En el 20° aniversario de la Regional de Aapresid de Guaminí y Carhué, en el oeste de la Provincia de Buenos Aires, el agrónomo Ernesto Jáuregui nos habló del “maíz autista”, que fue el protagonista de los últimos ensayos realizados por ese grupo de productores para poder consolidar la incorporación del grano forrajero en las rotaciones agrícolas de esa región.
No es que en aquella región el maíz no se implantara. Se hacía. Pero había que tener mucha suerte con la lluvia para que el cultivo prosperara. Por eso Jáuregui y el resto de los socios de esa regional de Aapresid pusieron manos a la obra para investigar la siembra de maíces en baja densidad. La fórmula permitió estabilizar los rendimientos.
“Mis amigos del norte me joden con que estoy plantando ‘maíz autista’, porque no tienen contacto entre una planta y otra”, bromeó Ernesto. Pero ese ‘maíz autista’, como lo llamaron los productores de otras regiones, logra tener más recursos que uno plantado en una zona de mucha densidad.
“Así lográs que, comparada con una siembra en zona núcleo, la planta consiga tener el recurso que tendrían dos plantas de zonas de plantación más densa. Eso hace que llegue a una mejor formación y que logres un piso y la estabilidad de cosechar siempre”, explicó.
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En la zona de Guaminí y Carhué llueven habitualmente 600 milímetros al año (la mitad de lo que llueve en la zona núcleo agrícola), y esto siempre resultó una limitante para sembrar maíz, pues un año se obtenían unos 8.000 kilos por hectárea y al año siguiente quizás nada.
Frente a tan erráticos resultados, los socios de la Regional Aapresid se hicieron la siguiente pregunta: “Si con 70 mil plantas en Pergamino tienen un potencial de 14 a 15 mil kilos por hectárea, ¿por qué acá con la mitad de plantas no podemos lograr la mitad de rendimiento?”. La idea, según contó el agrónomo, no era generar el cultivo de maíz más rendidor sino, más bien, ver cómo podían hacer para adaptar esta plantación a una zona con restricciones hídricas y con un suelo poco profundo.
En los ensayos realizados por Jáuregui y otros productores han sido más que prometedores: “La idea es lograr un piso de rendimiento. Nadie ya hace un maíz acá pensando que en un año llovedor puede sacar 12 o 14 mil kilos sino pensando que en el peor de los años poder cosechar 3 o 4 mil kilos. Con planteos de entre 25 y 35 mil plantas por hectárea llegamos a tener esos resultados” como base.
Con esta vuelta de tuerca se están cubriendo dos flancos: por un lado se logra contar con el insumo maíz para la ganadería, ya sea como grano forrajero en las raciones o en la confección de silos húmedos. y por el otro lado pudo incorporarse ese cultivo a la rotación agrícola en una zona que “estaba trabajando con mucho trigo y girasol”.