A Pablo Bencivenga le empezó a inquietar la posibilidad de que la peperina se extinguiera y entonces se decidió a “hacer algo”.
Pero antes de lanzarnos a la historia en sí, un marco de referencia: Pablo es productor agropecuario y propietario del establecimiento Loza Corral en Córdoba, ubicado sobre el camino que une el pueblo de Ischilín con la localidad de Charbonier. Para más datos: exactamente a 8 kilómetros del pueblo y al lado de la Casa Museo del pintor Fernando Fader, que era el dueño anterior del campo. Desde hace años Pablo y su familia se dedican a la cría de Brangus.
Hasta aquí, un modelo tradicional del campo argentino: campo y vacas. Pero un día llegó la peperina y, junto con ella, un montón de ideas: “Todo surge hace tres años, viendo que la peperina es una especie autóctona que está en riesgo de extinción porque está siendo recolectada indiscriminadamente por la gran demanda que tiene y, además, porque nadie la cultiva”, dice Pablo de un tirón, como quien ha reflexionado mucho sobre el asunto.
“Entonces me puse en contacto con gente que desde hace tiempo se dedica a la investigación de la peperina y le planteé mi inquietud”, recuerda. “Así comenzamos con la recolección de semillas y la construcción de un invernadero que reuniera todas las condiciones necesarias para producir plantines de semilla, que luego serían trasplantados a campo”.
Hoy el invernadero La Aguadita alberga alrededor de 50 mil plantines que van a ser pasados a campo a en breve (al inicio de la primavera) para ser cultivados de manera extensiva. Otra gran parte que ya fue plantada en el monte durante el año pasado pero hubo un percance: se les quemó la mitad del campo donde tenían la mayor cantidad de plantines.
“Entonces lo que hicimos fue, en este otoño, implantar plantines de 30 o 40 centímetro en ese lugar”, cuenta Pablo. “El invierno fue duro, con temperaturas muy bajas y nieve, pero los plantines vienen bien; la idea es volver a reforestar todo ya que luego del fuego se redujo mucho el rebrote”.
En cuando al manejo, la clave es brindarle al cultivo los requerimientos básicos como son el riego, la fertilización orgánica, el control de la temperatura y la ventilación. Toda la producción es sin agroquímicos.
Los plantines los venden a pequeños productores del Valle de Calamuchita y Traslasierra y lo cosechado a campo es secado, despalillado y vendido a herboristerías. Y la iniciativa marcha muy bien, al punto de que mucha gente se ha contactado mostrándose interesada en los plantines y en el emprendimiento en sí mismo.
“La peperina es rentable como unidad de negocio complementaria a la actividad principal”, resume Pablo. Y agrega: “Yo le digo a la gente que se anime, que vale la pena arriesgarse. Nosotros estamos apostando ciento por ciento al emprendimiento porque nos interesa conservar esta aromática nativa y hasta ahora hemos tenido buenos resultados cumpliendo los objetivos propuestos. Es una actividad que, como todo trabajo, requiere constancia y dedicación”.
Además de la producción en sí misma, ya hay otras iniciativas que se vienen gestando: “Nos gustaría que La Aguadita, como centro de producción y cultivo de peperina, forme parte de un circuito turístico y que la gente pueda acercarse a conocerlo”, cuenta Pablo. “Este un emprendimiento familiar que hacemos con mucho esfuerzo y aspiramos a que a futuro pueda ser también una fuente de trabajo para la gente del lugar”.