Molinos Agro puede presentarse como un claro ejemplo de la paradoja que enfrentan las empresas que operan en la Argentina: mientras que otras corporaciones agroindustriales globales cerraron un 2021 a puro éxito de la mano de la alza de los commodities y el crecimiento de la demanda mundial, la firma del Grupo Pérez Companc –que tiene su base de operaciones en la Argentina–, si bien logró crecer fuerte en ventas, su rentabilidad se redujo drásticamente por el alza de los costos y la volatilidad presente en la economía argentina.
Concretamente, tal como surge de su balance anual cerrado en marzo pasado, la empresa logró comercializar durante este período el récord de 7,8 millones de toneladas (5,4 millones de oleaginosas y 2,4 millones de cereales), cifra que representa un incremento del 22% respecto al ejercicio anterior que, combinado con los altos precios internacionales, originó un incremento del 33% en la facturación.
La compañía agropecuaria del Grupo Pérez Companc alcanzó una facturación de poco más de 3700 millones de dólares, cuando un año antes había logrado ventas por 2400 millones de dólares. A partir de ahí se presenta la paradoja porque, si bien logró una mayor facturación, en su balance cerrado en marzo de este año terminó con menores ganancias. Es decir, en marzo de 2022 informó ganancias de 71,5 millones versus los 76 millones de dólares que había reportado un año atrás.
La empresa lo explica muy claro en la memoria de su último balance: “Pese al aumento de la facturación mencionado, la sociedad registró también un incremento relevante en sus costos fijos y variables que, junto con una evolución del dólar por debajo de la inflación local, impactó en el resultado operativo resultando un 25% inferior al obtenido durante el ejercicio anterior”.
No es una novedad que la cotización del dólar en la Argentina está lejos de acompañar a la inflación y eso atenta directamente contra la rentabilidad de las empresas y de los productores agropecuarios que ven pasar por el “costado” los precios e ingresos de divisas récord.
Molinos Agro también tuvo que afrontar otras problemáticas que van más allá de la política económica y cambiaria y así lo explica en su balance: “El presente ejercicio no estuvo exento de obstáculos. La histórica bajante del río Paraná, la crisis global de las cadenas de suministro y la continuidad de la pandemia de Covid-19 se presentaron como los mayores desafíos, pero no lograron evitar alcanzar una exitosa comercialización de subproductos de la molienda, muy por encima del ejercicio anterior”.
En cuanto a la performance exportadora, la empresa destaca que logró exportar alrededor de 3,6 millones de toneladas de harina de soja (lo que representa el 5,1% del comercio global del producto). Por otra parte, durante el ejercicio, casi el 20% de su producción de aceite de soja se destinó para la elaboración de biodiésel. En ese marco, la sociedad exportó 180.000 toneladas del biocombustible, permitiendo captar la importante suba de precios y lograr una buena rentabilidad del negocio.
En tanto, a pesar de las restricciones que impuso el Covid-19 en la operatoria normal de la empresa, avanzó con diversas inversiones que habían sido pautadas dentro de su plan de mejora de sus procesos productivos.
La empresa cuenta que se terminó y se puso en marcha la planta de recupero de residuos vegetales, que tiene como objetivo transformar los restos orgánicos que se separan a lo largo del proceso de pelletizado de la cáscara de soja.
Por otra parte, también se mejoró la prelimpieza del poroto de soja, para así lograr mayor continuidad de marcha, en especial durante los meses de cosecha, donde los camiones provenientes directamente del campo (sin pasar por una planta acopiadora) suelen tener importante presencia de vainas y otros vegetales.
Finalmente, la empresa también marca las perspectivas para este año que parecen no ser para nada sencillas y así cierra la memoria de su balance: “La sociedad tiene como objetivo repetir la performance volumétrica del ejercicio previo, manteniendo la rentabilidad que deberá hacer frente a los aumentos de la energía requerida para los procesos industriales, y gestionando adecuadamente la administración del riesgo frente a mercados extremadamente volátiles”.
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