Néstor Grandoli es médico veterinario y productor ganadero, apasionado además por los caballos. Tiene 60 años y cuando tenía 8, hace más de medio siglo, su familia compró un campo de 2.000 hectáreas en la zona de Corral de Piedra, en Capilla del Monte, Córdoba, que es su lugar en el mundo. Estos últimos días la zona ha sido el epicentro de los incendios rurales que tienen en vilo a todo el país. En su caso, las llamas arrasaron con todo. Pero como no es la primera vez que le sucede ya sabe el final de la película: como le apasiona lo que hace, no le quedará más remedio que volver a empezar.
“Criamos vacas de toda la vida, criamos Angus. Tenemos un campo de 2000 hectáreas donde hay unas 600 hectáreas de monte, y el resto todo sierra. A una altura de 1.700 metros. Con pastizales, con campos buenos en leguminosas naturales y gramíneas. En vacas son unos 300 animales y lo que se hace acá es la cría. Se deja la ternera de reposición y se vende la vaca que quedó vacía”.
Eso en tiempos normales, porque los incendios alteran todo.
Néstor está seguro que en este último episodio, el origen del fuego ha sido intencional. “Este campo se quemó muchísimas veces, la última en el 2020, y ahora se quemó de nuevo, prendieron fuego el jueves pasado en la esquina del campo, como a las 0.30. De ese fuego que prendieron ahí se llevan quemando unas 40 mil hectáreas. A nosotros nos quemó tanto la parte de campo como arboles alrededor de la casa, en el casco. Ha quemado todo el monte. No quedó absolutamente nada”, describe el productor.
Ante el avance de las llamas, muy poco pudo hacer el veterinario para detenerlas. Por fortuna, solo se le murieron 4 animales, y tiene perdidos otros 20 más que supone se refugiaron en otros campos de la zona. Pero vacas quemadas le quedaron muchas.
El incendio, según relata, se llevó puesto gran parte de los alambres divisorios y perimetrales de su predio. En las 600 hectárea de los bajos, donde hay lomadas y cañadas, donde el terreno no es parejo, la ley provincial de bosques le impide hacer una limpieza racional de los pastizales y el monte chico, porque está dentro de la zona roja, que no se puede tocar. Todos los productores saben que eso es irracional, porque debajo de ese monte crece entonces un pajonal que no es de utilidad para la ganadería, pero que en estos tiempos secos es material inflamable.
Por esa desidia, cuando los vientos comenzaron a soplar fuerte en los últimos días el fuego encontró gran cantidad de combustible y se tornó imparable.
Hoy, con su campo consumido por las llamas, Grandoli cree que fue un error haber acatado la ley ambiental. “Cometí el error de hacer caso y no tocar seguido, limpiando las chacras, porque hoy no hubiera tenido problema”, supone, convencido de que si le dejan a los productores hacer un manejo racional del monte, el siniestro hubiera sido de mucho menor impacto que el que finalmente está teniendo. Las vacas, afirma, son la mejor máquina para comerse los excedentes de pastos.
La perplejidad es que hace unos años se tomó el atrevimiento de limpiar un poco 3 hectáreas de su campo y por eso las autoridades provinciales le pusieron una multa grande, aunque por lo bajo le decían que estaba haciendo lo correcto.
Pero eso ya es historia pasada, y materia de debate para el futuro. En el programa radial Colonia Agropecuaria entrevistaron al veterinario y productor para preguntarle lo más importante, que es cómo se siente ahora y que va a suceder cuando los incendios dejen de concentrar la atención pública.
-¿Cuál es su situación ahora?
-Lamentablemente no es la primera vez ni va a ser la última. Hace 52 años que estamos nosotros acá en la zona. Ahora pertenecemos a San Esteban, que son 5 kilómetros antes de llegar a Capilla del Monte. En este momento todo lo que es campo nuestro son 2000 hectáreas que están totalmente quemadas, de punta a punta. Y todos los campos que tenemos de vecinos alrededor están igual, en alrededor de 15 a 20 kilómetros. Este fue malintencionado.
-¿Y cómo lo sabe, Néstor?
-Porque lo prendieron. El fuego nació en la punta del campo, no al lado de la ruta, no en la banquina, sino adentro del campo, a las doce y media de la noche. Si hay alguien que me puede explicar que puede ser un descuido de alguien que estaba haciendo justo algo, o que espontáneamente se prende, podremos charlarlo. Pero en todo caso… Yo estoy 100% convencido de que esto fue prendido a propósito. A lo mejor no para hacerme un daño a mi ni nada de eso.
-¿Y por qué se imagina que alguien pueda llegar a hacer eso?
-Ni idea. No puedo dar ningún tipo de conclusión. No sé, no sé. Lo cierto es que se quemaron las 2.000 hectáreas.
-Obviamente tuvo que sacar corriendo la hacienda.
-Acá lamentablemente muy rápido no se puede trabajar porque las distancias son muy largas, los potreros grandes, quebrados. Gracias a Dios pudimos sacar parte de la hacienda. Algunos pocos nos quedaron en los potreros que se quemaron. El fuego agarró toda la parte de monte. Cuando se prende el monte es casi imposible trabajar. Aparte había mucho viento. Y bueno, el otro día se volvió a reiniciar, saltó la ruta 38 y agarró hacia el este. Y ahí agarra toda la parte de abajo del monte, más la sierra, que es todo lo que se ha afectado de esa zona, muchísimas hectáreas.
-¿Qué tuvo que hacer con la hacienda? ¿Se la llevó sin otro campo?
-La tengo acumulada, la tengo amontonada en una parte de la sierra que, si bien es complicado llegar, es la más accesible. Le estamos llevando comida, fardos, alrededor de 50 o 60 fardos por día.
-Ese ya es un primer costo adicional que le provocó el siniestro.
-Y es un costo muy grande, más todos los alambres. El costo más grande es el del alimento para la hacienda, y el segundo, o paralelo, el costo de infraestructura. Básicamente alambre. Los rollos tenemos, hemos comprado, pero son un poco imprácticos por la distancia que tenemos, el tipo de camino para acceder y después para poderlos repartirlos. Pero bueno, de alguna forma lo estamos piloteando. Lo vamos a hacer.
-¿Y ahí tiene alguna ayuda del Estado, de los Estados?
-No, mire, sinceramente hoy estuve con una declaración jurada que tiene la provincia de Córdoba… A ver, yo de todos los incendios que tuve, una sola vez recibí unos 60.000 pesos, frente a un daño muy parecido, no tanto pero bastante parecido, sobre todo en alambrados. Eso fue todo lo que recibí. Yo voy a ser sincero, no sé si pretendo que el Estado me ayude. Esto culpa del Estado no es. Aunque es culpa en parte de la ley del monte. Igual ahora se quemó mucha forestación, sobre todo de árboles añejos, por lo menos en el campo mío por no haber tenido la posibilidad de limpiar como teníamos antes, de haber raleado bajo esos árboles. Antes todos los algarrobos y molles no se quemaron nunca. Ahora no existe más nada de todo eso, quedó la nada misma. ¿Pero es culpa del gobierno? No, yo no creo que sea culpa del gobierno. ¿El gobierno me tiene que ayudar? Es una cuestión muy discutible si corresponde o no corresponde, qué sé yo. No sé, no sé. Yo soy sincero, no pretendo nada. No pretendo nada.
-¿Qué se siente después cuando todos se van y uno vuelve a quedarse solo?
-Lo que pasa es que es muy difícil de describir. Esto es un sentimiento que tiene uno. Yo estoy convencido, yo esto lo hago por pasión. Si yo hubiese hecho caso a todas las personas que están muy cercan a mí y que me quieren y que ven, esto no existiría. ¿Por qué seguir laburando? ¿Para qué seguir renegando? ¿Para qué perder tiempo? ¿Para qué esto? ¿Para qué lo otro? Esto es una forma de vida. En mi vida. Yo no vivo únicamente esto. Yo trabajo con el vehículo de veterinario. Mi vida diaria es estarme aquí, entre mi campo y los caballos. Estoy acá desde que tengo 8 años y acá soy un empleado más. Hoy somos solo dos para 2.000 hectáreas. Un empleado que nació acá en el campo, tiene 46 años, y yo. Somos dos. Y amigos que me dan una mano en este momento. ¿Y qué queda de esto? Ahora nos hemos enfocado en la limpieza, en los alambres que están quemados. Estamos evaluando qué poste vamos a poner, cómo lo vamos a armar. Yo personalmente pienso en un futuro, en armarlo de nuevo…