Por Matías Longoni (@matiaslongoni).-
La imagen del partido es la siguiente. Hay un tiro libre y quien se dispone a patearlo es nada menos que el gobernador de La Pampa, Carlos Verna. El shoteador le pone tiza a su botín. Pretende que la pelota ingrese en el arco, y si fuera posible en el mismísimo ángulo. El gol significaría que los frigoríficos de su provincia puedan vender carne con hueso al sur de la Barrera Sanitaria del Río Colorado. Hoy no pueden porque esa barrera mantiene a la Patagonia bajo el status sanitario de libre de aftosa sin vacunación, y entonces no entra nada (o lo hace como contrabando) que tenga hueso.
Verna apunta y patea cada vez con más fuerza, pero hasta ahora todos sus intentos fracasaron. Es que son muchos y fieros los defensores dispuestos a poner el cuerpo para evitar que haga gol. Algo rústicos, pero decididos. La pelota siempre ha sido devuelta por la barrera.
Luis Sacco es uno de esos defensores. Productor ganadero de Río Negro, consejero de las rurales ante el INTA, pone el pecho en defensa de la Barrera Patagónica y está incluso dispuesto a pasar al contrataque: “Nosotros trabajamos mucho para lograr este status sanitario. Lo que deberían hacer los pampeanos es trabajar también en ese sentido. La aspiración debe ser a seguir mejorando en materia sanitaria en todo el país”, nos dice.
Mirá el reportaje que le hicimos:
Junto a Sacco hay muchos otros ganaderos rionegrinos que esperaron mucho tiempo para ser considerados parte del área patagónica protegida. Eso sucedió recién en junio de 2013, luego del pronunciamiento de la Organización Internacional de Epizootias (OIE). Hasta ese entonces, estos productores también sufrían restricciones sanitarias y comerciales ya que estaban incluidos dentro de una zona buffer, la Patagonia Norte. Ahora no. Ahora ellos sí pueden vender sin problema los asados y otros cortes con hueso.
¿Por qué todos se plantan en la barrera para defenderla de la oferta de asado de La Pampa y de otras provincias del Norte? Básicamente porque la Región Patagónica es deficitaria en materia ganadera y por lo tanto importadora de carne. Esto ha implicado a lo largo de las épocas que exista un sobreprecio muy tentador para cualquier productor: la carne vale allí de 20 a 30% más que en el norte de la barrera. Por eso Verna patea y patea.
Para los rionegrinos, bienvenido sea ese premio. Pero no es ese sobreprecio el que inflama los pechos de estos defensores ni el que los hace jugarse la vida en cada pelota. El problema no sería tanto la carne que ingresa a la región sino los terneros que antes la dejaban. Lo explico mejor…
Antes la patagonia norte era una zona de cría, de la que migraba el 90/95% de los terneros después de cada zafra porque no había suficiente alimento para mantenerlos. Pero con el corrimiento de la barrera unos kilómetros más al norte y la eliminación de la zona buffer, para los productores comenzó a ser negocio incorporar la recría y el engorde. Es decir, dejar de exportar terneros y comenzar a producir directamente animales gordos, para consumo dentro de la región. Obvio que el sobreprecio resulta tentador y ayuda. Pero lo que está sucediendo en los campos rionegrinos aptos para bovino es toda una redefinición del modelo ganadero en una región que quiere apuntar hacia el autoabastecimiento.
¿En qué se expresa este reordenamiento del equipo detrás de la barrera? Por un lado, se produjo una acelerada recuperación del stock bovino, que había quedado diezmado tras la fuerte sequía que duró hasta 2011. El gobernador Alberto Weretilneck dijo que a partir de 2013 la provincia pasó de solo 450 mil cabezas a las actuales 750 mil. Y que la mayoría de ellas se terminan en la provincia, que ha visto crecer cuatro veces -de 40 a 160- la cantidad de feed lots o empresas que terminan los animales con granos.
Tabaré Bassi, el secretario de Producción, añade que a partir del corrimiento de la barrera la provincia pasó de una faena de 100 mil animales anuales a cerca de 150 mil. Un informe reciente del Senasa lo confirma. Dice que la faena en el región norpatagónica creció 9% en 2017, hasta 138.007 cabezas.
“El problema con La Pampa es por el asado”, dice Bassi. En rigor, cerca de la mitad de la carne consumida dentro de la Patagonia, unas 23 mil toneladas anuales, todavía proviene del norte de la barrera. Pero son cortes sin hueso. El problema es el asado.
Hay un proceso virtuoso evidente detrás de la barrera. Como no se podían traer toros del norte para repoblar los campos, hubo un crecimiento de las cabañas que aportan genética, y que ya suman más de media docena en toda la provincia. De los feed lots ya hablamos. En el final de la cadena existen seis plantas frigoríficos, que han reducido sustancialmente su capacidad ociosa y generan empleo para 600 personas.
Pero el dato más llamativo para por la reactivación de muchos campos y chacras linderas al Río Negro, que cuentan con chances de riesgo, y que entonces han comenzado a producir el alimento necesario para retener los terneros en la región. Ya no es extraño ver muchos lotes cubiertos con maíz, especialmente en el Valle Inferior y el Valle Medio. También es creciente la oferta de alfalfa.
Es la ganadería traccionando a la agricultura, a la inversa de lo que sucede en otras partes del país.
De todos modos, la zona es todavía bastante deficitaria y muchos cargamentos de maíz siguen llegando del norte de la barrera, a valor de Bahía Blanca más el costo del flete. Los funcionarios rionegrinos creen que esta relación también se irá reduciendo paulatinamente. Confían en que poco a poco se volcarán a producir forrajes para el ganado buena parte de las 55 mil hectáreas de chacras semi-abandonadas en los valles bajo riego. Y añaden que, por si fuera poco, hay otras 200 mil hectáreas con chances de entrar a producción siendo regadas con agua bombeada desde el Río Negro.
Es lo que hacen Hugo Costaguta, su hijo Guillermo, y Alberto Hernández, junto a otros socios de la empresa “agrícola y ganadera” Ercos. Arrancaron en 1974 haciendo unas 40 hectáreas de pasturas, pero ahora manejan 370 hectáreas bajo riego y unas 30 mil de secano.
Quizás sea uno de los pocos establecimientos que haya resuelto en esta región todo el ciclo ganadero completo. Tiene una cabaña llamada Paso Sur, que aporta mejor genética para mejorar un rodeo de madres cercano a 1.400 vacas que pastan en los campos de secano. Estos tienen una muy escasa capacidad de carga, de 1 animal cada 15 a 20 hectáreas, o “100 cabezas por legua”, como se dice en estos lugares, escenarios de la Conquista del Desierto.
A los terneros los socios de Ercos los destetan rápido, de modo de evitar una sobrecarga de los campos y permitir una rápida recuperación de las madres. Luego tienen un feedlot con una capacidad para 2.000 animales, del que sacan gordos pero livianos, animales con unos 250 kilos de peso. Alimento no les falta (por el contrario, les sobra y venden hacia afuera), ya que producen alfalfa, pasturas y maíz en la superficie que tienen bajo riego. En el norte de la barrera solo compran el núcleo para el balanceado.
“No es solo una barrera sanitaria. Es una santa barrera la que defendemos”, bromea Hugo.