Elina Gaido es oriunda de Guaymallén, Mendoza. En esa provincia se recibió de enóloga y anduvo trabajando por las zonas vitivinícolas hasta que años atrás la contrató una bodega de Las Tapias, en el valle de Traslasierra, Córdoba, donde trabajó un año, pero decidió quedarse en esa zona para asesorar a distintos viñedos nuevos que están surgiendo en esa provincia.
En 2017 había conocido al ingeniero agrónomo José Zarco, que vivía en una zona conocida como Achiras Abajo. Y ese mismo año se lanzaron a plantar en su casa un viñedo de uvas malbec que hoy tiene 1200 plantas.
José en 2011 había comprado una chacra en la parte más alta de Achiras, conocida como Achiras Arriba, y empezaron a soñar con repetir la experiencia también en ese lugar. Pudieron comenzar a hacerlo en 2019 y hoy se trata de uno de los viñedos más altos de la provincia (en Calamuchita hay otros viñedos a 1.200 metros de altitud). Se llega por el camino del Pedemonte que comunica las localidades de San Javier con Rodeo de Piedra, el cual baja hacia Los Molles y luego a Las Rosas.
Este lugar está a 1050 metros de altitud y tiene una vista privilegiada hacia el valle y hacia las sierras. Plantaron un viñedo experimental con el objeto de poder investigar, mostrar y aplicar los resultados en los nuevos viñedos que Elina asesoraba. Lo llamaron “La Campiña Viñedo de Altura”, a complementar en el futuro con un proyecto de turismo rural.
Con las plantas todavía creciendo en espalderas, en 2020 construyeron una pequeña pero hermosa bodega para la elaboración artesanal. Hasta ahora van desarrollando una hectárea y media de viñedos, sobre un suelo netamente pedregoso. En medio también construyeron algunos espacios de encuentro donde los amigos y turistas que los visiten puedan degustar los vinos, acompañados de un buen asado y por qué no de una folklórica guitarreada.
Comenta Elina: “Hemos diseñado un viñedo experimental para realizar ensayos sobre el comportamiento de las distintas cepas, probar distintos riegos, distintas tipos de podas y obtener información que sirva para todo emprendimiento nuevo en la provincia. Además, para registrar todas las formas en cómo se comporta cada viñedo. Porque cuando se planta un viñedo donde nunca lo hubo, hay que investigar y ensayar mucho”.
En su caso, dice, “he buscado en las bibliotecas y no he hallado registro del pasado vitivinícola de Traslasierra, como sí lo hay en Calamuchita. El problema de Córdoba es que vivió una época de esplendor vitivinícola y luego se cortó, de modo que hoy no tiene viñedos viejos”.
Explicó la especialista que en esta región de Córdoba llegó a haber unas 500 hectáreas de viñedos. Pero se discontinuaron. No en vano el dique que riega las tierras de este valle se llama Las Viñas.
“Con la reconversión vitivinícola, solo en Colonia Caroya se pudo conservar la tradición de los inmigrantes italianos con la uva frambua, hoy con muy lindos viñedos. Pero la zona de Traslasierra tuvo una tradición vitivinícola y se abandonó. Hoy está resurgiendo, pero de la mano del turismo, con viñedos chicos, y para que puedan ser rentables, necesita ir de la mano del negocio turístico y del inmobiliario, como complemento”, explicó la enóloga.
Elina entró en detalles: “En esta provincia estamos a la búsqueda de una cepa de excelencia. Se suele plantar malbec, porque es la cepa que el turista pide. Pero he comprobado en mis distintos trabajos que el tanat es una variedad que se da de modo excelente en Traslasierra. Y el bonarda, también. Hice una prueba con cabernet franc y comprobé que dio una muy buena respuesta”.
En cambio, afirmó, “las uvas blancas se dan mucho mejor en la región de Calamuchita, al norte de Córdoba, como es el caso también del Pinot. En esta zona, como es muy cálida, de las uvas blancas hay que seleccionar las cepas de uvas de zonas cálidas. Lo más importante es llegar a la varietalidad con su característica de la zona”.
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Elina, de todos modos, sabe que “en esta región, como la mayoría de los viñedos están rodeados de monte, sus árboles y arbustos desprenden sustancias aromáticas que se adhieren a la película cerosa que tiene la baya o grano de uva, dándole características aromáticas particulares a los vinos que se elaboran”.
“Por eso digo que lavar la uva, está prohibido, y además por ahora, reniego del sabor a madera en los vinos jóvenes, porque invade los sabores particulares que le da la región, al menos hasta que tengamos plantas de 25 años, cuando la planta ya alcanzó un equilibrio con algunos componentes concentrados que ya no permiten que la madera los invada”, explicó.
Cuenta Elina, que en su viñedo está destinando en parte también a rescatar el patrimonio del pasado histórico de la vitivinicultura de Traslasierra.
“Hace dos o tres años visitamos con José sierras arriba, subiendo hacia el cerro Champaquí, unos puestos abandonados donde cuentan los lugareños que la gente que los habitó hacía vino y armaban fiestas populares que duraban varios días. Y vimos que han sobrevivido muchas vides de esos viñedos de cepas criollas, abandonados, y que con los años se han ido trepando y enredando en los árboles”.
Relató detalles de esa experiencia: “Esperamos al invierno y bajamos material para reproducirlo en nuestro viñedo, pero no es de primera calidad, de modo que nos costó mucho. Otro trabajo que hice fue rescatar plantas de los parrales de uva criolla, de las casas de familia, de Villa Dolores y de San Pedro, además de una escuela agrotécnica que nos dio algunas estacas de buena calidad”.
En ese papel de coleccionista de viejas plantas, hasta hoy lleva plantadas 250 vides y tiene para llevar a tierra otras 250 plantas más. “Pero los pájaros y el clima no me permiten medir los racimos porque me los destruyen antes de que queden conformados. Y como si fuera poco ya hemos sufrido tres granizadas. Vamos a tener que fertilizarlos, para darles más fuerza y que puedan expresarse mejor”.
La colección de cepas viejas “las plantamos acá en nuestro viñedo, donde tenemos media hectárea de uva criolla más 1 hectárea con tres variedades: malbec, tanat y bonarda. Además hemos plantado una hilera de prueba con la variedad marselán, que es fruto de un cruzamiento francés entre cabernet sauvignon y grenache. Y también tenemos algunas plantas de cabernet franc”.
“Ya hicimos con José, la estructura para plantar más de esta uva el año que viene, pero no conseguimos plantas. Porque este año ha crecido muchísimo la demanda de plantas en toda la Argentina, y eso indica que la vitivinicultura está creciendo”, se esperanzó la enóloga mendocina que se radicó en Córdoba.
Por último, Elina habló de sus apuestas al futuro: “Un gran avance es que hasta el año pasado regábamos con un grupo electrógeno, porque no nos llega luz de red, y ahora hemos invertido en paneles solares con baterías de gel, que son las más amigables con el medio ambiente”.
“Es importantísimo que los consumidores apoyen estos proyectos vitivinícolas de Córdoba, probando estos vinos nuevos, diferentes, pero de muy buena calidad. Estamos organizando una propuesta de asociar a gente amiga que sueña con su propio viñedo y no puede llegar a tenerlo, para que pueda venir a trabajar aquí y tener sus propias plantas. Me imagino el futuro de este lugar: lleno de gente y de vinos. En marzo de 2022 vamos a tener la primera vendimia”.
“Los esperamos”, nos dijo.
Felicitaciones Elina !!!!Que interesante proyecto .Esperamos llegar algún día por allá!!
Realmente, felicitaciones José y Elina! Me han devuelto al ser interior esas fuerzas y la esperanza de creer que se puede volver a las raíces y además cultivar la creatividad! No hay como ese tiempo que te permite disfrutar de un vinito distinto y aprender a utilizar los sentidos! Gracias! Ojalá pueda pasar a conocerlos ! Un abrazo desde Neuquén!