Eduardo González Ruiz es el gerente de la Cámara de Frigoríficos Ovinos de la Patagonia. La actividad de estas empresas, concentradas en Santa Cruz, este año se ve castigada por diferentes cuestiones, en especial la pandemia y el fuerte temporal de nieve, que produjo una alta mortandad. Pero el directivo cree que el panorama es alentador en tanto se pueda ir posicionando a la carne de cordero como un producto de consumo masivo.
El referente industrial dijo que en la región patagónica hay unos 35 a 40 mataderos de ovinos, entre los que tienen habilitación municipal, provincial o nacional. Pero los autorizados para operar por Senasa (y por lo tanto con permiso de tránsito federal) son menos de doce, de los cuales tres venden a Unión Europea, tres a China y uno a Japón. Ese último país es un nuevo mercado: acepta carne de la Patagonia por ser éste una zona libre de aftosa sin vacunación.
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Todavía falta para la zafra del cordero, pero González Ruiz ya sabe que este temporada habrá menos oferta y menos trabajo en las plantas de faena. “La nieve nos pegó fuerte, tenemos una baja en la producción que todavía se está estimando, pero que sería de 15% respecto del año pasado”.
Cada año se calcula un destete de corderos de aproximadamente un millón de cabezas, indicó el dirigente, aunque aclaró que es difícil saber a ciencia cierta cuántos corderos se producen porque cerca del 50% de la faena se realiza de manera informal, en el campo o en mataderos no habilitados. Es que muchas majadas son chicas y no se las declara, porque se tratan de producciones de autoconsumo o de subsistencia.
González Ruiz dijo que se requiere que el productor regularice pero también pidió una mayor presencia del Estado: “La cadena ovina en los privado está organizada pero no la fiscalización”, sostuvo el empresario.
Con respecto al destino de la carne ovina producida, explico que este año se exportarían 3.000 toneladas, lo que consideró poco ya que hubo épocas de 10 mil toneladas al año.
“En parte bajó la demanda mundial, por la caída en el consumo de carne debido a la disminución abrupta del turismo, principal canal de consumo en el sur. Pero la baja del precio de la lana también incide en el rinde del productor”, explicó el directivo.
González Ruiz resumió la situación de este modo “Nos pegan de todos lados, el clima, el coronavirus, la crisis económica. Estamos con las 7 plagas de Egipto”.
Una buena noticia para el sector es que en los últimos meses se comenzó a ofrecer carne ovina en los grandes supermercados de la ciudad de Buenos Aires, que es el mayor centro de consumo del país.
Al respecto, González Ruiz explicó que si se contabiliza la carne que se auto-consume a campo o que se vende en canales informales, el promedio por habitante y año llega a 2 kilos anuales. “Quizás sea un poco más, creo que andamos en eso contando lo negro y lo blanco”.
“Es muy bueno lo que está apareciendo con la comercialización de productos elaborados, como milanesas de corderos. Lo que tal vez se tendría que hacer es bajarlo de producto premium a la franja de producto masivo, como pasó con el cerdo y las otras carnes”, finalizó.