Las empresas petroleras y mineras consiguieron mejores condiciones para acceder al mercado cambiario en un contexto económico turbulento. Pero los productores agrícolas, a pesar de ser los mayores generadores de divisas, siguen recibiendo pesos depreciados por su esfuerzo.
En ese marco, no es extraño que en los últimos tiempos se haya desacelerado el ritmo de comercialización de soja, dado que el producto es empleado como “reserva de valor” por buena parte de los empresarios agrícolas argentinos.
En el Banco Central (BCRA) están muy al tanto del fenómeno porque, a pesar de que el agro generó en el primer semestre del año un volumen récord histórico de divisas, las distorsiones brutales promovidas por el cepo cambiario hicieron que la mayor parte de los dólares se evaporaran (gracias, en buena medida, a una legión de importadores que buscan traer cualquier cosa del exterior con tal de acceder a dólares al tipo de cambio oficial, porque, con una brecha tan grande, el negocio no es la importación sino acceder a los dólares a “precios cuidados”).
“Está habiendo una mayor liquidación por la cosecha de trigo y de maíz, por los precios que se pagan por estos productos, pero, midiendo en toneladas exportadas, hay un retraso equivalente a 2500 millones de dólares en soja”, dijo hoy el presidente del BCRA, Miguel Pesce, en declaraciones realizadas a AM750.
“Vamos a buscar mecanismos para que ver si los productores encuentran una vía que les sea conveniente para liquidar sus tenencias ( de soja)”, añadió el titular del BCRA sin especificar cuáles serían tales mecanismos.
Al 8 de junio pasado, los productores –según los últimos datos oficiales– habían vendido 17,9 millones de toneladas de soja 2021/22, una cifra que representa un 41,1% de la cosecha estimada, mientras que en la misma fecha de 2021 esa proporción era del 47,3%.
Más allá de cuál termine siendo el eventual incentivo para acelerar las ventas de soja (¿un cupón para el sorteo de un tractor? ¿un termo irrompible? ¿un vale para cargar gasoil sin cupos?), lo cierto es que el problema del déficit crónico de divisas seguirá persistiendo porque el origen del mismo no es la falta de dólares (que de hecho abundan) sino el exceso de negocios espurios promovidos por el cepo cambiario.