La segunda partida de Lucas Borrás fue la definitiva.
Mientras cursaba la carrera de Agronomía en la Fauba, hizo una pasantía en una empresa semillera y decidió que se dedicaría a la investigación. Una vez recibido, realizó un doctorado en Ciencias Agropecuarias con una beca del Conicet
En 2004 –con la ciudadanía estadounidense por parte de madre– se radicó en Estados Unidos para trabajar en una empresa semillera y posteriormente se desempeñó como docente en la Universidad de Iowa. Todo indicaba que su vida iba a transcurrir allí.
Pero a fines de 2008 decidió regresar a la Argentina a través del “Programa Raíces”, que se propuso repatriar científicos de diversas disciplinas.
Con un puesto de investigador del Conicet y de la Universidad Nacional de Rosario, logró formar un equipo (Grupo de Investigación en Manejo y Utilización de Cultivos Extensivos) dedicado a optimizar las producciones de maíz, sorgo y soja, no solamente en el ámbito académico, sino también interactuando con productores e industrias para que el conocimiento producido genere valor agregado.
Lucas, quien tiene un índice Scopus de 24 (es decir, es “groso” en el ámbito científico), trabajaba a dos manos tanto en investigación como en docencia y asesoramiento a compañías privadas. Le iba muy bien. Pero un día, junto a su esposa, dijo “basta” y comenzó a armar las valijas para volver a EE.UU.
Hoy presenté mi renuncia a la UNR, acepté un trabajo con Corteva en Iowa.
Con Brenda decidimos mudarnos. No fue simple la decisión después de 12 años, pero contentos porque creemos que al sistema algo le dejamos. Y esperamos seguir aportado desde otro lado.— Lucas Borras (@PituBorras) May 26, 2021
“La situación argentina en algún momento nos empezó a preocupar. Considero que la Argentina no está bien”, explicó Lucas, quien se integró tres meses atrás al departamento de Soluciones Agronómicas Digitales de Corteva, localizado en la comuna de Johnston, al norte de la ciudad de Des Moines, Iowa, en pleno “corazón agrícola” de EE.UU.
“Mi opinión es que, aunque seas millonario y te vaya muy bien en la Argentina, no te está yendo bien, porque el riesgo que tomás cuando parás en un semáforo por la noche, por ejemplo en el Gran Rosario, lo toman todos, más allá de dónde vivan”, expresó a Bichos de Campo.
Llegaron justo cuando terminaba el ciclo lectivo, de manera tal que su hija mayor, quien ya tiene seis años, empezará el colegio en los próximos días, mientras que el más pequeño tiene dos años. En el Midwest, a diferencia de otras regiones de EE.UU., la mayor parte de la gente no habla castellano, pero los chicos, por su corta edad, aprenden inglés aceleradamente de manera natural.
“La decisión la tomamos por una cuestión de expectativa futura de la Argentina y, teniendo chicos, y se acreciento eso, especialmente en función de que aún son pequeños”, comenta.
“Tengo 47 años y nos dio la sensación de que si no nos mudábamos ahora, luego iba a ser muy difícil poder hacerlo. Cuando te mudás muy tarde, después es muy difícil armarte una jubilación acá”, añade.
El jefe de Lucas –Carlos Messina– también es argentino. El área en la que trabaja los agrónomos son minoría, porque la mayor parte de los puestos están integrados por biólogos, matemáticos e informáticos, pues la misión que tienen entre manos es diseñar modelos predictivos, a través de la gestión de grandes bases de datos e inteligencia artificial, con el propósito de realizar simulaciones orientadas a validar tecnologías sin tener que recurrir a ensayos a campo. Es decir: ahorrar décadas de tiempo al probar en computadoras lo que tradicionalmente se hace campaña tras campaña en el terreno físico.
“Nos dedicamos al diseño de modelos para generar predicciones de rendimientos en función de diferentes variables. Todo eso, que arrancó hace más de dos décadas con los modelos básicos de simulación, evolucionó mucho en los últimos años y ahora la agricultura digital puede hacer simulaciones incluso considerando la componente genética”, explica.
La comuna de Johnston es muy agradable y apacible. Lucas va en bicicleta al trabajo, el cual, por sus características, es de orden global, pues está dedicado a atender las necesidades de distintos grupos de investigación de Corteva ubicados en diferentes partes del mundo.
Su esposa, ex investigadora del Conicet, se dedica a organizar la vida de la familia en el nuevo ámbito (ninguna mudanza es fácil y mucho menos si la misma implica un cambio de hemisferio), mientras realiza el papeleo para poder comenzar a insertarse laboralmente en la zona.
“Si en algún momento tengo alguna duda de la decisión tomada, leo los diarios argentinos y en un minuto se van”, confiesa Lucas.