“Hay una frase a la que adhiero, ´La inteligencia del ser humano radica en su capacidad de adaptación´, porque al vivir en otro país, te convertís en otra persona, es un proceso donde hay que estar dispuesto a desarmarse y rearmarse, pero vale muchísimo la pena”, dice la ingeniera agrónoma tucumana Jéssica Orce, que después de trabajar desde 2013 en citrícolas chicas y grandes de su provincia decidió abrir sus alas y animarse a soñar con un futuro distinto pero aferrada a la profesión. Así llegó a Murcia, España, creó una empresa de control de calidad en frutas y, además, trabaja en la difusión dentro del sector agroalimentario.
Jéssica tiene 36 años (nació en 1988) y trabaja en el campo desde 2013. Además, de su formación de base en agronomía se complementa con un MBA y una especialización en comercio internacional.
En junio se cumplirán cuatro años desde que está en España. Actualmente se está especializando en comunicación agro, pero los comienzos no fueron sencillos. “Mi contacto con el campo viene de mi abuela, una mujer llena de energía y vitalidad que tenía campo en Santiago del Estero criaba animales y cultivaba algodón, eso me llevó a pensar en que quería hacer agronomía, pero cuando se lo dije a mis padres, tenían otra idea para mí”, cuenta Jéssica. No se imaginaban a una mujer en el campo. “Imposible culparlos, otra época”, dice Jessica.
Hoy lidera FruitChain Group. una red internacional de expertos en fruta fresca, especializados en control de calidad, contención de reclamos, incorporación de tecnología y transferencia de conocimientos. Buscan ser socios estratégicos entre los mercados de origen (por ejemplo, Argentina) y Europa.
“Lo que más extraño son momentos con la familia, amigos, celebraciones, la vida se pasa y por más que vuelva esos momentos ya habrán pasado”, lamenta. En una charla apasionante, Jéssica comparte algunos tips que pueden ayudar a otros que estén en su misma situación. Queriendo buscar opciones de trabajo y de vida fuera de Argentina.
-Quiero que me hables, para romper el hielo, de tu abuela, en Santiago del Estero, me dijiste “una mujer rural de aquellas”. ¿Qué te acordás de ella?
-¡Uf… empezamos suave! Cuando pienso en mi abuela, lo primero que se me viene a la mente es su energía y vitalidad. Era una mujer increíblemente fuerte, que vivía sola en un campo a 50 km del pueblo más cercano. Criaba animales y cultivaba algodón, siempre con una resiliencia admirable. Si bien yo era chica y no me enseñó sobre el manejo del campo, su presencia fue una gran enseñanza. Sin proponérselo, me pasó su fortaleza, su capacidad de adaptación y esa manera de vivir conectada con la naturaleza. Un ejemplo de vida en un lugar completamente distinto al que yo conocía.
-¿Qué te acordás de aquellos años y la ruralidad?
-Más que recuerdos puntuales, lo que más me marcó fueron las sensaciones. La libertad de correr por esos campos inmensos, la emoción de descubrir cosas nuevas… Por ejemplo, cuando mi abuela me mandaba a buscar los huevos de sus gallinas, que estaban dispersos por todo el campo. Para mí, era como jugar a las escondidas con los animales e intentar descifrar sus escondites. Aunque hoy estoy en el rubro, la sensación es totalmente distinta. En ese momento era admiración pura por lo que hacía mi abuela, un juego, un descubrimiento todo el tiempo. Ahora es mi profesión, pero esos primeros recuerdos siguen siendo un tesoro.
-Llegó el momento de estudiar, elegiste agronomía. ¿Tenías un plan B? Tus viejos se imaginaban otra cosa para vos, pero te tiró el campo…
-Sí, definitivamente mis padres tenían otra idea para mí. Nuestro único contacto con el campo era con mi abuela en Santiago. Y, además, su realidad económica era muy distinta a lo que uno proyecta con una carrera para su hija. Era un campo pequeño, sin grandes recursos, así que para mis padres no era una opción viable. Todavía me acuerdo del día que le planteé a mi papá la idea. Me miró y me dijo, “¿Agronomía? ¿Mujer? No, hija, imposible que te vaya bien”. ¿Cómo culparlo? Eran otros tiempos y hablaba desde el miedo a verme fracasar. Antes de decidirme, coqueteé con la idea de hacer un profesorado en inglés (porque ya lo estudiaba y me encantaba) o una licenciatura en turismo (porque siempre me interesó lo internacional). Pero cuando me decidí por agronomía, lo tuve clarísimo, esto es lo que quiero hacer.
-¿Cómo te agarró el momento en el que decidiste que te ibas a ir del país a laburar afuera? ¿Qué estabas haciendo y cómo te llegó la propuesta o cómo la buscaste? ¿Y a dónde te fuiste?
-Bendita pandemia. Punto de inflexión para muchos, y mi caso no fue la excepción. Siempre fui curiosa respecto a otras realidades y culturas, pero no me había surgido la idea ni de plantearme irme del país hasta ese momento. Estaba trabajando en una citrícola en Tucumán y, como nos pasó a muchos, la inestabilidad de esos días me hizo replantearme muchas cosas. Me di cuenta de lo efímeros que somos y me dije, ¿por qué no? Me aferré a lo único seguro que tenía, mi profesión. Entonces empecé a buscar oportunidades en lugares donde pudiera seguir desarrollándome. Así apareció Murcia- España. Intenté aplicar a distancia, pero al ver que no estaba en el país, los procesos se ralentizan. Así que decidí venirme y buscar trabajo directamente acá. Me postulé a través de plataformas de empleo y LinkedIn y, gracias a Dios, conseguí rápido.
-¿Qué te llamó la atención de cuando llegaste? Las primeras impresiones… miedos… desafíos…
-Miedos, miles. Pero también un entusiasmo enorme, porque sentía que era el mayor desafío de mi vida hasta ese momento. No voy a negar que al principio tuve mucha angustia, pero con el tiempo la transformé en un pensamiento positivo. Pasase lo que pasase, si me quedaba o si me volvía, iba a ser una experiencia increíble que me iba a dejar muchísimas enseñanzas. Ese cambio de mentalidad me ayudó muchísimo a relajarme. Todo me llamaba la atención. Era mi primera vez en Europa, así que me sentía como un niño en una juguetería. Pero si hay algo que realmente me impactó, y que paradójicamente a lo que más rápido me acostumbré, fue la tranquilidad de caminar por las calles sin miedo.
-¿A qué cosas tuviste que adaptarte en lo laboral y en lo personal?
-A muchísimas. Aunque compartimos el idioma, hay palabras y expresiones completamente distintas. También tuve que adaptarme a sus costumbres, como almorzar a las 14 y seguir picando tapas hasta las 18, o estar sentada bajo el rayo de sol tomando una “quintico” de cerveza, como le dicen acá. Más allá de lo cultural, todo ha sido muy enriquecedor y me ha hecho crecer mucho como persona.
-¿Cómo fue el camino? Porque fuiste haciendo distintas cosas hasta que lograste lo que querías en un comienzo, ser un nexo con el comercio de Argentina.
-Más corto de lo que esperaba. Empecé en una de las mayores comercializadoras de frutas y verduras de la UE, AMC Agricommerce, en el área de calidad. Luego pasé a ser directora de campo en la cooperativa “El Limonar” de Santomera. Estos dos trabajos fueron clave para darme cuenta de la necesidad e importancia del proyecto que tenía en mente desde que llegué. En ese momento, junto a un socio que se sumó cuando le conté mi idea, dimos forma a FruitChain, una empresa de servicios para exportadores de fruta fresca. Nos especializamos en certificaciones de calidad de fruta, contingencias en puertos y navieras, negociaciones con clientes, entre otros servicios. Nos adaptamos a la necesidad del exportador, somos cercanos y eso nos ha permitido crecer.
-¿Cuál es tu tarea específica hoy?
-Actualmente lidero dos proyectos. Por un lado, FruitChain, por supuesto, donde me encargo de la dirección y el desarrollo estratégico. También estoy en AgroMarketing, una empresa española especializada en eventos agroalimentarios, marketing y posicionamiento para empresas del sector, donde acompaño desde el área técnica y de marketing.
-¿Qué te gusta de lo que hacés?
-La diversidad de áreas que abarco y la oportunidad de seguir aprendiendo cada día. Mi día puede empezar con una reunión con el programador para mejorar la experiencia de usuario en la app de FruitChain, seguir con la presentación de un informe de campaña a un exportador, coordinar con un profesor o científico su participación en nuestros eventos de Agromarketing, y terminar debatiendo con una multinacional sobre su estrategia de marketing. Es un desafío constante, pero me apasiona.
-¿Sobre qué temas comunican? ¿Cuáles son los temas centrales para contar y mostrar?
-Comunicamos todo lo que tenga relevancia para el sector agroalimentario. Desde eventos específicos sobre cultivos, hasta temas más transversales como la aplicación de microorganismos en la agricultura, regulaciones en el uso del agua o estrategias de sostenibilidad. Independientemente del tema, nuestro enfoque es técnico pero cercano y disruptivo. Queremos que la información sea rigurosa, pero también accesible y amena. Sabemos que los profesionales del sector tienen un ritmo de trabajo exigente, por eso buscamos que nuestros eventos sean no solo espacios de aprendizaje, sino también de networking y disfrute.
-¿Qué extrañás de Argentina?
-Momentos. Los encuentros con mi familia y amigos, acompañar a mis padres en esta etapa de sus vidas, celebrar los logros de mi hermano, ver crecer a los hijos de mis amigas. Son cosas que, aunque vuelva, ya no voy a poder recuperar. Y esa es la parte más difícil de estar lejos.
-¿Qué no extrañás de Argentina?
-La inseguridad. Poder caminar tranquila, sin miedo, es algo que valoro muchísimo.
-¿El lugar donde estás tiene algún parecido a algún lugar de Argentina? Por geografía, por clima, relieve…
-Es increíblemente parecido a Tucumán, mi provincia. No es casualidad, elegí un lugar donde la citricultura, especialmente el limón, fuera el cultivo de excelencia. Por eso el clima es similar: caluroso, aunque con menos humedad. Murcia también es una zona altamente productiva e industrial, más enfocada en la actividad agrícola que en el turismo. Así que sí, me hace no extrañar tanto.
-¿Qué comidas extrañas?
-Debería decir el asado, ¿no? jaja. Pero soy vegetariana, así que no. Extraño la humita de mi mamá, el dulce de batata con queso que comía con mi papá después de la cena. De nuevo, más que la comida en sí, extraño los momentos que la rodeaban.
-¿Qué comidas incorporaste que antes no tenías en tu dieta cotidiana?
-Pocas, porque acá el consumo de pescado es muy alto y yo no lo como. Pero hay un plato que me encanta y que aprendí a hacer, el gazpacho. Es una sopa fría de tomate, pimiento, pepino y ajo, ideal para los días de calor. Exquisita. Si alguien quiere la receta, la paso sin problema, parece fácil, pero tiene sus trucos.
-¿Qué lugar recomendarías para un argentino que quiera visitar la región o cercanías de donde estás? ¿Hay algún lugar turístico por ahí?
-Dentro de Murcia, sin dudas Cartagena, que está sobre la costa del Mediterráneo. Es una ciudad con una historia impresionante y paisajes hermosos y playas. España es un país pequeño, así que en una hora y media estás en Alicante, con playas increíbles también, y en tres horas en tren, llegás a Madrid. Hay muchísimas opciones para recorrer.
-¿Qué saben de nosotros?
-Que hablamos mucho. jaja. No me había dado cuenta hasta que me lo remarcaron, pero es cierto, los argentinos tenemos una locuacidad importante. Estoy convencida de que es una herramienta que viene con el “paquete de resiliencia” con el que nacemos. Tuvimos que desarrollar nuestra comunicación para salir adelante. Lo que más me sorprendió, sin embargo, es lo que no saben de nosotros. No tienen dimensión de lo difícil que la estuvimos pasando en los últimos años, ni de lo increíblemente talentosa y capaz que es nuestra gente, o de la cantidad de recursos y riquezas con los que contamos.
-¿Tenés algún hobbie que practiques allá?
-Sigo con lo mismo de siempre: gimnasio, paseos con mi perrita Zamba (por las zambas argentinas, por supuesto). Lo que sí sumé fue esquiar, aunque todavía no lo considero un hobbie. Pero me encantaría aprender bien.
-¿Cómo se ve Argentina de lejos?
-Me gustaría darte un adjetivo lindo, pero lo que siento es frustración. Desde que me fui, he tenido la oportunidad de conocer varios países de Europa. Y cuanto más viajo, más valoro el potencial que tiene Argentina. Tenemos tierras fértiles, climas diversos, profesionales brillantes… y, sin embargo, seguimos luchando el día a día. Nunca debimos dejar de ser una potencia mundial. Teníamos todo para seguir siéndolo.
-¿Qué le recomendarías a alguien que, como vos, esté pensando en ir a hacer una experiencia afuera? ¿Por dónde empezar? ¿Qué tener en cuenta? Cosas que podrían allanarle el camino…
-Que lo piense como un proyecto y que vaya cumpliendo objetivos uno por uno, porque si no, es abrumador. Investigar bien la parte burocrática es fundamental. También es clave definir qué es lo prioritario, ¿la estabilidad económica?, ¿La posibilidad de seguir ejerciendo su profesión?, ¿el idioma?, ¿El estilo de vida? A partir de ahí, que elija destino y arme un plan. Todo llega, pero al principio hay que establecer prioridades y si bien muchas cosas van surgiendo en el camino, venir con algo en mente ayuda mucho a la estabilidad emocional. Hay una frase que me encanta y en la que creo firmemente: “La inteligencia del ser humano radica en su capacidad de adaptación”. Al vivir en otro país, te convertís en otra persona. Es un proceso donde hay que estar dispuesto a desarmarse y rearmarse. Pero vale muchísimo la pena.
-Suponete que la persona que sos hoy, habiendo recorrido todo el camino que ya hiciste, está sentada al lado de la que eras cuando estabas por irte de Argentina. ¿Qué le diría la Jéssica que sos hoy, con el camino recorrido, a la Jéssica de entonces?
-Le diría que confíe en el proceso. Dios, energía, karma, destino, lo que sea que mueva las cosas. Yo vine con muchos miedos e incertidumbres, con una idea estructurada de cómo deberían salir las cosas. Pero me fueron pasando –y me siguen pasando– cosas increíbles, y casi nada tuvo que ver con lo planeado. Le diría: Soltá un poco el control. Todo se acomoda de una forma u otra. Y lo mejor, muchas veces, está donde menos lo esperás.
-¿Está en los planes volver?
-Volver permanentemente, no. Pero algo tengo claro desde que me fui, quiero ir seguido. Por eso estoy empezando a armar mi propio lugar en Argentina. Quiero que, cuando vuelva de visita, tenga mi espacio, mi segundo hogar.