmente competitivo en ese rubro.
Hay tres ejemplos categóricos.
Las exportaciones de carne vacuna este año viene cayendo un 25%. La faena de las empresas del rubro se redujo 10%, según datos del Consorcio ABC. Y al mismo tiempo los supermercados comienzan a traer cortes desde Brasil.
Algunos dicen que eso es lo normal, que es lo que pasa en cualquier país del mundo. Ponen de ejemplo a Uruguay, donde las colitas de cuadril son de origen brasileño. Eso es real, pero es consecuencia de la libertad comercial que también facilita la exportación. En Uruguay hay carne de vaca de otros orígenes porque pueden exportar todo lo que quieren, ya que tienen competitividad, lo que Argentina aún no logró.
Como el valor del dólar aumenta menos que la inflación Argentina tiene inflación en dólares y se vuelve un mercado apetecible para los exportadores de países vecinos en el caso de los alimentos y de más lejos para otros rubros. Mientras, las exportaciones caen a pesar de los altos precios mundiales. La Cuota Hilton cale 18.000 dólares la tonelada, la carne que va a Estados Unidos vale 9.500 dólares por tonelada, el doble que hace un par de años. Al mismo tiempo China mejoró sus precios.
A la industria no le alcanza por los altos costos internos y porque hay retenciones de 6,75% a los cortes de novillos. Entonces se aprovecha la venta en el mercado interno que -medida en dólares- paga muy bien. Por eso el consumo de carne llega estas semanas a casi 50 kilos por persona.
Por eso mismo comenzó a importante carne vacuna, algo impensado hace años. En estos primeros meses del año esas compras sumaron 1.500 toneladas promedios en los últimos meses. Es casi nada en función de lo que se produce, pero es una síntoma que ejemplifica lo que sucede.
En el caso del sector avícola pasa lo mismo. Las exportaciones a China vienen a buen ritmo, dicen en el sector, pero a otros destinos se complica por la cuestión cambiaria. Por otra parte, venían creciendo las importaciones desde Brasil. Según dijeron empresarios del sector hasta que se apareció la influenza aviar el ingreso de carne equivalía al 10% de la producción local de pechugas y varios analizaban bajar la producción para transformarse en importadores.
En el sector porcino la situación es mucho más conocida. Entran 4.000/5.000 toneladas de cortes (especialmente bondiola) al mes frente a una producción anual de 250.000 toneladas. Es decir que la importación cubrirá cerca del 25%. Encima esa carne se produce con promotores de crecimiento que mejoran la conversión de alimento balanceado en carne. Como si encima necesitaran ayuda nosotros los favorecemos con un dólar barato.
Con la lechería pasa algo similar. Aparecen en las góndolas de los supermercados productos de Conaprole, la Cooperativa Nacional de Productores de Leche de Uruguay. Pero lo llamativo es que caen las exportaciones locales de lácteos un 8% en los primeros cuatro meses a pesar de que los precios internacionales aumentaron 15% y de que este sector ya no sufre retenciones de ningún tipo.
Lo que hacen las empresas es volcar más productos al mercado interno porque simplemente les conviene más.
Así lo explicó un reciente informe del Observatorio de la Cadena Láctea Argentina: “los precios internacionales actuales, muy competitivos por cierto, generan un poder de compra de leche al productor, igual al precio actual de la misma y tienen un resultado económico para las industrias inferiores al que obtienen de cualquier destino doméstico”, refleja.
Esa recomposición de la demanda interna tiene que ver con otro indicador cuya defensa siempre fue declamada por el kirchnerismo: el poder de compra del salario. Esa bandera también fue recogida por Milei, que la sostiene firme, a juzgar por las estadísticas, aunque no necesariamente es lo que sienten los ciudadanos.
Según un reciente informe de Coninagro, elaborado por David Miazzo, los salarios reales aumentaron más que la inflación y mucho más que los alimentos y que los precios que cobran los productores. “Los salarios tuvieron una mejora interanual del 93%, superando ampliamente la inflación del mismo período, que fue del 56%”.
Eso es posible en gran medida porque los precios de los alimentos están atrasados en pesos y ese retraso tiene que ver con el castigo que tuvo la demanda local en el primer año de la gestión Milei.
El informe de Coninagro explica bien cuánto rinde el salario y cómo mejoró su poder de compra respecto de 2024. Sin dudas es lo que todos queremos, que la plata alcance y vivir mejor, al menos sin el estrés de no poder cubrir las necesidades básicas.
Y todo eso parece que lo está haciendo Milei, el más kirchnerista en un país donde algunos dicen que “todos somos peronistas”. Sin intervenciones estridentes que limiten las exportaciones de los alimentos más consumidos: carnes y lácteos, favorecieron las importaciones y además con el retrasó los precios de otros prodsuctos, como el azúcar y los aceites.