Cristian Desmarchelier es biólogo especializado en biodiversidad (la cantidad y variedad de animales, plantas y recursos naturales) y creador de la serie documental Paradigma Tres, Los Caminos de la Bioeconomía, que se puede ver en www.cine.ar y en youtube.
–¿Es cierto que conocemos el 1% de la riqueza natural de nuestro Planeta?
-En verdad, es una forma de decir que lo que conocemos de la biodiversidad es muy poco. Por ejemplo, ¿cuántas especies de plantas existen en el Planeta? Quizás medio millón, pero sólo conocemos en profundidad un porcentaje muy pequeño de ellas. Y sin embargo ese porcentaje tan pequeño nos ha dado alimentos, medicina, y hasta productos industriales.
-¿Y en Argentina?
-En nuestro país se calcula que hay unas 10.000 especies de plantas que son autóctonas, es decir que no fueron traídas de otras partes del mundo. Pero no creo que lleguen a diez en total las que han sido estudiadas exhaustivamente desde el punto de vista nutricional o medicinal, y menos aún puestas en valor desde lo económico. Si miramos esa cifra, el 1% quedó grande. Entonces, si de un porcentaje tan pequeño se pudo obtener un impacto económico tan grande para la humanidad, el potencial de lo desconocido es enorme.
-¿Quiere decir que todos nuestros avances en medicina y ciencia los hemos hecho desconociendo el mundo en que vivimos?
-Al contrario. En el caso particular de la biodiversidad, los avances han sido gracias a su observación y estudio. El problema es que quedaron varios factores fuera de la ecuación, como el hecho de que los recursos genéticos y los ecosistemas en los cuales los encontramos no son ´gratis´ e ilimitados. El Planeta se va achicando por decirlo de alguna manera, y muchos recursos que antes parecían ilimitados ahora sabemos que no lo son. Pasa con el agua, el aire, y también con la biodiversidad. Además, estuvo siempre la idea equivocada de que la naturaleza no le pertenece a nadie y que por lo tanto podemos tomar lo que queramos de ella sin pedir permiso ni perdón.
-¿No es así?
-¡No! Los recursos genéticos se encuentran en países, provincias o regiones donde también evolucionaron sociedades que tienen un profundo conocimiento de sus usos y aplicaciones, y que en la actualidad son reconocidos como los dueños legítimos de esos recursos a quienes se les reconoce algún tipo de derecho sobre su explotación. Entonces, es necesario que la puesta en valor de la biodiversidad de aquí en más se haga en forma sustentable y con un reparto justo y equitativo de los beneficios. La ecuación poco a poco va cambiando.
-Usted menciona que el 20% de las especies ha desaparecido o lo hará pronto. ¿A qué se debe?
-En parte porque la biodiversidad (que se encuentra casi siempre representada en ecosistemas que muchas veces son considerados un freno al desarrollo económico) va desapareciendo para dar espacio a actividades productivas como la ganadería y agricultura, a la urbanización, y otras presiones típicamente demográficas. También como consecuencia del cambio climático, como es el caso de la degradación en la Gran Barrera de Coral de Australia. Pero esto se podría revertir poniendo en valor a la biodiversidad desde un enfoque financiero.
-¿Cómo sería?
-Un ecosistema puede tener valor económico gracias a su capacidad de captación de carbono de la atmósfera, de la generación de agua, y de los organismos vivos que la componen, que podrían ser de valor para la industria de los alimentos, cosmética o de la salud. Y esto es sólo un ejemplo.
-¿Cómo incide el avance de la frontera agropecuaria?
-Depende a qué nos referimos por ´agropecuario´. Si hablamos de producción de ´commodities´ como la soja o carnes, que por lo general se asocia a la idea de desmonte y reemplazo con monocultivos o cría ganadera, el impacto es negativo, ya que para aumentar la producción es necesario reemplazar áreas de diversidad biológica. Pero existen algunas alternativas que pueden ser menos traumáticas como la incorporación de agricultura agroecológica o de agroforestería, dos modelos productivos que tendrían un menor impacto sobre la biodiversidad. Desde la agricultura convencional también se vienen incorporando mejoras tecnológicas como la siembra directa, la utilización de bioinsumos obtenidos a través de procesos biotecnológicos y la incorporación de nuevas características en cultivos gracias a la biología molecular. Bien utilizadas, permiten, en teoría, un uso más eficiente y racional de las zonas de producción tradicionales. Ello conlleva a un menor impacto ambiental y a una mayor productividad por hectárea, lo cual a su vez debería reducir la presión sobre áreas silvestres.
-¿Cómo se hace para aprovechar la naturaleza económicamente y sin perjudicarla?
-Existen muchos modelos y en algunos casos se va dando algo así como una ´marca país´ que diferencia unos de otros. Por ejemplo, Brasil es el mayor emisor de bonos verdes de Latinoamérica, un instrumento financiero que permite poner en valor a regiones de alta diversidad biológica como la Amazonia; Costa Rica se transformó en un destino de ecoturismo a nivel mundial; Perú hace ya más de dos décadas impulsó el concepto de ´biocomercio´, y más importante aún, se transformó en un símbolo de gastronomía global. Y todo esto gracias, en parte, a la puesta en valor de muchos de los recursos genéticos originales que ellos tienen. Es posible que Panamá se esté perfilando hacia la bioprospección, que consiste en la búsqueda de nuevas moléculas para la industria farmacéutica. Quién sabe, quizás la próxima molécula disruptiva en la industria farmacéutica provenga de las selvas del Darién en Colombia y Panamá.
-¿Por qué si Argentina tiene tan alta biodiversidad permanece desconocida incluso como posibilidad económica?
-Creo que la oportunidad que existe en Argentina no radica en el hecho de presentar una biodiversidad interesante; de hecho, nuestro país ni siquiera se encuentra catalogado dentro de la lista de los países megadiversos. Lo que sí tenemos es un ´mix´ que no es tan fácil de encontrar en otras partes del mundo, y que consiste en la combinación de recursos genéticos, un sistema científico-tecnológico capaz de desentrañar el potencial de esos recursos, y un sector empresarial capaz de transformarlos en productos innovadores. Ahí está el secreto. Por otro lado, el desconocimiento del potencial económico de la biodiversidad no es un problema que sólo se da en Argentina, sino que es a nivel global. Recién en los últimos años se está tomando conciencia de que la biodiversidad no es un impedimento al desarrollo económico sino más bien una oportunidad para desarrollar nuevos negocios, y que la sustentabilidad ambiental y el impacto social pueden ser rentables.
-¿Hay nuevas ideas de usos sustentables de biodiversidad?
-Además de los antes mencionados hoy se habla del ´lujo sustentable´. Se trata de desarrollar productos innovadores y de alto valor agregado para los mercados premium y que incluye alimentos funcionales, indumentaria, salud y belleza. Los productos deben tener impacto ambiental positivo y una participación activa de las sociedades que están vinculadas con los recursos genéticos, o sea poblaciones campesinas, nativas, o productores rurales en zonas de interés ecológico. Tienen que ser percibidos como productos sanos, naturales, amigables con el medioambiente, y sobre todo con un impacto social positivo.
-¿Existen casos de este tipo de productos en nuestro país?
-Existen pocos pero son suficientes para confirmar que es un modelo posible: aceites esenciales de plantas patagónicas para la industria cosmética, indumentarias a base de lana de vicuña del altiplano, mieles diferenciadas del parque chaqueño, productos para el cuidado capilar a base de arbustos del desierto, y fitoterápicos elaborados con plantas de la selva misionera.
-¿Todo eso ya existe?
-Sí, son productos innovadores, de alto valor agregado, validados científicamente, y de comprobado impacto positivo sobre los ecosistemas de donde provienen y de las poblaciones que los habitan. Son los atributos por lo que el consumidor responsable está dispuesto a pagar.
-Parece de vanguardia…
-Lo es y si bien todavía estamos lejos de lograr un porfolio de productos que genere divisas para el país a cambio de la preservación de nuestra biodiversidad, la valoración de los pueblos ancestrales y de las economías regionales, que hay una gran oportunidad frente a nuestros ojos, un modelo innovador que hay que explorar.