Por Matías Longoni (@matiaslongoni).-
Es viernes a la tarde y está terminando el congreso “A Todo Trigo”. Hasta aquí venía todo bastante aburrido, a decir verdad. Hasta ahora. Pero llegó Eber Ludueña.
¿Por qué venía aburrido? Porque entre los muchos expositores que pasaron por el Sheraton de Mar del Plata, escenario habitual del gran evento organizado por la Federación de Acopiadores, había una aplastante coincidencia respecto de que se viene un cosechón de trigo en la campaña 2018/19. Después de una soja que perdió el brillo, esta es la gran nueva apuesta de los productores argentinos.
Las diferencias son mínimas. Gustavo López, el analista oficial de A Todo Trigo, dijo 20 millones de toneladas; el USDA dijo 19,5 millones; la Bolsa de Cereales de Buenos Aires indicó 19,1 millones, y los funcionarios nacionales 19 millones. Nadie baja de eso. Sería récord después de dos años récord, con cosechas que superaron las 18 millones de toneladas en 2017 y 2018.
El negocio del trigo reaccionó bien a la eliminación de retenciones y de los ROE, esto ya es historia vieja. Por eso esta reunión se convirtió en algo aburrida. A la buena performance productiva del cereal se suma el hecho de que ya no hay grandes conflictos que crucen a la cadena triguera. Se extraña a Guillermo Moreno para la crónica periodística fácil. Desde su intervención al mercado del trigo en 2007, y hasta 2015, aquí lo puteaban todos y todo el tiempo.
Pero no era lo único, porque las intervenciones del kirchnerismo en el mercado (hay que recordar aquí el extraordinario programa Trigo Plus, lanzado por Cristina) provocaban además que todos los integrantes de la familia triguera se putearan entre ellos: los productores a los molinos, los molinos a los exportadores, los exportadores a las empresas de insumos y así. Era un placer cubrir las viejas A Todo Trigo.
Ahora no, ya casi no quedan conflictos. O mejor dicho, los conflictos que afloran tienen la intensidad y el dramatismo de un capítulo de la Familia Ingalls: al final todos son buenos y continúan juntos. Que hace falta mejorar la sanidad de los trigo. Que hay que segregarlo para venderlo por atributos de calidad. Que la relación insumo/producto es la mejor en mucho tiempo, y entonces ahora hay casi una obligación casi moral de fertilizar. Que por favor se apuren a sancionar la Ley de Semillas, porque tampoco las semilleras nacionales que hacen trigo cobran una retribución justa. Y tantos otros etcéteras.
Los periodistas hacemos malabares para encontrar en ese menú de conflictos un título atractivo. Ya no hay sangre. Ahora, una vez recuperada la normalidad, la actividad pasa por ver cómo se pone en marcha una agenda productiva. Y no hay nada más aburrido para llenar un diario que un país normalizado.
Es todavía peor el escenario triguero. Es tan fraterno el clima de diálogo entre los sectores, y aún inclusive con los funcionarios, que en los pocos conflictos que emergen como titulables, los contrincantes ahora se tiran con balas de fogueo, que no lastiman..
Dio vergüenza ajena, en este contexto, presenciar un panel en el que Raúl Dente, de la Federación de Acopiadores, y Javier Buján, el corredor que preside la Cámara Arbitral porteña, sacaban la cuchilla para denunciar que había compradores de trigo que querían aprovecharse de los productores, ya que les liquidan el cereal en base a análisis de calidad realizados por ellos mismos. Enfrente, el titular de la Federación de la Industria Molinera (FAIM), Diego Cirafelli, les daba la razón. Y más o menos que también lo hacía también el ahora jubilado (hace dos semanas) poderoso presidente de Ciara-Cec, Alberto Rodríguez.
¿Cuándo se terminó la pelea? ¿Cuándo fue que en A Todo Trigo se desarmó el ring que servía para amenizar la velada?
Fue peor todavía lo que sucedió en el acto inaugural. El siempre franco Fernando Rivara, presidente de los Acopiadores, lanzó una andanada de munición contra el gobierno de la Provincia de Buenos Aires, por la suba del impuesto a los Sellos en las operaciones con granos (cerca de 40% este año), y porque muchos intendentes destinan a otros fines el dinero que debería destinar a arreglar los caminos rurales.
¿Y qué hizo el ministro Leonardo Sarquís, que estaba presente en el acto, al lado de Rivara? Pues le dio la razón y dijo que había que seguir trabajando para resolver problemas como esos. ¿Se dieron cuenta? ¿Qué noticia podemos escribir nosotros los cronistas del agro si permanentemente se producen este tipo de entendimientos?.
Todos los títulos posibles se nos van al tacho…
Los productores van a perder plata. Mentira, los precios del trigo han subido mucho y recompensarán con creces la inversión de quien se decida a sembrar.
Sobrará trigo y no habrá mercados para colocarlos. Mentira, porque la Argentina ya no tiene como único destino comercial al vecino Brasil, y se han abierto dos docenas de nuevos mercados.
La sequía ha malogrado las chances de sembrar el cereal. Mentira, porque las lluvias de las últimas semanas han permitido que pudiera recomponerse el perfil de humedad adecuado para meterle fichas al cultivo.
Todo mal, no hay conflicto que valga. Todo pinta de maravillas en el arranque de la campaña triguera 2018/19.
El seminario transcurría en ese aburrimiento hasta que llegó el turno de Eber Ludueña, aquel defensor recio al que le decían “Sarro”, porque era “el terror de las canillas”. La querida Susana Merlo deliró con esa humorada.
Eber cerró con sus monadas un panel que demostró que no todo está perdido para el periodismo. Y dejó muy claro que, aunque el trigo pinte de maravillas para la próxima cosecha, la clave ahora está en sobrevivir y llegar hasta ese momento. Porque antes podría explotar todo.
No me refiero a la situación económica ni a la crisis política que vive el Gobierno y padecemos todos los argentinos, que esa sí da para hacer muchos títulos. Sigamos en el trigo que de eso es esta crónica.
El analista Enrique Erize tiró la bomba que necesitábamos para recuperar un poco del estímulo periodístico. Presentó este gráfico y fue lo mismo que lanzar una bomba en el amplio auditorio, porque insinuó que antes de comenzar a cosechar en noviembre próximo -la famosa cosecha récord- podría suceder que no alcance el trigo disponible.
“Estamos al 10 de mayo y el trigo vale 250 dólares. No me quiero imaginar los meses que vienen”, lanzó Erize. Sus datos indican que el balance triguero está 2,40 millones de toneladas abajo, porque las existencias de trigo (5,8 millones de toneladas) no alcanzan para cubrir las necesidades de Brasil (4 millones), las necesidades de los molinos locales (3,30 millones) y las necesidades de semilla (900 mil toneladas).
En definitiva, el consultor cree que faltará trigo para atender los dos flancos (exportación y consumo local) e insinuó que podría repetirse una situación parecida a la de 2013, cuando debido a las intervenciones de Moreno el mercado se quedó sin trigo y el cereal pasó a costar en los meses de invierno unos 450 dólares por tonelada. Ergo, suba del pan. Ergo, protestas de la gente. Ergo, problemas adicionales para el gobierno.
Como válvula de escape, Erize apuntó que los exportadores tienen 1,3 millones de toneladas de trigo, y que bien podrían volver a venderlas a los molinos harineros. De todos modos faltaría cereal y Brasil quedaría desatendido. Próximo conflicto en puerta: ya que lo más probable es que el vecino país pidia al Mercosur permiso para traer trigo de afuera sin pagar aranceles. En cualquier escenario, precios muy sostenidos.
Ahora sí que había una noticia. Los precios del pan, como los de la carne, venden más diarios que el campeonato de Boca.
Presente en ese panel, Jesús Silveyra, el secretario de Mercados Agroindustriales y el encargado de monitorear este tipo de situaciones, mostró unas cifras bastante divergentes a las de Erize, intentando llevar calma al auditorio y aplacar nuestros titulares.
Los números oficiales sobre el mercado de trigo de aquí a noviembre son que había un carry over (remanente de la campaña) de 1,7 millones de toneladas y que la cosecha fue de 18,5 millones, con lo cual la oferta total llegó a 20,20 millones.
En Agroindustria creen que la exportación podrán colocar en el extranjero 12 millones de toneladas, que los molinos necesitarán 5,5 millones, que se reservarán 900 mil toneladas para la siembre (de la próxima cosecha récord) y que quedaría incluso un saldo de 1,60 millones al final de la campaña.
“A la fecha la exportación lleva compradas 10 millones de toneladas; hay declarados embarques por 9,30 millones y la industria molinera ya adquirió 2,7 millones”, dijo Silveyra, para quien además quedan 7 millones de toneladas de trigo en poder de los productores.
Es decir, desde la lectura oficial el trigo alcanzará para empalmar con la cosecha 2018/19. Hasta entonces los molinos locales necesitan comprar otras 2,6 millones de toneladas y Brasil incluso podría llevarse de acá medio millón de toneladas mensuales. Un lujo.
El conflicto está servido: hay una diferencia de más de 1 millón de toneladas entre el análisis del mercado (Erize) y el análisis del Estado (Silveyra). ¿Existe ese trigo? ¿Realmente lo tienen los productores? ¿No sucederá que algunos actores han venido exagerando sus declaraciones juradas? Es lo que se preguntaba todo el auditorio.
Por suerte vino Eber, para recordarnos que en pocas semanas empieza el Mundial. Detrás de un escenario triguero que al principio parecía formidable, tenemos una noticia real y palpable: habrá que pasar el invierno con un trigo escaso y un pan entonado.
Pero de eso ya nos ocuparemos, luego de Rusia 2018.