El último viernes, como periodista especializado en agro, presenté en el séptimo Congreso Ganadero de Rosario, que organiza la Sociedad Rural de esa ciudad, los resultados de una breve investigación para evaluar en qué grado se habían cumplido los objetivos trazados por el conjunto de la cadena de ganados y carnes en el último plan ganadero diseñado en el país, el PEA 2010 (Plan Estratégico Agropecuario). En aquel momento, con Cristina Kirchner presidenta, se pusieron una serie de objetivos productivos para diez años después, el 2020, que ya está aquí entre nosotros.
El PEA 2010-2020, que tuvo una primera versión en la gestión ministerial de Julián Domínguez, y sufrió una profunda revisión a partir de 2012, cuando Agricultura era conducido por Carlos Casamiquela, costó fortunas y movilizó un ejército de funcionarios, sociólogos, docentes universitarios, escribas, analistas de sistema y la mar en coche. Pero también involucró a todos los actores del sector privado de las diferentes ramas del negocio agropecuario. La lista de instituciones que participaron de la redacción de los objetivos a 2020 era extensa. Para discutir de ganados y carnes, que es lo que aquí nos ocupa, hubo al menos 20 talleres de trabajo.
Como periodista estoy algo podrido de la dinámica de funcionarios o consultores que se plantan frente a un escenario y dicen muy sueltos de cuerpo que, si las políticas son las adecuadas, la Argentina tiene asegurado un destino de grandeza como productora y exportadora de carne vacuna. La cantidad de pronósticos lanzados al viento es apabullante. Pero nunca hubo una revisión de los resultados de dichos pronósticos.
Para hacerla recurrí a la ayuda de los tres mosqueteros, que son tres personas que saben muchísimo del negocio de ganados y carnes, aman al sector y la han dedicado la vida, han pasado por altos cargos en la función pública, y opinan con desinterés. Guardaré la identidad de Athos, Porthos y Aramis, por respeto a ellos. En esta revisión del PEA 2010-2020 a mi me toca ser le joven d’Artagnan.
El análisis que realizamos entre los cuatro del único programa de desarrollo ganadero institucionalizado, y consensuado entre el sector público y el privado, que tuvo la Argentina en los últimos veinte años se realizó a partir de una serie de documentos oficiales. El más significativo fue el siguiente documento de trabajo, que fijó 18 objetivos de trabajo para cumplir las metas de crecimiento a 2020. Es decir que deberían haberse logrado ahora.
Aquí se puede ver la presentación completa en el Congreso Ganadero de Rosario:
En este estudio bastante casero pero efectivo del grado de cumplimiento del componente ganadero del PEA 2010, lo primero que hicimos con los tres mosqueteros es analizar cuál era el punto de partido en aquel momento (2010, luego del desastre que había provocado Guillermo Moreno), cuál era el punto de llegada al que se pretendía llegar diez años después (es decir ahora, 2020) y qué sucedió en realidad.
Para 2020, el primero PEA de 2010 planteaba objetivos bastante optimistas: una recuperación del rodeo bovino a 54 millones de cabezas. Pretendía levantar la tasa de extracción de 24% a casi 28%. De ese modo, se proyectaba una faena anual de 15 millones de cabezas y exportaciones por casi 1,4 millones de toneladas y 7.000 millones de dólares. Pero como se iba a producir más, el consumo interno se iba a poder mantener en 56 kilos.
Si uno sabe lo que finalmente sucedió, queda muy claro que los pronósticos hechos en el aquel primer PEA (el de Julián Domínguez) quedaron lejísimos, porque parecían dibujados: Nos faltan 400 mil bovinos en el stock. Le erramos por 1 millón de cabezas en la faena. Nos faltan 650 mil toneladas de carne vacuna producida. Nos falta más de medio millón de toneladas para llegar a los volúmenes de exportación que se imaginaron. Y el consumo interno de carne se redujo en nada menos que 7 kilos por habitante y por año.
Por fortuna, y gastando mucho más dinero público, el segundo PEA revisado en 2012 y cerrado en 2014, moderó bastante las expectativas del primero. Ese plan mantenía un stock de 54,5 millones de cabezas. Hablaba de mejorar la tasa de destete al 68%. De ese modo, se proyectaba una faena anual de 16,3 millones de cabezas. Esa alta faena permitiría producir 3,3 millones de toneladas de carne, de las que se podrían exportar 750 mil toneladas. El consumo interno, al aumentar la producción, se iba a poder incrementar a 60 kilos.
Pocas cosas de aquellas que se habían proyectado finalmente se concretaron. Con los tres mosqueteros reconstruimos el escenario actual y el stock a diciembre 2020 rondaría las 54,4 millones de cabezas. La tasa de destete sigue estancada entre 63/64%. La faena podría superar con holgura las 14 millones de cabezas (6,8 millones en el primer semestre). La producción de carne llegaría a 3,3 millones de toneladas. Se exportaría lo mismo que 2019 o un poco más: 840 mil toneladas. Peor, y básicamente aquí está la gran diferencia, el consumo interno se ubicará en niveles muy bajos de 50 kilos per cápita. Son diez kilos menos de los que se proyectaron.
Las conclusiones es que ese plan que contó con aval de toda la cadena de ganados y carnes no cumplió con sus objetivos. La realidad es que:
- Se recuperó el stock pero la mayoría de los indicadores productivos no mejoraron. En especial la tasa de destete, que se mantiene en valores históricos bajos.
- Tampoco se logró elevar el peso de faena, y por lo tanto la producción de carne se frenó en niveles de 3,3 millones de toneladas.
- Las exportaciones sí se han incrementado a los niveles deseados, pero debido al hecho casi fortuito de la mayor demanda de China. En rigor, se trata de un fenómenos nuevo que lleva apenas unos dos o tres años.
- La gran variable de ajuste ante el crecimiento de la exportación y el estancamiento de la producción ha sido el consumo interno, que se redujo en 6 kilos per cápita desde los 56 kilos que había en 2010, cuando se comenzó a discutir el PEA.
La segunda pregunta, entonces, es por qué no se cumplió con los objetivos planteados. Esto nos llevó a revisar el grado de avance de los 18 planes de trabajo que se había fijado la cadena de ganados y carnes en los talleres del PEA. Había cuatro líneas de trabajo en el marco institucional, cinco para mejorar la competitividad y productividad de la cadena, seis para poder acceder a nuevos mercados y dos vinculadas a la promoción de la carne vacuna.
Con los tres mosqueteros lo que hicimos fue construir un semáforo mediante el cual cada uno de nosotros opinó sobre cuánto se había avanzado en la tarea luego de diez años. Donde el verde era que se había cumplido satisfactoriamente, el amarillo significaba que había quedado a medio cumplir y el rojo implicaba que no había habido ningún tipo de avances. Los resultados son estos que siguen:
Por supuesto que todo es materia opinable. Pero reitero que los tres mosqueteros saben de lo que hablan y yo, como simple observador, tampoco soy un improvisado. Como no nos gustaba demasiado el semáforo (porque nos recordaba al PRO), reemplazamos el rojo (cero cumplimiento) por el corte vacío; el amarillo (a medio camino) por el matambre; y al verde (tarea hecha) por el lomo. Los resultados de nuestra compulsa fueron estos:
- Hubo 12 votos para el lomo (tarea cumplida). Es el 17%.
- Hubo 32 votos para el matambre (a medio hacer). Es el 44%.
- Hubo 28 votos para el vacío (no hicimos nada). Es el 39%.
¿Y para qué sirve saber esto? Para nada en especial. Solo para tener claro que en el único plan oficial de ganados y carnes que tuvo la Argentina en las últimas dos décadas, que costó una millonada y que fue construido y validado con la opinión de todos los actores de la cadena, diez años después no nos sirve para nada, porque el 83% de los planes de trabajo no se cumplieron o se cumplieron solo parcialmente.
¿Y para qué sirve conocer esto? Para nada. Solo les puede resultar útil para dudar cuando les toque escuchar al próximo funcionarios o especialista que vaticine escenarios maravillosos para la carne argentina en los próximos diez años. No le crean o sospechen. Nada puede prosperar entre nosotros con semejante nivel de chantada.
O podremos creer cuando nos pongamos finalmente a trabajar en serio y de manera cooperativa entre nosotros. Como decían los mosqueteros, que no eran tres sino cuatro: “Todos para uno y uno para todos”.
Muy bueno el analisis.
Como siempre en Argentina el gran error de estos planes es que no tienen un seguimiento cada 3 o 6 meses de los resultados ni de los desvíos, por otro lado en gobiernos populistas todo se tiñe de ideología alejada de la realidad.