A través de la biotecnología, un grupo de investigadores de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) y del CONICET obtuvo plantas de papa que además de producir más tubérculos, también toleran más la falta de agua. Se trata entonces de un nuevo cultivo transgénico para utilizar en condiciones de sequía. El mismo principio guio a la doctora Raquel Chan y su equipo de la Universidad del Litoral y el Conicet, que hace años desarrollaron el trigo y la soja HB4, tolerante al stress hídrico.
Según informó el medio de divulgación universitaria Sobre la Tierra, “la nueva genética permitiría mejorar los rindes en zonas tradicionales de producción y habilitar el cultivo en nuevos ambientes. Los investigadores resaltaron la importancia del hallazgo en un contexto de sequías más intensas y frecuentes, producto del cambio climático”.
La nueva papa transgénica -que no sería la primera aprobada en la Argentina, pues hace unos años se autorizó una resistente a virus desarrollada por Tecnoplant– está recién en etapa de laboratorio y se ha multiplicado en invernaderos. Pero todavía debería ser probada a campo.
“La papa es uno de los cultivos más importantes a nivel mundial. En la Argentina se producen anualmente 2,8 millones de toneladas que se destinan sobre todo a la demanda interna, ya sea para consumir fresca, para abastecer a la industria o para producir papa semilla. Por cuestiones climáticas, el cultivo se concentra en pocas zonas. Cerca del 50% se hace en la localidad bonaerense de Balcarce y otra parte en las provincias de Mendoza y de Córdoba”, explicó Gabriel Gómez Ocampo, docente de Fisiología Vegetal en la FAUBA e investigador en el Instituto de Investigaciones Fisiológicas y Ecológicas Vinculadas a la Agricultura (IFEVA; UBA-CONICET).
“El cultivo es muy sensible al déficit hídrico, que reduce su rendimiento tanto en la cantidad como en el peso de los tubérculos, y por eso es que requiere un riego frecuente. Además, las predicciones climáticas indican que el siglo XXI va a ser más árido, con sequías más severas y prolongadas. En este contexto, buscamos una forma de generar plantas de papa que toleren mejor el estrés hídrico”, agregó.
Por medio de la biotecnología, el grupo de investigación que integra Gómez Ocampo, liderado por Javier Botto, otro docente universitario de FAUBA e investigador del CONICET, generó una nueva genética de papas de la variedad Spunta, la más difundida en el país. “Cuando las comparamos con las plantas ‘normales’, vimos diferencias marcadas en su fisiología, su bioquímica y su morfología. Ya sabíamos que rinden un 15% más en condiciones óptimas”, entre otras características.
Los resultados del reciente trabajo del grupo, publicado en la revista científica The Plant Journal, sugieren que esta nueva genética también es más tolerante a una eventual restricción hídrica. Bajo condiciones de sequía moderada, las líneas transgénicas que generaron Gómez Ocampo y sus colaboradores produjeron tubérculos un 11% más pesados que los de las plantas ‘normales’.
Gómez Ocampo destacó que esta papa con nueva genética podría tener diversos beneficios, entre los que remarcó la posibilidad de aumentar los rendimientos en las actuales zonas de producción y de realizar el cultivo sin ayuda de riego. Esto permitiría ampliar el abanico de ambientes y condiciones en los que se lleva a cabo.
La nota de divulgación que da la buena noticia sobre este desarrollo esquiva a propósito la palabra “transgénica”, que es una de las técnicas de la biotecnología moderna que consiste en incorporar un gen de una especie dentro del ADN de otra especie, para dotarla de determinada característica.
Gómez Ocampo explicó un poco las razones: “En las últimas décadas, la biotecnología vegetal se centró en producir genotipos resistentes a enfermedades, a plagas y a malezas, y se creó material biológico que trae aparejado el uso de un paquete tecnológico. Esto implica usar agroquímicos, que aplicados en exceso traen daños ambientales y generan rechazo”.
Por eso en muchos ámbitos, hablar de transgénesis puede ‘activar alarmas’.
Pero el científico aclaró que “Nosotros usamos la biotecnología desde un marco conceptual distinto”. Gabriel explicó que “a la papa le incorporamos más copias del gen BBX21 que tomamos de la planta Arabidopsis thaliana y que se encuentra muy difundido en el reino vegetal. Esto provoca que la papa sintetice una mayor cantidad de proteína BBX21. La tecnología que usamos sólo aumenta el número de copias de un gen que ya se encuentra presente en todas las plantas, y sería inocua para la salud humana y animal”, aclaró.
Según la Wikipedia, Arabidopsis es un género de plantas herbáceas de la familia de las brasicáceas, y “ha sido objeto de intenso estudio en época reciente como modelos para la investigación fitobiológica. Arabidopsis thaliana fue la primera planta cuyo genomase secuenció por completo, una tarea completada en diciembre del 2000 por el proyecto AGI (Iniciativa para el Genoma de la Arabidopsis)”.
Javier Botto añadió que, en este caso, “las plantas de papa modificadas genéticamente producen más cantidad de ciertas proteínas -llamadas BBX21- que le aportan una mayor capacidad de tolerar estrés hídrico y otros estreses. Por ejemplo, responden mejor a las irradiancias elevadas durante las horas del mediodía, lo que se traduce en un aumento del rendimiento de tubérculos. Esta tecnología optimiza el crecimiento y el desarrollo de las plantas de papa, y se podría usar en programas de mejoramiento para cultivos como alfalfa, soja u otros”.
Botto contó que desde hace más de 10 años su grupo de trabajo investiga el tema, con el aporte de varias tesis de grado y doctorales, como la de Gómez Ocampo y la de Carlos Crocco, también docente de Fisiología Vegetal en la FAUBA. Al mismo tiempo, destacó que los estudios se enriquecieron con el aporte de Edmundo Ploschuk y de Anita Mantese, docentes de las cátedras de Cultivos Industriales y Botánica General de esa Facultad, respectivamente, y con la financiación de la UBA, del CONICET y de la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación. Además, agregó que están generando una patente con la tecnología en cuestión.
El investigador expresó que en los experimentos futuros les gustaría evaluar si las características positivas que observaron en laboratorio se plasman en el campo. “Para ello es necesario seguir pasos y normas que controlan el material biológico que llega a los lotes, ya que puede tener muchas consecuencias. En esta etapa estamos buscando la colaboración del mundo privado y la incorporación de estudiantes y profesionales que quieran generar plantas que rindan más en condiciones subóptimas de cultivo y así garantizar la seguridad alimentaria”.