La propuesta consiste en talleres/charlas/caminatas donde quienes participan aprenden a reconocer los alimentos silvestres que nos rodean (sí, “nos” rodean a todos porque siempre hay alguna plantita cerca de nosotros), el alimento/medicina de nuestro entorno, ya sea en el monte o en un baldío a la vuelta de casa.
“Es un intento por recuperar un saber ancestral con el cual hemos convivido y evolucionado durante milenios, una relación con la naturaleza que se ha roto profundamente en los últimos 200 años”, dice Julio Hernández, que es cocinero, viajero, recolector, fermentador y explorador de las culturas alimenticias. También es creador de Alimento Genuino , una propuesta que engloba todo esto que estamos contando.
El concepto “madre” es que las alacenas vuelvan a estar llenas de alimentos genuinos y de la naturaleza, no de latas ni paquetes que nunca vencen y que no se sabe bien qué tienen. Para lograr esto, explica Julio, es necesario recuperar conocimientos que nos permitan reconocer los alimentos, recolectarlos, fermentarlos, almacenarlos y/o transformarlos para poder consumirlos.
Entonces, los espacios de encuentro en Alimento Genuino son momentos para reflexionar sobre lo que está sucediendo en nuestro entorno más cercano, ya sea en el monte, el campo o la ciudad. Y esto es lo interesante: que vivamos donde vivamos siempre es posible pensar sobre qué comemos.
“El alimento del monte no solo crece en el monte, también crece en los grandes centros urbanos modernos (que alguna vez fueron monte). En las ciudades crece muchísimo alimento silvestre pero muchas veces está contaminado por los residuos urbanos, los autos, las cloacas”, reflexiona Julio.
“¿Podríamos consumirlos? ¿Qué debería cambiar para poder hacerlo? Entonces el taller es una invitación a observar aquello que crece a nuestro alrededor y a preguntarnos si realmente podemos consumirlo. Y, si la respuesta es no, poder preguntarnos por qué para seguir indagando, deconstruyendo y construyendo la realidad que nos rodea”.
La idea de toda esta propuesta es parte de un proceso que se viene desarrollando desde hace varios años. Un día Julio empezó a preguntarse qué comemos, qué llevábamos a nuestros cuerpos y cómo reacciona ante esos estímulos. Y así empezó a investigar sobre el sistema digestivo, todo lo que sucedía en el intestino y allí llegaron las bacterias, la microbiota, las fermentaciones y los alimentos naturales.
“Los talleres son itinerantes. Hemos llevado estas propuestas a varias provincias de Argentina y principalmente los realizamos en los alrededores de Córdoba Capital, en pequeños pueblos donde aún se conserva gran parte del monte nativo. Siempre es bueno recordar que a la provincia de Córdoba solo le queda menos del 5% de su monte nativo, producto del desmonte para el desarrollo inmobiliario, el avance de la frontera agropecuaria, etcétera, e incluso debido a un gran desconocimiento del rol fundamental que cumple el monte para la salud de la tierra y el sostenimiento de la vida”.
Julio ha coordinado caminatas de reconocimiento también en otros países como Bolivia, Paraguay, Perú y Austria. Son talleres que pueden darse en un patio, en una plaza, en una escuela, en el monte, e incluso en un balcón de un departamento. “¡Seguro encontraríamos alguna plantita creciendo en alguna maceta!”, dice, y hasta han compartido estos talleres de manera online.
“Hay talleres donde aprendemos a transformar estos alimentos que el monte nos brinda para poder incorporarlos a nuestra alimentación diaria y caminatas donde aprendemos a reconocer estos alimentos del monte y a diferenciarlo de aquellas plantas que pueden ser tóxicas” describe. “También son espacios de reflexión, de puesta en común e intercambio de saberes, incluso hay momentos para el arte, por ejemplo, a través del dibujo o la poesía”.
Algunas de las comidas que elaboran son una bebida dulce con frutos de mistol (conocida como añapa); pesto de suico; mbejú (un alimento típico guaraní a base de fécula de mandioca) con harina de hojas de quinoa blanca; sopa con distintas verduras y el agregado de raíces de achira roja y hierbas deshidratadas. Y para salar usan jume, un pequeño arbusto que crece en las salinas de Córdoba y es muy salado.
“El monte nativo corre peligro; estamos ante un momento de extractivismo brutal de la vida en general (el extractivismo minero, el de la agricultura, el pool sojero y los desarrollos inmobiliarios, entre otros) que están acabando con el agua, con el monte y la vida”, asevera Julio. “Aprender a reconocer el monte nos lleva a aprender a valorarlo, debemos comprenderlo, volver a dialogar con él y reconocer su importancia para la vida. Nos damos la oportunidad de verlo con otros ojos”.
Excelente nota, felicitaciones !!!