En el primer congreso argentino de semillas, una investigadora del laboratorio de Biología Funcional y Biotecnología (BIOLAB) del Conicet y de la Facultad de Agronomía en Azul (UNICEN), Eliana Castañares, informó que hace poco tiempo la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) expresó su preocupación por la salud pública referida a la presencia de ciertas micotoxinas en la cebada, la principal materia prima de la cerveza.
En su presentación, Castañares recomendó a los productores de cebada de la Argentina comenzar a prestar atención a este asunto. La cebada es uno de los cereales más cultivados en todo el mundo, pues se destina a la industria de elaboración de malta y cerveza. Y la Argentina es un importante jugador en el mercado internacional, especialmente por sus envíos a Brasil.
“Se han realizado numerosos estudios a nivel mundial evaluando la comunidad fúngica en cebada, siendo en general la ‘Alternaria’ el género más frecuente encontrado”, indicó la investigadora, que advirtió “sobre la alta incidencia de Alternaria en muestras de granos de cebada provenientes de las principales regiones productoras de Argentina, así como la diversidad de especies encontradas”. Este género, ampliamente distribuido tanto en regiones húmedas como semiáridas, incluye especies saprófitas, endófitas y patogénicas.
El objetivo de Castañares fue alertar “sobre las micotoxinas que se encuentran contaminando los granos cosechados” en el país, lo que podría provocar ciertas restricciones comerciales o penalizaciones en el futuro.
Según la especialista, “entre los efectos que puede causar en el cultivo de cebada se destacan la reducción en el rendimiento y en la calidad de los granos, así como la acumulación de micotoxinas, muchas de ellas con efectos genotóxicos, mutagénicos y cancerígenos”.
Para peor, Castañares explicó que “dichas micotoxinas pueden estar presentes no solo en los granos sino también ser transferidas a los productos de la industrialización (malta y cerveza), afectando tanto la calidad como la inocuidad de los productos y representando una amenaza para la salud de los consumidores”.
La investigadora aclaró que actualmente no se ha propuesto ninguna normativa mundial para establecer límites para estas toxinas, pero la amenaza de que eso suceda está muy presente.