El gobierno nacional, a través de una resolución firmada por los ministros Matías Kulfas y Luis Basterra, decidió prorrogar hasta el 31 de octubre próximo, es decir hasta dos semanas antes de las elecciones de medio término, el cepo a las exportaciones de carne vacuna. La medida, adoptada de prepo en mayo y formalizada en junio pasado, permite volcar al mercado doméstico unas 30 mil toneladas de carne al mes que antes se dirigían a los destinos de exportación. Esto ya permitió que en junio se detuviera la suba de los precios que pagan los argentinos por ese alimento.
“Prorrógase hasta el 31 de octubre de 2021 las medidas dispuestas por el Artículo 2º del Decreto 408 de fecha 22 de junio de 2021 y su modificatorio”, dice la resolución conjunta 7/2021, que se publicó esta madrugada en el Boletín Oficial. Esto implica que el sistema de cupos a la exportación, que originalmente debía vencer este 31 de agosto a la medianoche, se extenderá por 60 días más.
La prórroga coincide bastante con el calendario electoral. Las elecciones generales son el 14 de noviembre, por lo que el cepo duraría al menos hasta quince días antes de ese suceso. Una clara señal de que el gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner no quiere tener sobresaltos en materia de precios de la carne en plena campaña. Es que la carne vacuna subió más del 80% de un año a otro, a la par o más que otros alimentos y componentes de la canasta básica. Recién en julio, con el cepo en vigor, los precios se retrotrajeron un 1%.
El cerrojo exportador, como bien recuerda la resolución publicada hoy martes, se estableció formalmente por decreto del 22 de junio de 2021, aunque las restricciones vienen de un mes antes y el mecanismo para controlar el comercio exterior se impuso en abril. Luego del decreto que formalizó el cepo hubo una segunda medida que además prohibió las exportaciones de siete cortes bovinos de consumo habitual en el país, como el asado y el vacío.
El sistema de cupos, que reduce a la mitad las exportaciones de carne registradas en el segundo semestre de 2020, tenía en principio vigencia hasta el próximo 31 de agosto. Solo quedaron al margen del “cepo exportador” la cuota Hilton para Europa, el cupo de 20 mil toneladas para EE.UU. y más recientemente se habilitó también la carne kosher faenada especialmente para Israel.
El gobierno admitió que esta fuerte restricción a los negocios de exportación -que afectaron sobre todo los envíos a China- fue exitosa. “En materia de precios, el impacto de las medidas que limitaron la venta al exterior de manera temporal ha comenzado a mostrar resultados positivos. Tras dos meses de vigencia, los precios se estabilizaron e incluso mostraron cierta retracción en distintos eslabones de la cadena. En consecuencia puede observarse que las medidas tomadas han cumplido el objetivo de reducir la dinámica de precios”, se jacta la resolución de Basterra y Kulfas que extiende, sin flexibilizaciones de ningún tipo, el corset a las exportaciones de carne, un negocio que generó casi 3.000 millones de dólares en divisas en 2019 y 2020.
Según cuentan los dirigentes de la Mesa de Enlace que estuvieron reunidos con el presidente en junio pasado, horas antes de la imposición de este sistema de cupos, Fernández les había prometido que daría marcha atrás con las restricciones a la exportación ni bien los precios internos de la carne se calmaban, pero al parecer decidió ahora incumplir con esa promesa. O quizás prorrogar su cumplimiento, para ser políticamente correctos.
Esta decisión deja a las entidades del campo a las puertas de una nueva protesta, semejante o diferente al cese de comercialización que ya realizaron a fines de mayo, cuando el gobierno comenzó a intervenir el mercado cárnico.
Los ruralistas se verán las caras hoy martes al mediodía en la ciudad de Santa Fe, pero no tenían demasiado claro qué pasos iban a seguir. Luego de esa reunión se podría tal vez conocer la modalidad de la nueva protesta que viene en camino.
La Sociedad Rural (SRA), una de las entidades de la Mesa de Enlace, emitió el lunes un estudio en el que calculó que a la cadena productiva este cepo le produjo un daño de más de 1.000 millones de dólares desde su implementación. La mayor parte de esa pérdida, unos 400 millones de dólares, recayó sobre los productores ganaderos, que vieron como se desvalorizaba su ganado. Más allá de que esas cifras puedan ser revisadas, no ha habido un informe ni oficial ni privado que refleje los beneficios del cepo exportador.
Incluso la frenada del alza de precios de la carne parece tener mucha más relación con la situación de bajos ingresos de la población que con esta reducción forzosa de las exportaciones. Como sea, con el cepo en vigencia, la oferta interna de carne se amplió y los argentinos pudieron volver a recuperar un consumo per cápita superior a los 50 kilos anuales (su ubicó en 53 kilos en julio) después de varios meses de haber perforado ese piso.
Este escenario, en época de elecciones, parece ser el adecuado para el oficialismo.
Imperó, por lo tanto, una lógica política más que un razonamiento técnico. En las últimas horas hubo un hecho que expuso ante la opinión pública que la decisión de prorrogar el cepo a la exportación de carne no provendría de los cuerpos técnicos del gobierno y ni siquiera sería decisión de los ministros que firmaron la resolución. Un mensaje de celular que el secretario de Agricultura, Jorge Solmi, envió por equivocación a un grupo de WhatsApp de productores dejó a la vista que la definición final en este asunto estaba siendo tomada por el hijo de la vicepresidenta y líder de la bancada oficialista en Diputados, el santacruceño Máximo Kirchner.
La Cámpora contra el campo, cuando no.
“¿No se podrá hacer un último esfuerzo hablando con Máximo para liberar algo de carne de vaca manufactura y conserva (8 dientes sin preñar) y cupo a frigos nuevos que no tienen? Es importante en la zona centro para las elecciones”, decía el mensaje que se filtró por equivocación desde el celular del secretario Solmi, que depende de Basterra. El funcionario reconoció el pifie, pero negó ser el autor de esa esquela. En todo caso, la anécdota dejó al descubierto que había sectores del Ejecutivo que pretendían flexibilizar el cepo exportador, pero que no tuvieron éxito al tropezar con la decisión del ala más dura de la coalición de gobierno. es la misma que en los últimos tres lustros ha hecho de la pelea con el agro uno de sus deportes favoritos.
El propio Kulfas, que se ha reunido repetidas veces con el Consorcio ABC, hasta anticipó hace rato que se pensaba en una flexibilización de los cupos para permitir la venta al extranjero de la carne de vaca conserva o manufactura (que era la categoría a la que hacía referencia el mensaje, y cuyas carnes no tienen demanda dentro del país). Pero sus buenas intenciones, si las tenía realmente, quedaron desairadas frente a la estrategia política del kichnerismo, que parece preferir el territorio de la confrontación con el agro más que privilegiar una salida consensuada de la crisis.
Cara de poker, sin embargo, Kulfas ni pataleó. Y firmó esta nueva resolución.
Los costos, para la economía y la sociedad, de una nueva pelea con el campo parecen importarle muy poco a quienes manejan los hilos del poder detrás de la mascarada del gobierno.
Dice la resolución que extendió el cepo exportador hasta casi el día de las elecciones: “Si bien la solución estructural a la tensión entre mercado externo y mercado interno se vincula con medidas que permitan aumentar la producción, en el corto plazo la herramienta de limitar las ventas al exterior es indispensable para garantizar el acceso de las y los argentinos a la carne vacuna frente al fuerte aumento de los precios a las y los consumidores”.
Casi al pedo en esta crónica resulta recordar que cuando anunció el recorte de las exportaciones -tres meses atrás, el 27 de mayo-, el gobierno de Alberto y Cristina prometió también -avergonzadamente- lanzar un “Plan Ganadero” que justamente tenía como objetivo potenciar la producción. Se conoció un borrador del mismo, lleno de consignas y proclamas. Pero ninguna medida concreta para fomentar la producción de carne.
El kirchnerismo sigue dando muestras de que es especialista en destruir cosas (en este caso un negocio que pintaba bien para la Argentina, porque generaba divisas y muchas fuentes trabajo) más que en construirlas.