En la Argentina existen tres mecanismos para aislar a los precios internos de los valores internacionales de los alimentos: derechos de exportación, intervención de exportaciones y “retenciones cambiarias”.
Sin embargo, el secretario de Comercio Interior, Roberto Feletti, acaba de anunciar –como si nada de eso sucediera– que “si queremos asegurar carne, pollo, pan y leche tenemos que desvincular los precios internos de los internacionales”.
En lo que respecta al sector lechero, en septiembre pasado, según el último dato oficial disponible (Inale), el valor promedio de la leche recibido por los tamberos uruguayos fue de 0,36 u$s/litro.
En la Argentina, en cambio, el precio promedio nacional de la leche se ubicó en septiembre en 33,0 $/litro, el cual, medido en dólares reales –convertido con el tipo de cambio MEP GD30– representó una cifra de 0,18 u$s/litro.
Si se toma el valor medio de referencia del maíz disponible puesto en Montevideo en septiembre (250 u$s/tonelada), entonces es posible advertir que, en promedio, se necesitaron 695 litros de leche para comprar una tonelada de cereal en Uruguay.
Pero en la Argentina esa relación, con unos 595 litros, es mucho más favorable para los tamberos gracias que el valor del maíz se encuentra “recortado” por derechos de exportación y cupos de exportación implementados de manera informal o tácita por el gobierno nacional.
La primera conclusión, entonces, es que la intervención implementada en la Argentina favorece a los tamberos porque les brinda una mayor competitividad relativa.
Pero esa ventaja es meramente operativa, porque al momento de realizar una inversión estructural se necesitan dólares reales y, en ese sentido, los tamberos argentinos, al recibir casi un 50% menos de dólares que sus pares uruguayos por cada litro producido, deben esforzarse mucho más.
Para construir un free-stall con un sistema de gestión de purines, adquirir un dispositivo de detección automatizada de celo o bien un robot ordeñador, no existen mecanismos intervencionistas que puedan “planchar” los precios: a ambos lados del Río de la Plata se paga lo que salen esas inversiones o no se las tiene. Sencillo.
No es casual, por lo tanto, que la producción uruguaya de leche se haya incrementando en casi un 90% en las últimas dos décadas, mientras que en ese período la producción argentina creció un 30%.
Entonces, más allá de las ventajas competitivas de corto plazo generadas por la acumulación de distorsiones de mercado, las extracciones sistemáticas de capital terminan produciendo en el mediano y lago plazo una caída de la productividad que se traduce en menos empleo y generación de divisas.