Un cartelito en el lugar justo y en el momento oportuno puede provocar un vuelco en la vida de cada uno de nosotros. En el caso de Daniel Miralles, que se había recibido de ingeniero agrónomo en la UBA durante el regreso de la democracia, el cartelito decía: “Se necesitan ayudantes en Cereales”.
Miralles ya estaba comenzando a trabajar en el campo pero reservó un día por semana para trabajar gratuitamente como ayudante de la Cátedra de Cereales y Oleaginosas de la FAUBA, de la que sigue mucho tiempo después formando parte, ahora como docente. Hoy es además investigador del Conicet y una referencia obligada cuando se habla de trigo en la Argentina. De entrada, su tema de investigación fue la densidad de siembra en trigo.
Mirá la entrevista a Daniel Miralles:
Otro cartelito se cruzó en la vida de Miralles en 1986: el INTA ofrecía unas becas para profesionales externos y él aplicó. Poco tiempo después el derrotero académico lo llevó a pasar más de dos años investigando en Australia, una gran potencia triguera, cuáles eran los principales factores para el desarrollo de los cereales.
-¿Y qué era lo que intentaban hacer con todas esas investigaciones?
-Yo empecé a trabajar en desarrollo de trigo y cebada para ver cómo funcionaban los cultivos y entender cómo se adaptaban a las distintas fechas de siembra y en diferentes ambientes, de norte a sur. Es que siempre me gustó ver la realidad de lo que pasaba a campo. Entonces combinaba esto que hacia en pequeños lotes en la facultad o en cámaras de crecimiento, y a partir de allí iba alternando como podía para ir aplicando los conocimientos a campo.
Miralles define esos largos años de trabajo, y la obsesión de testear todos los materiales en ambientes de producción para evaluar sus comportamientos, como “la gran línea de investigación” de toda su carrera. Y se lo nota muy orgulloso por haber podido poner todo ese esfuerzo al servicio de los productores argentinos. Es algo de lo que no muchos investigadores del sector público pueden dar cuenta.
¿Cómo fue que sucedió? Es que todo el trabajo de Miralles y su equipo se volcó en la construcción de los llamados Modelos Cronos, que son modelos sencillos basados que le permiten a los productores predecir la ocurrencia de distintos eventos fenológicos en los cultivos para una amplia variedad de cultivares disponibles comercialmente en la región”.
Cuenta Miralles a Bichos de Campo que estos modelos que resumen tantos años de ensayos en el laboratorio y a campos no se limitan ahora solo al trigo (Cronotrigo) sino que se extiende a la cebada y ahora avanzan con la soja. Ya acumulan 45 mil usuarios en la Argentina y son totalmente gratuitos. “Uno puede entrar poner una fecha de siembra, una variedad una localidad y saber cómo va a ser todo su cultivo, los riesgos de heladas, de golpes de calor, la dinámica del agua en el suelo. Uno puede predecir cuándo va a ocurrir cada uno de esos eventos”, explica el investigador.
Los productores consultan con avidez esta plataforma porque allí se resumen, en el caso del trigo, el comportamiento posible de 74 variedades, entre candeal y trigo pan, sobre 280 localidades de la Argentina.
-¿Y por qué hiciste semejante relevamiento?
-Lo que es muy simple en ciencia es muy poco preciso y lo que es muy complejo es poco aplicable. Entonces tenemos que hacer de lo complejo algo aplicable a nivel del productor. Es lo que tratamos de hacer en el grupo que yo coordino. Vemos qué preguntas tienen los productores para tratar de responderlas con ciencia y trasladarlas al sistema de producción de la manera más sencilla posible.
-Siempre aparecen nuevas variedades. ¿Se nota un cambio desde que arrancaste estas investigaciones?
-Por suerte el cultivo del trigo siempre fue evolucionando mucho. A partir de esta investigación se abrieron un montón de líneas de trabajo. Una de las que tenemos es ver cómo fue la ganancia genética del trigo a lo largo de los años. Comparamos trigos liberados desde los años ’80 con los de 2019, para ver cuál es el rendimiento de cada uno en la misma condición ambiental. La conclusión es que el trigo gana hoy alrededor de 50 kilos por hectárea y por año por la mejora de las variedades disponibles.
Este es el secreto de por qué cuando Miralles se presenta a dar una charla o participa en una jornada a campo es muy escuchado por los productores: están pendientes de un consejo, necesitan una validación científica sobre los rendimientos de las nuevas variedades.
-En algún momento los cereales cayeron muchísimo en la oferta agrícola nacional por la intervención del gobierno en los mercados. Ahora se dice vamos a tener una cosecha récord de 21 millones de toneladas. ¿Sentís una especie de revancha en este escenario?
.Más que revancha me da tristeza ver algunas decisiones del Estado Nacional a lo largo de los años. No tenemos una estructura racional para tomar decisiones. Creemos que por hacer cupificación de trigo y evitamos que se exporte, eso genera una preservación interna del costo del pan y no nos damos cuenta cómo arruinamos los campos, porque no generamos una rotación racional.
Miralles hace referencia a los cupos de exportación de trigo (y de maíz) que rigieron durante buena parte del gobierno de Cristina Kirchner, cuando el secretario de Comercio era Guillermo Moreno y se implementó un sistema de permisos de exportación (ROE), que tenían como sentido desacoplar los precios externos de esos cereales de los alimentos en el mercado local. Es lo mismo que está planteando ahora el nuevo secretario del área, Roberto Feletti.
-¿Recordás los efectos de aquella intervención en el negocio del trigo?
-Los datos son muy claros y en ciencia lo que vale es el dato. Lo que yo pueda decir si no lo avalo con los datos no sirve. La cháchara dura poco. El pan en aquel momento valía 4 pesos y pasó a tener un valor de 20 pesos, pero no podíamos exportar el trigo. Y teníamos una sojización de los campos brutal, con horizontes laminares, compactación… Y el proceso era igual en Pergamino o en Santiago del Estero. Cuando uno saca las gramíneas de la rotación el impacto que tiene en el suelo es gravísimo.
Miralles tiene que ir a hablar frente a un grupo de 150 productores que esperan con impaciencia sus indicaciones después de tantos años de estudios. Antes de despedirse, quiere dar por cerrado este asunto de las intervenciones dañinas en los mercados, que ahora se están comenzando a repetir tímidamente.
“Un grupo de personas que toma decisiones tiene que evaluar concienzudamente el impacto que va tener esa medida. Eso a mi me da mucha tristeza. Me da felicidad que volvamos a tener rotaciones, como con los cultivos de cobertura. Pero me da tristeza ver cómo podemos ir repitiendo los errores año tras año”, define.