“Éramos productores agropecuarios y contratistas, brindábamos servicios de labores primarias como siembra, fertilización y pulverización; ahora somos agricultores”, resume Marcela Calderón, del establecimiento El Paraíso, ubicado en el paraje Los Bosques, Partido de Gral. Viamonte. Se trata de un sistema productivo mixto y familiar, integrado por su madre Ana María, sus hermanos Marcos y Patricia, y su sobrina Anna Clara. El predio cuenta con un total de 200 hectáreas de las cuales 70 están certificadas como agroecológicas por la provincia de Buenos Aires.
La historia fue así: luego de mucho tiempo de realizar 2500 hectáreas/año de las labores antes detalladas, Marcela y su familia notaban que la inversión era cada vez mayor y la rentabilidad menor. Y más aún: después de casi 30 años de siembra directa se dieron cuenta de que esta forma de producir no era sustentable porque el suelo cada vez estaba peor, sin estructura, más compactado y sin vida, lo que implicaba usar cada vez más insumos para lograr los mismos rindes.
“El modelo agroindustrial lo único que tiene en cuenta es la parte física y química del suelo, así que un 70% de los insumos eran externos y solamente se generaban un 30%”, explica Marcela.
“Lo mismo nos estaba pasando con nuestra calidad de vida: la íbamos perdiendo, la dedicación era mayor y realmente éramos esclavos en una camioneta 4X4 último modelo. A la vez, empezamos a tomar conciencia de los efectos de los agroquímicos sobre nosotros y sobre la tierra. Por estas razones cambiamos. El predio se llama El Paraíso y la marca de nuestros productos es El Huerto Interior”.
En El Paraíso la prioridad es regenerar la biología, la vida, a través de la microbiología, la materia orgánica y los minerales que serán los generadores de los nutrientes necesarios para los cultivos integrado por pasturas perennes que son polifíticas de gramíneas y leguminosas cuyas variedades son elegidas por su funcionalidad y teniendo en cuenta la importancia de mantener el suelo cubierto con plantas que capturen la energía del sol, el agua, el nitrógeno y el carbono.
De esta forma, argumentan estos productores que se activan los procesos ecosistémicos que generan un circulo virtuoso logrando mejores producciones de carne con menores costos, regeneración del suelo sin químicos de síntesis, un balance positivo en la huella del carbono, y un mayor trabajo con arraigo en el campo.
“Como cultivos anuales realizamos trigo y centeno consociado a la pastura; cuando están maduros se cosechan y se muelen en un molino artesanal a piedra para elaborar harina integral y la pastura a su debido tiempo se le damos a los ovinos”, detalla Marcela.
“También sembramos un maíz que no está modificado genéticamente lo cual nos permite guardar la semilla y hacer una harina de maíz (polenta) más saludable, mientras que el rastrojo es aprovechado por los ovinos, al igual que los descartes de trigo y centeno”.
En cuanto al sorgo, se utiliza como pastoreo o verdeo y con el doble propósito de cosechar granos. La soja es para rotación y para generar ingresos: se comercializa como grano en una cerealera.
Al planteo sumaron ovinos para que el suelo se regenerara más rápido, así en 2012 tuvieron sus primeras 20 ovejas que manejan con pastoreo racional con el objetivo de hacer carne natural/pastoril. A los 4 o 5 meses sacan corderos sanos que solo se alimentaron con leche de la madre y pasto.
“Es clave producir sin agroquímicos porque el suelo está muerto, literalmente sin vida, y los químicos de síntesis afectan en forma directa la vida del suelo. La agroecología es una opción productiva cada vez más necesaria dado que en el contexto de la producción agrícola nacional y global, existe una conciencia cada vez más desarrollada de que es necesario cambiar el modelo”.
“Hay suficientes datos científicos diciendo que tenemos suelo agrícola para 80 a 100 cosechas en el planeta, esos son 45 a 60 años. Estamos extinguiendo el suelo porque en los últimos 30 años el 80% de los insectos de la biomasa han desaparecido del planeta, así que dentro de 45 o 50 años habrá una grave crisis alimentaria en el planeta, es inevitable. Somos ya varios agricultores que formamos parte de esta iniciativa acercando alimentos sanos, a precios justos a todas las mesas”, enfatiza Marcela.
-En este tiempo, ¿han visto recuperación del suelo?
–Sí. Hemos observado la evolución del mejoramiento del suelo, la biodiversidad, que es la base para sostener el sistema. Pero el sistema todavía en sí no es sustentable del punto de vista económico. Por esto buscamos agregar valor a las distintas producciones que se realizan (harina de trigo, centeno, maíz (polenta), corderos pastoriles faenados). Se nos hace difícil sostener o poder cumplir con los objetivos por estar ubicados en la zona núcleo, lo que implica mayores impuestos, mayor carga impositiva, costo de oportunidad.
-¿O sea que falta para que sea sustentable?
-Podría considerarse un sistema sustentable si tenemos en cuenta que en diez años la regeneración de la vida en el establecimiento es notable. Además se disminuyó en un 70% el ingreso de insumos, mejoró la calidad de vida, se logran alimentos saludables y nutritivos, y se establecieron redes de intercambio de conocimiento que retroalimentan e inspiran. Ya tenemos resultados de los primeros lotes que empezamos a regenerar en el 2012: se incrementó la microbiología del suelo en forma exponencial, medidas a través de análisis de suelo y cromatografía. Año a año vamos incorporando más lotes a la agricultura regenerativa y por ende sumamos más ovinos.
-¿Dónde se capacitaron?
-Al principio de forma autodidacta, junto a otros productores, asesorándose con técnicos e investigadores, realizando intercambios, recibiendo visitas para saber qué estrategias implementar. Haber participado en una charla del Foro Ambiental de Los Toldos sobre conservación de semillas dada por el ingeniero agrónomo Javier Souza fue un primer encuentro con la agroecología. Luego comenzamos a investigar diferentes maneras de cultivar e hicimos una síntesis con cada una de ellas; de la permacultura de Bill Molison incorporamos los bancales profundos y el diseño; de la agricultura regenerativa de Jairo Restrepo incorporamos el bocachi; de la agricultura natural de Fukuoca aprendimos a leer la naturaleza y a respetarla, empezamos a tener otra relación con el medio. De la agricultura biodinámica de R. Steiner tomamos la unidad agrícola formada por la tierra, las plantas, los animales, el hombre y el cosmos, y de la agroecología del ingeniero Sarandon y el ingeniero Cerdá las siembras asociadas y sobre extensiones más grandes: pasturas, trigo, maíz, calabazas, soja y la Milpa.
-¿Qué es la Milpa?
-Una siembra asociada que viene de los pueblos originales. Ellos sembraban un poroto (leguminosa), un zapallo y maíz. El poroto se encarga de tomar el nitrógeno disponible del aire, el zapallo lo sintetiza y se lo deja disponible al maíz. Sobre este modelo sumamos 22 variedades más e hicimos nuestra propia milpa, la que nos permitió darnos cuenta el impacto social de este modelo que en un espacio reducido genera muchos y variados productos, alimentos.
-¿Quiénes son sus clientes?
-Comercializamos y distribuimos nuestros productos a través de diferentes ferias, con precios más justos, sin intermediarios (productor-consumidor) favoreciendo el desarrollo y el fortalecimiento local. También en locales de dietéticas, los elaboradores de comida saludable, panaderías y lugares de Alimentos Kilómetro Cero.
-¿Consiguen mejor precio por producir agroecológico?
-Nuestros precios salen de tener en cuenta el costo de producción y valores de referencia en el mercado. No entramos en el juego de que porque es agroecológico es más caro: pensamos que todos tenemos la misma posibilidad de consumir sano, si no queda solamente para una elite.
-¿Están inscriptos en el registro de la provincia de Buenos Aires?
-Desde 2021 se nota el acompañamiento del Estado con la formación de la Dirección de Agroecología y nos benefició la Certificación como Agricultores Agroecológicos. Hemos accedido a créditos con tasas más accesibles. Para tomar impulso en la transición agroecológica fue muy importante el otorgamiento de un crédito a través de la Ley Ovina, donde se incorporaron 100 madres, carneros y mejoras en la estructura (alambrados).
-Usted dijo que con el modelo anterior estaban perdiendo la calidad de vida. ¿Y ahora?
-Trabajamos para difundir y concientizar el buen vivir. La base de nuestra filosofía de vida es el conocimiento, por eso abrimos las puertas para realizar capacitaciones, recibir visitas de distintas escuelas y universidades, como también grupo de agricultores. Nuestro sueño es que cada vez seamos más productores agroecológicos, que esta conciencia se difunda y haya más consumidores conscientes.
-¿Por qué “El Huerto Interior”?
-El nombre salió después de varios diálogos entre nosotros y como consecuencia de lo investigado, donde nos dimos cuenta de que todo comienza con un proceso interno de cambio, un proceso de toma de conciencia donde sabemos que no se puede dar lo que no se tiene. Por ende, no podemos hablar del huerto exterior si no cultivamos y cuidamos primero nuestro propio huerto interno.