Recomendamos dedicarle mucha atención a esta entrevista con Emilio Satorre, que es profesor titular de la Cátedra de Cerealicultura de la Fauba (Facultad de Agronomía de la UBA) y viene acuñando una frase, “la tercera revolución de las pampas”, para dar cuenta de que el modelo agrícola argentino muestra evidentes síntomas de agotamiento y esta ingresando a un proceso de transformación, desde una visión centrada en la productividad a otra que incorpora con mucho más fuerza conceptos de sustentabilidad social y ambiental.
Mirá la entrevista de Bichos de Campo a Emilio Satorre:
En esta extensa charla, Satorre ubicó la primera revolución de las pampas en el periodo histórico que va de fines del siglo XIX hasta bien entrado el siglo XX, básicamente cuando las sucesivas oleadas de inmigrantes europeos dan cuerpo y forma a la agricultura local y la Argentina se instala, al menos conceptualmente, como “granero del mundo”.
Luego de aquella primera revolución, dijo el experto, “las pampas quedaron prácticamente estancadas, pues entraron en un periodo dormido de casi 40 años, en los cuales la expansión alcanzada se consolidó tecnológicamente pero no continuó creciendo”.
La segunda revolución de las pampas comienza muy lentamente en la década del ’80, cuando empiezan a ingresar en el país diferentes innovaciones que venían generándose en las décadas anteriores, como los híbridos en maíz o la llamada Revolución Verde de los agroquímicos.
“Este proceso alcanza su punto de inflexión y apogeo cuando se liberan en el mercado los primeros transgénicos, fundamentalmente la soja, que permite una extensión del área sin parangón e introduce un montón de procesos tecnológicos involucrados, como la adopción de la Siembra Directa, la incorporación del glifosato como principal herbicida, y el aumento de la cantidad de fertilizante que se aplican”, explicó el docente de la Fauba.
Así las cosas, la segunda revolución logró que el país pasara de 15 millones de hectáreas implantadas con granos a entre 32 y 34 millones. Y que la producción de granos creciera mucho más todavía.
Le preguntamos a Satorre: ¿Y por qué piensa que este proceso se ha detenido?
“Vemos en los últimos diez años que el ritmo de expansión de la superficie -que había llegado a 1 millones de hectáreas por año-, comienza a detenerse, mientras que la productividad sigue avanzando a ritmos menores. Pero las señales de agotamiento no son solo esas sino que aumentan los conflictos”, nos contestó.
¿Qué conflictos? Básicamente el ambiental, y uno social que sigue sin dirimirse entre las comunidades rurales y las urbanas. Satorre explicó que “la segunda oleada agrícola acercó mucho mas la agricultura a las áreas urbanas. Antes siempre se pensó que lo que ocurría dentro del campo le pertenecía al productor, era de propiedad privada. Pero ahora la magnitud de los cambios tecnológicos nos lleva a reconocer que lo que pasa dentro del campo también incumbe a los que están afuera. Eso lo vemos hoy con todo el debate que hay sobre la polusión, la contaminación, la acumulación de agroquímicos”.
Satorre introduce la aparición de malezas resistentes al glifosato como un “síntoma del deterioro” de la segunda revolución, en el capítulo ambiental.
¿Y la tercera revolución que está comenzando? ¿De qué se trata? ¿Hay que achicar la producción?
“No implica necesariamente frenar, pero si cambiar. y probablemente la tasa de crecimiento sea diferente”, con contestó el catedrático. Y amplió: “Esta tercera revolución para mi esta mucho más controlada por los conflictos, que son los problemas generados durante la segunda revolución. Como primer eje apunta fundamentalmente a centrarse en sostener las propiedades del ambiente para mantener la producción”.
“El segundo eje será la atención de los conflictos entre lo urbano y lo rural, y habrá que entender que el mercado no es nadie sino que también hay que pensar en la persona que está al lado de nuestros campos”, añadió Satorre.
El experto, en definitiva, consideró que “no va a haber una sola tendencia de desarrollo sino múltiples. Y así como la segunda revolución simplifico el sistema y extendió prácticamente con muy pocas variantes un modelo productivo a ambientes muy distintos, sobre patrones culturales muy diferente”, con la tercera revolución el país avanzará hacia “un mundo agrícola mucho más heterogéneo”.
Que sea bienvenido.