El “dólar soja” –el tipo de cambio oficial para liquidación de exportaciones agrícolas descontado de derechos de exportación– en la Argentina cotiza actualmente en 71,4 $/u$s, una cifra 63% inferior al tipo de cambio negociado en el mercado bursátil local (MEP).
Eso implica que se necesitan 2,7 “dólares soja” para adquirir un dólar auténtico, mientras que en el caso del trigo y el maíz esa proporción es de 2,0 “dólares cereal” para comprar una unidad de la moneda estadounidense.
La ironía es que el poroto de soja, si bien tiene en el territorio argentino un valor artificialmente bajo por la intervención del gobierno de Alberto Fernández, constituye el único bien propio que cumple las tres condiciones que debe tener una moneda: medio de pago, reserva de valor y unidad de cuenta.
Eso porque la soja se emplea en todo el mundo como alimento base para alimentar aves, cerdos, vacunos y hasta peces, los cuales luego van a terminar en la cena de familias que, si bien décadas atrás se conformaban con un platito de arrocito con vegetales, ahora pueden darse el lujo de consumir proteínas animales.
Cada semana miles de millones de habitantes de Asia, Medio Oriente, África y Latinoamérica pueden comer carne y lácteos gracias a la plena disponibilidad global de soja (que aporta proteínas) y cereales (energía) que conforman las raciones animales.
Argentina y Brasil, en conjunto, son los principales productores mundiales de soja. Y si sumamos a Paraguay y Uruguay (los otros dos integrantes del Mercosur) el liderazgo es inalcanzable para EE.UU., que es el segundo proveedor mundial del poroto.
La soja, como todo commodity o materia prima básica, cotiza en dólares estadounidenses –el patrón monetario de referencia mundial– porque es un bien aceptado y demandado en todo el mundo; un bien indispensable para el desarrollo de la civilización humana. Por ese motivo, es una “moneda fuerte” por sí misma, especialmente si se tiene en cuenta que desde la década del ‘70 las principales monedas del mundo son de curso forzoso, es decir, no tienen ningún respaldo tangible por detrás.