Susana Cuadra se sorprende cuando el equipo de Bichos de Campo llega hasta su chacra ubicada en Colonia Itatí, unos 30 kilómetros más allá de Comandante Andresito, desviando varios kilómetros por un camino de tierra colorada rodeado de verde espesura. Luego de preparar muy rápido un termo de tereré con abundante hielo, admite que pensaba que no íbamos a ir, porque en esa región del norte de Misiones, quienes conducían el “acampe yerbatero” habían decidido horas antes aceptar la propuesta de los empresarios locales para iniciar la cosecha de yerba mate y encender los secaderos. “Yo no sé quien decidió eso. Yo no estoy de acuerdo con esa propuesta”, define Susana.
Detrás suyo, los yerbales lucen verdes y cargados gracias a las buenas lluvias: no han sido cosechados todavía y la mujer nos avisa que ella esperará, seguirá sin cortar los brotes verdes, en disidencia con la decisión de quienes controlaban hasta la semana pasada los ejes de la protesta yerbatera en esta región de la provincia. Susana expresa el dilema que enfrentan, fragmentados y operados por empresarios y políticos, los colonos de la provincia: seguir o no seguir con la protesta. Hace 45 días lograron consenso para detener la cosecha y montar campamentos de control en las principales rutas, para que nadie se hiciera el vivo y vendiera.
El jueves pasada esa medida se comenzó a romper con la decisión de Andresito de levantar esos controles para que cosechara y vendiera quien quisiera. Algo lograron con esta protesta agropecuaria, la más dura y extensa desde que empezó el gobierno de Javier Milei, porque los precios ofrecidos subieron de 180/200 pesos por kilo de hoja verde a los 300 ofrecidos ahora por la industria (que llegarán a 350 en julio próximo). Pero los costos de producción están calculados en 352 pesos por kilo. Algo no cierre y no hay que ser matemático para darse cuenta.
Susana nos cuenta que es quien hace las cuentas de su chacra, para pagar todas las facturas y tenerlas al día, que incluyen el aumento descomunal de la cuota de la universidad privada en la que cursa sus estudios una de sus hijas. La otra también migró a Posadas e implica un gasto, pero por fortuna su carrera se cursaba en la universidad pública. La mujer especula que una de las dos deberá volver si se agrava la crisis, porque será imposible mantener a las dos. Sería un quiebre en el proyecto familiar, aunque ella esta convencida que sus gurí saben que el futuro pasa por defender la finca familiar.
“De acá me van a sacar muerta”, define con simpleza esta mujer agropecuaria, que luego nos dirá que sus hijos entienden el valor de esa promesa y han aprendido de ella los valores de la lucha. Junto a su esposo, que se ocupa de las tareas rurales, Cuadra mantiene una chacra mediana, de unas 18 hectáreas, de las cuales 13 o 14 son yerbales. Como todos por la zona, hace también algo de mandioca, algo de tabaco que tampoco se apura en vender, unos cerdos para consumo, algunas gallinas.
“Así le crié a mis hijos acá. Acá en la chacra le crié y pienso morir acá en la chacra. Si tengo que regalar la yerba, mis hijos se vuelven a casa del colegio y listo”, dice la brava Susana, decidida a seguir la lucha y esperar más días con la cosecha.
Es un placer escuchar sus respuestas, tan decididas, en este entrevista que concedió a Bichos de Campo:
-¿Y por qué? ¿Qué es lo que te gusta de esta vida? Estamos bastante alejados de todo, seguramente debe ser una vida difícil- la provocamos.
-Dependiendo cómo le mira, a mí me gusta. Me gusta la situación, me gusta la paz. Me gusta el trabajo. En realidad, uno se cría en el trabajo y le gusta. No hay, para nosotros, un sacrificio en trabajar. El problema es cuando ese sacrificio se regala. Regala las cosas es un sacrificio.
En la larga protesta yerbatera, Susana ganó algo de predicamento entre sus pares colones por sus posiciones decididas. Con las mujeres de Andresito se organizaron para acompañar a los hombres activamente en el campamento yerbatero. “Para no regalar”, define ella.
-¿Para no regalar?
-Para no regalar y porque, de un día para otro, no sé ni explicarte cómo fue, entré en los grupos yerbateros. Ni yo no entiendo, no sé cómo explicar eso. Pero, de un día para la noche, estaba yo ahí discutiendo con los hombres. Y me gustó la discusión y me gusta esto de que hay que pelear por sus derechos. Entonces, bueno, vamos. Pone la cara y me fui y le convidé al marido y, bueno, nos fuimos varias veces al acampe. No me quedé ni una vez a dormir en el acampe porque ni un colono, en realidad, quedaba. Quedaban mas los tareferos. Pero me gusta la lucha que están haciendo.
Susana no está de acuerdo, y lo repite una y otra vez, con la decisión de los hombres de Andresito de volver a las cosechas. Tiene claro que los 300 pesos ofertados por los empresarios de la zona son insuficientes, “en un país que tuvo un montón de inflación, no da”.
“Yo el año pasado pagaba 40.000 pesos la universidad de mi hija. Hoy estoy pagando 218 mil. Y ahí yo voy a seguir regalando por 240 pesos el kilo de hierba”, compara.
“Mujeres, hombres, no importa, no hay que regalar la producción. Porque regalás mucho más que la producción. Eso es un trabajo. Y encima la lucha es como enseñar a los hijos. Yo siempre le digo a los míos que hay que pelear por sus derechos. Capaz todavía ellos no sepan porque tienen la mamá. Pero un día yo les falto, y ellos van a saber que tienen que salir a la lucha, no importa cómo”, se planta la colona. Sus dos gurisas estudiando son motivo de claro orgullo: una está en primer año de enfermería. La segunda va por tercero de psicología.
-¿Y qué se hace en esos casos para sobrevivir? Porque esperar está bien, porque es digno, porque les enseñas a luchar, pero hay que pagar las cuentas…
-Y… Hay que sumar y verse loco. Yo sumo hasta no querer más. Salgo una vez al mes al pueblo, pago mis cuentas al día. Gracias a Dios, no le debo a nadie. Ni en Posadas, ni acá. Pero hay que tenerse doblado sumando. Lo que uno no quiso hacer cuando era nuevo, después de viejo, lo está haciendo por los hijos. En realidad, yo llevo el comando de las cuentas en casa y pago las cuentas, la que suma, la que da acá, la que no da allá. Todo hago yo. Es sacrificoso. Pero bueno, vamos a ver lo que va a dar.
-¿Vos crees que vale la pena para enseñarle a tus hijos a no regalar la yerba?
-Eso, vale la pena. Porque si un día yo le falto, mis hijas por lo menos van a saber. Aprendieron con la mamá. Aprendieron a salir, a luchar, no importa cómo. Quiebre la cara, levanta otra vez. Yo le digo que no hay piedra, que quede todos los días en el camino. Corre y listo.
Susana no esconde, a lo largo de la entrevista, su perplejidad ante la negativa de los industriales a pagar precios justos a los productores. De ellos dirá que “para mí, son unos sinvergüenza. Esa es la verdadera. Porque en realidad, mueren y no se llevan nada. Yo me preguntaba aquel día, ¿qué esos molineros ganan robando del colono? Porque eso es robar. Aunque ellos no se den cuenta, es robar. Pagan 300 el colono, venden, exportan como locos. Y después hacen mucho plata y mueren”. Allí hace referencia al empresario sirio que expotaba yerba desde Andresito y murió hace unos días en un accidente en la ruta,, que sigue siendo doble mano. “El cajón de él gaveta no tenía. No llevó nada. Sacó tanto y no llevó nada”.
Por eso Susana cree que vale la pena mantener la lucha. “Yo decía eso ayer a la noche, cuando se levantó la carpa en Andresito. Yo quedé muy mala. Demasíado mala. Yo no sabía si iba a ir a dormir o mataba a alguien primero de rabia. ¿Por qué? Porque no se precisa 200.000 personas en una campa. Que tenga 10, ya está mostrando que tiene fuerza. Y los otros están mostrando su apoyo y no cosechan. No había nadie cosechando. No había un secadero abierto acá en Andresito”.
-Pero la gente debe necesitar plata también porque justamente todo aumenta…
-En la chacra no se muere de hambre. No se muere. Vos tenés un pie de mandioca, vos tenés un maíz, vos tenés una gallina, un chancho. No me venga con desaguantar. Si vos me venís en un julio acá, en casa, y yo te digo, bueno, estoy hasta el último. Con la soga hasta el último el cuello. Pero no en marzo. El colono es mezquino. El colono en Andresito demasiado orgulloso, demasiado prepotente. Uno quiere ser más que el otro. Uno tiene dos pesos y el otro tiene un peso y le pasa por arriba. Y así va yendo Andresito.
Con temor, le preguntamos su opinión por el presidente Milei y su decisión de desregular la actividad yerbatera, desatendiendo las consecuencias de esa política de desregulación, que claramente afectó a los colonos. “Es totalmente un desquiciado loco, pero no es solo el culpado. Pero que ahí va a empezar a mirar todas las cosas y le dieron el poder al loco este, pero no quiere decir que él hace solito. Hay otros que firman. ¿Y los culpados quiénes son? Los que firman. Porque el loco solito ya cae. Yo siempre digo que cuando le dan mucho poder era un payaso viral, un circo. Viró a un circo la Argentina. Viró un circo totalmente”, se lamenta.
Susana no tiene dudas que los empresarios de la yerba aprovecharon el impulso que les dio la política del loco para desprenderse del colono y obligarlo a vender sus tierras. Ella misma ya no tiene casi vecinos pequeños sino que “yo tengo vecino empresario ya acá, que es enfermo por mi tierra. En realidad es enfermo, porque él sabe que la única tierra más chica es la mía acá. El resto es todo de él ya. El sacó a todo el mundo. Entonces el hombre es contentísimo con la posibilidad de que un día alguien le echa a Susana de ahí. Engañadísimo”.
–¿Qué pasó con los vecinos?
-Los vecinos vendieron toda la tierra. Algunos dicen que para mejorar la vida, pero hoy no hay ninguno de esos vecinos que esté mejor que antes. Eso. Que por lo menos tenían su tierra ahí, que tenían su mandioca y una gallina para comer. Hoy viven allá en el pueblo. Vaya a saber dónde, en qué parte de las villas. Porque en el centro que no hay tampoco. Y ahí es lo triste. Que lo que ellos quieren es comprarte y llevarte para la villa.
-¿Qué le decís a los argentinos que toman mate respecto a la situación de los yerbateros? ¿Qué deberían pensar el próximo sorbo de mate?
-Y que en ese mate está el sacrificio de muchas familias. Y no sólo el productor. El tarefero. Porque si hablamos sólo del productor, yo voy a sufrir y sé qué. Pero ahí vos imagínate un tarefero. Metiéndose ahí adentro y cortando. Que a las 5 de la mañana viene y sacrifica hasta a su familia mismo. Porque ahí viene criatura, viene mujer. Y ahí… para que luego no valga nada.
-¿Y qué le dirías a las autoridades?
-Bueno, los argentinos podemos ser solidarios. Pero si los gobiernos le dan la espalda… Que agarren vergüenza en la cara. Porque ellos nos van a quedar para siempre ahí. Así como les pusimos, así les vamos a sacar.