Los productores de granos argentinos recurren a distintas vías de financiamiento para solventar aproximadamente el 70% de los costos de cada campaña agrícola, a la vez que invierten recursos propios por el 30% restante.
En base a los datos de la última campaña agrícola, la 2016/17, los economistas de la Bolsa de Comercio de Rosario Julio Calzada y Juan Ignacio Calivari calcularon que la siembra de los seis principales cultivos (trigo, soja, maíz, girasol, cebada y sorgo) demandó una inversión de cerca de 10.450 millones de dólares. A partir de ese dato, estimaron que “un 30% de estas erogaciones habrían sido afrontadas con fondos propios (3.130 millones) y 70% con financiamiento de terceros (7.320 millones)”.
El trabajo de la Bolsa añade que esos 7.320 millones de dólares de financiamiento proviene de distintas fuentes, no siempre bancarias.
En rigor, se estimó que las entidades financieras tradicionales habrían aportado solamente 2.196 millones de dólares, o el 30% de todo el financiamiento al sector, mientras que el resto fue crédito comercial.
¿Por qué vías llegan los bancos a los productores? Mediante tarjetas para el agro mueven 17% de ese subtotal de casi 2.200 millones de dólares; en dólares por “forwards cedidos” otro 16%; en descuento de valores el 15%; y en líneas de crédito tradicionales el 52%.
La plata que los bancos le prestan a los productores sería menos de la que le financian al sector agrícola los corredores, acopios y cooperativas, una suma que fue estimada en 2.306 millones de dólares.
Pero quienes más dinero anticipan a los chacareros, según este informe, están en las dos puntas de la cadena. Es que la Bolsa de Rosario calculó en 2.600 millones de dólares el financiamiento desde las empresas proveedoras de insumos y desde las grandes traders exportadoras.
Adicionalmente el estudio tiene en cuenta dentro del crédito comercial a las mutuales que negocian cheques o realizan préstamos con hipotecas, con cerca de 250 millones.
“Son datos estimados ante la falta de estadísticas oficiales y privadas”, aclaran los autores. Luego explican: “Una de las características que distingue a la actividad agropecuaria de las demás es que es posible conocer el nivel de egresos al inicio del ciclo productivo, pero no sucede lo mismo con los ingresos. Se conoce cuál es la inversión necesaria pero no cuánto se va a recuperar al efectivizar la cosecha. Dicha incertidumbre opera como factor clave a la hora de gestionar una explotación agrícola y su riesgo, y la misma afecta también al acceso al crédito y al costo de dicho financiamiento”. De allí que las fuentes de financiamiento sean variopintas y no solo bancarias.