El año arrancó mal para las exportaciones de carne vacuna (retrocedieron 20% en enero) y teniendo en cuenta las ínfulas intervencionistas del gobierno y las repercusiones que podría haber en las materias primas y alimentos de consumo directo por la invasión de Rusia a Ucrania, todo podría tender a empeorar a medida que transcurran los meses.
El ministro Julián Domínguez, a poco de asumir dijo que un país como Argentina no podía exportar más del 24% de la carne vacuna que producía anualmente y eso casi se cumplió en 2021. Pero en el arranque de este año el cepo exportador se endureció y se vendió al extranjero sólo el 20% de la producción de ese mes.
Los embarques sumaron 52.000 toneladas, 25% menos que en enero del año pasado y 22% menos que el promedio mensual del 2021.
Esto se da en un contexto de demanda firme. Europa viene pagando muy bien la carne y la cuota Hilton se vende entre 15.000 y 16.000 dólares la tonelada mientras que China estaba pagando 8.000 a 9.000 dólares dólares por garrón y brazuelo. Son precios récords al menos para China, mientras que Europa está muy cerca de los picos y muy lejos de los pisos que hubo durante la pandemia, cuando los precios llegaron a ser la mitad de lo que son hoy.
Pero todo esto no llega a una cadena productiva que sufre una fuerte intervención y múltiples problemas. La cantidad de carne exportada en el primer mes del año se redujo en 18.000 toneladas respecto de enero del 2021 lo que significó que el país, por frenar las exportaciones de este sólo producto, se perdió del ingreso de divisas por 77 millones de dólares.
Es increíble que no se saquen las cuentas más básicas. Con lo que se perdió en exportaciones de carne se podría subsidiar 3 años al consumo de harina triple 0 y de fideos, ya que según el gobierno para mantener a raya el precio de esos alimentos se requiere de un aporte de 25 millones de dólares que saldrán a modo de retención encubierta del bolsillo de los productores agrícolas.
Pero además, la intervención en la cadena ganadera perjudica a varios y de diferentes modos. Si los frigoríficos trabajan a tope van acumulando carne en cámara, lo que tiene un costo enorme. Además los exportadores deben cumplir con el acuerdo de precios vendiendo al mercado interno cortes a 30% por debajo del valor de mercado. Si no trabajan a tope, entonces les aumentan sus costos fijos y se complica cumplir con ese acuerdo. Mientras tanto la materia prima está históricamente alta: el novillo vale a dólar oficial 4,80 el kilo en gancho.
Pero el precio que les pagan a los productores -de 480 pesos el kilo gancho-, a un dólar blue de 210 pesos, representa menos de la mitad y así se transforma en el más bajo del Mercosur.
Los ganaderos que cobran esos precios deben operar ahora con materias primas mucho más altos, en especial los granos. La incertidumbre se apoderó de ellos y especialmente de los feedloteros, aunque también temen los frigoríficos por la evolución del comercio y sobre todo de la logística global ante la escalada de la invasión de Rusia a Ucrania.
El gobierno dice que tiene un plan, pero en realidad no controla la inflación y cada vez hay más pobres en la Argentina. Mientras tanto se buscan los responsables en el kiosco de la esquina o la fábrica de a la vuelta, en lugar de pensar en cómo aprovechar las oportunidades que da el mercado mundial. En el caso de la carne y tantos otros productos las expectativas son buenas, pero al final los platos rotos de la ineficiencia los pagamos todos.