Cuando no está entre expedientes o caminando por los pasillos de los juzgados, el abogado Jonatan Guitart dedica su tiempo a su propia cabaña de caballos criollos. Más que una actividad productiva y una fuente de ingresos, para él “Cabo de Hornos” es un cable a tierra, el hobbie que lo saca por un rato de la ciudad de Junín y lo lleva al campo.
Es una historia que comenzó hace 15 años por iniciativa personal. La pasión por los caballos ya la tenía y el nombre se lo dio la historia de su abuelo, un inmigrante español que hoy tiene 96 años y llegó al país huyendo de la guerra civil. “Cabo de Hornos es el barco en el que él vino”, explicó Jonatan.
Pero no por ser un hobbie deja de ser para él un negocio en el que abocarse, aunque sea en el poco tiempo libre que a diario le deja su profesión. “Hay veces que ni siquiera me saco el traje y vengo de saco y corbata a darle de comer a los caballos”, señala, pues tiene 25 yeguas y 4 padrillos de los que cuidar periódicamente.
Uno de ellos, bautizado Veleta Impostor, se llevó un galardón en la ExpoJunín, la tradicional celebración que lleva a cabo la Sociedad Rural local y que tuvo una importante participación de los caballos criollos, todos ellos inscritos en la entidad y miembros de la asociación nacional.
“A nivel local está teniendo cada vez más impulso. Acá en la Sociedad Rural, la dirigencia está interesada en darle lugar a los caballos y eso está genial”, destacó Jonatan.
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No es menor esa observación, pues la zona de Junín -y en general, todo el noroeste bonaerense- además de ser cerealera, es también un bastión ganadero. Tradicionalmente, no hubo en ese esquema productivo mucha apuesta por los caballos criollos, lo que, de a poco, parece revertirse.
Y eso también se observó en la ExpoJunín, donde los vecinos pudieron presenciar varios espectáculos y competencias de esta raza.
Interesando particularmente por la marcha, Jonatan señaló que en su modelo productivo suele tener mucha relevancia la selección genética, sobre todo para impulsar esos aspectos de la morfología del caballo. De ahí, a las distinciones que luego obtiene en los encuentros, hay también un intenso trabajo y entrenamiento.
“Es el tiempo que uno se hace, pero también el acompañamiento de la familia, que te da la posibilidad de dedicarle el tiempo que estos animales requieren”, expresó el criador, que es la imagen cristalizada de una región en la que, aunque parezcan correr en paralelo, el campo y la ciudad no dejan de entreverarse en la diaria.