Tres años le tomó al Ministerio de Agroindustria completar el trámite de aprobación del primer cultivo transgénico para consumo humano directo del país: una variedad de papa modificada por la empresa Tecnoplant, resistente a un virus de ese cultivo, que había sido mal autorizada en octubre de 2015, cuando Cristina Kirchner se despedía del poder y quería dar señales de la majestuosidad de su gestión.
“Conforme lo establecido por el artículo 1° de la Resolución N° 399 de fecha 1 de octubre de 2015 de la Secretaría de Agricultura, la autorización del evento de papa TIC-AR233-5 se hará efectiva una vez aportada la información complementaria que permita dar por cumplidos todos los criterios técnicos”, dice una resolución publicada hoy en el Boletín Oficial, firmada por el secretario de Alimentos Andrés Murchison, que en los hechos libera por primera vez al mercado un cultivo para el mercado alimenticio de consumo masivo. Ya no se trata de alfalfa, soja, maíz o algodón, que son utilizados como insumos de la industria alimenticia o textil. La papa transgénica se puede comer hervida, frita o como puré. No hay mucho más que hacer.
Ver Características de la primera papa transgénica de la Argentina
La Resolución 65/2018 firmada por Murchison reconoce en los hechos una situación anómala que en su momento contó Bichos de Campo, y que por supuesto los funcionarios negaron hasta ahora. Aquella aprobación de la primera papa transgénica fue irregular y solo para montar un espantoso operativo de prensa política, ya que el Senasa nunca había dado la autorización que le compete por ley a ese producto.
Contaba entonces este cronista sobre el asunto:
Octubre de 2015, días de euforia electoral. Cristina Fernández de Kirchner no podía ser candidata a otra reelección, pero quería terminar su segundo mandato a lo grande. Ya había lanzado un cohete al espacio y había colocado en órbita un par de satélites. Pero algo le faltaba: un transgénico nacional. Para no quedarse con las ganas le ordenó al Ministerio de Agroindustria que apurara la aprobación de tres cultivos modificados que estaban en la gatera.
La primera era una soja tolerante a la sequía desarrollada por la empresa Bioceres, gracias a las investigaciones de la doctora Raquel Chan (foto), de la Universidad del Litoral. Esa soja está esperando todavía la aprobación comercial de China para ser sembrada, posiblemente en 2019.
La segunda era una papa con resistencia al viruys PVY, que había desarrollado la empresa Tecnoplant del grupo Sidus. En este caso el anuncio de Cristina tenía gran lustre: se trataba del primer OGM para consumo humano directo aprobado en la Argentina, uno de los pocos en el mundo.
Para ese acto, como ya se dijo, la ex presidenta había pedido a las autoridades del ex Ministerio de Agricultura, en ese momento Carlos Casamiquela y su secretario Gabriel Delgado, por un tercer transgénico que no pudo ser de la partida. Lo sacaron del acto a último momento por resistencia del propio sector productivo y a pesar de que se había firmado la autorización correspondiente. Se trataba de una caña de azúcar con resistencia al herbicida glifosato, desarrollada por la Estación Experimental Obispo Colombres de Tucumán. La historia de aquel papelón transgénico está relatada en esta crónica, pero no nos vayamos del eje.
El eje es que el kirchnerismo, en su afán de pasar a la historia sin hacer historia, forzó en aquella ocasión todas las reglamentaciones vigentes en el país para la aprobación de un cultivo genéticamente modificado. La Argentina se ufana de tener una legislación de avanzada en esa materia desde 1992, aunque no han faltado incidentes que demuestren cierta fragilidad, como la fuga de un tabaco transgénico o la misteriosa liberación del Maíz GA21 antes de su aprobación.
En esta ocasión, quedó claro que todo el sistema de aprobación tripartita de los nuevos eventos fue sometido a la más antojadiza de las presiones políticas: Cristina quería sus transgénicos “Nac&pop” y había que dárselos a cualquier precio. Así las cosas, las autoridades de Agroindustria no solo forzaron la aprobación de la caña de azúcar sin el consenso de ese sector sino que también aprobaron de mal modo y a los apurones la papa resistente a virus.
Lo cierto es aquella papa transgénica desarrollada por Tecnoplant nunca contó con el aval del Senasa, una de las tres firmas que de forma obligatoria deben respaldar la liberación comercial de cada nuevo OGM.
La aprobación de esta papa se tomó por Resolución 399 de la Secretaría de Agricultura a cargo de Delgado, fechada el 1 de octubre de 2015, unos pocos días antes del acto de Tecnópólis. En el texto oficial queda muy claro, aunque se lo intente disimular en todo momento, que el Senasa nunca firmó su respectiva autorización a ese evento. Revelan los considerandos que el servicio sanitario oficial apenas envió a Delgado la nota número 485 -fechada el mismo día en que Agricultura emitió la Resolución- en la que “se considera factible avanzar en el proceso de autorización del evento de papa SY233, sujeto a que la empresa desarrolladora complete la información necesaria a efectos de dar por cumplidos todos los criterios establecidos en la resolución Senasa 412/2002”.
No hay que ser muy avispado para suponer lo que sucedió: ante la presión política que venía de las máximas autoridades del país, el Senasa envió una nota diciendo que era procedente el trámite. Pero jamás se expidió ni realizó una aprobación formal de ese transgénico. Es lo que acaba de hacer la nueva resolución de Agroindustria, tres años después.
“El SENASA se ha expedido mediante su Documento de Decisión, obrante bajo el Informe Gráfico N° IF-2018-32384688-APN-DCA#SENASA, comunicado por la Nota Nº NO-2018-33450314-APN-PRES#SENASA de fecha 13 de julio de 2018, siendo ambos instrumentos parte integrante de estas actuaciones”, dice la resolución firmada por Murchison. Ahora sí, tres años después, la papa transgénica quedó bien habilitada.
El problema, tal como contamos aquella vez, es que ya hay gente que ha comido aquella papa transgénica que nunca estuvo bien habilitada y solo se utilizó para la marquesina política. Deberíamos ver qué sucedió con la salud del ex secretario de Agricultura, Gabriel Delgado, para saber si finalmente el consumo de esa papa será seguro para el resto de los argentinos. Sin quererlo, el ex funcionario se transformó en un generoso conejillo de indias.
Sucede que con esa a los pocos días de aquel anuncio de Cristina, se organizó en la sede del Inta Castelar la “Semana de la Agricultura”. Y dos de los protagonistas del programa gastronómico de la TV Pública prepararon papas fritas utilizando la bendita papa transgénica aprobada sin todos los papeles en regla. Las frieron en un aceite de soja alto oleico y lucían tentadoras. Delgado fue el primero en probarlas. El que había firmado la resolución correspondiente sin el aval del Senasa, formó parte de aquel suceso histórico.
“Hácese efectiva la autorización de la comercialización de la semilla, y de los productos y subproductos derivados de ésta, provenientes del evento de papa TIC-AR233-5, solicitada por la firma Tecnoplant”, dice ahora la resolución que viene a corregir ahora otra de las tropelías de un grupo de personas que se pueden hacer papas fritas con las regulaciones del Estado.
Ahora sí, a disfrutar de la papa resistente a virus, con mostaza o mayonesa.