En el ámbito agroindustrial argentino el hecho de que Molino Cañuelas se haya declarado en convocatoria de acreedores no representa sorpresa alguna: en los últimos años la mayor parte de los corredores de granos, al momento de ofrecer a empresarios agrícolas ofertas de compra de granos, aclaraban cuáles eran las correspondientes a las empresas controlada por la familia Navilli a modo de advertencia del riesgo comercial presente en la operatoria.
Si bien los descalabros financieros del grupo tienen una extensa trayectoria, en 2016 es cuando comenzó a gestarse el problema que finalmente derivó en el concurso. Ese año los integrantes de la familia Navilli decidieron encarar un proceso de reorganización societaria por medio del cual concentraron bajo el control de una sola compañía (Molino Cañuelas) todas las empresas y negocios que, si bien pertenecían a diferentes miembros de la familia, se gestionaban de manera independiente.
Así fue como Molino Cañuelas se hizo con el control de Molca (Terminal Las Palmas), Compañía Argentina de Granos (Cagsa), Cañuelas Pack, Megaseed y los molinos Cañuelas Uruguay, Florencia y Americano –entre otras firmas–, lo que requirió una inversión importante, cuando un año antes (2015) los Navilli habían desembolsado una fortuna para comprar los molinos Trigalia a la filial argentina de Cargill, que, con buen tino, decidió que el negocio de la harina de trigo en la Argentina no tenía un panorama promisorio.
Pero lo que pretendió ser un “salvataje” de algunas empresas familiares en situación comprometida, terminó provocando un problema mayúsculo: el primer balance informado del grupo consolidado, correspondiente al período comprendido entre diciembre de 2016 y agosto de 2017, arrojó una pérdida de 505 millones de pesos (por entonces unos 29 millones de dólares) sobre una facturación total de 20.453 millones de pesos. Y terminó además con un patrimonio neto negativo de 757 millones de pesos.
En ese marco, a fines de noviembre de 2017 la familia Navilli decidió que lo mejor era lanzar una Oferta Pública de Acciones (OPA) para comenzar a cotizar en las Bolsa de Comercio de Nueva York (NYSE) y de Buenos Aires (BCBA), de manera tal de hacerse con el efectivo para ordenar las cuentas y salir adelante. Pero claramente no eligió un buen momento, porque en 2018 la economía argentina ingresó en una fase turbulenta –que se extiende hasta la actualidad– y el proyecto de la OPA se cayó.
En el medio, los Navilli tenían que poner en movimiento la enorme capacidad de molienda de trigo que consolidaron –con 3,12 millones de toneladas anuales es la más grande del país– y crearon así una red de franquicias de pizzerías (Pizza Alla Pala) y una nueva unidad industrial localizada en Carlos A. Spegazzini, en el Conurbano bonaerense, dedicada a elaborar masas congeladas. Todos proyectos que, en una economía pujante, seguramente habrían salido adelante, pero que en la Argentina reciente eran un boleto asegurado para “remar en dulce de leche”.
Desde entonces, los Navilli comenzaron a negociar la enorme deuda, estimada en unos 1400 millones de dólares, tanto con bancos locales como con entidades financieras internacionales. Si bien en varias oportunidades manifestaron importantes avances al respecto, es evidente que no pudieron llegar a buen puerto.
En el mercado financiero argentino, según datos del Banco Central (BCRA), Molino Cañuelas tiene una deuda total de 28.383 millones pesos, mientras que Cagsa acumula otra de 11.529 millones. La cifra total de casi 40.000 millones de pesos se concentra en su mayor parte en Banco Nación, Banco Provincia (Bapro), HSBC, Banco Hipotecario y Santander. Sin embargo, la “mochila” más pesada corresponde a la deuda dolarizada que mantiene que con entidades externas, tales como Rabobank, ING y la Corporación Financiera Internacional.
La familia Navilli se ha dedicado al negocio de procesamiento de alimentos y molienda de harina desde 1931. El presidente del directorio y CEO de Molino Cañuelas es Aldo Adriano Navilli, quien comparte la sociedad junto a sus hermanos Ricardo, Carlos y Adriana, además de Marcos Villemur (hijo de Adriana). La empresa opera en las categorías de “retail” de aceites vegetales, harinas, bizcochos, galletas dulces y saladas, premezclas y pan rallado, además del negocio de harina y premezclas para panaderías, industrias y exportación, productos especiales a medida (como pan de Viena y cinnamon rolls para McDonald’s), agroservicios (vehículo para originar granos en general y trigo en particular) y exportación de poroto y harina de soja, entre otros.