Juan Carlos Martínez produce ovejas en Las Heras, Santa Cruz. Lo hace y soporta temperaturas de varios grados bajo cero. Lo hace a pesar de una seca que lleva más de una década. Lo hace pese a los problemas que generó el coronavirus, como la falta de mercados para la lana y los problemas para la movilización de mano de obra para la esquila. Pero además lo hace sufriendo el robo constante de animales. La última vez le faltaron 370 cabezas.
El que enfrenta Martínez parece un combo que espantaría a cualquiera. Pero este productor sigue dando batalla en el campo donde empezaron a trabajar sus antepasados hace más de 100 años, cuatro generaciones atrás.
De arranque nos cuenta: “Estamos a 2.100 kilómetros de Capital Federal, en la zona centro norte de Santa Cruz. Hoy hay 4 grados bajo cero, es una mañana calma respecto de las de mediados de junio cuando hubo temperaturas de 15/16 grados bajo cero”.
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Entonces se mete con la cuestión climática, porque la Patagonia como todos saben es una zona muy seca, pero más lo ha sido en los últimos 10 años. “Hubo inviernos atípicos en estos últimos años. Fueron inviernos suaves, sin nieve, aunque este año llevamos entre 15 y 25 centímetros de nieve. Las lluvias en los últimos 10 años promediaron los 100/150 milímetros, dejando una seca muy grande en los campos donde se deberían estar superando los 250 milímetros”, precisa el ovejero.
Con Juan Carlos tenemos muchos temas para charlar y por eso le preguntamos entonces por la cuestión del coronavirus, ya que en agosto arranca la esquila preparto en esa provincia y se necesita que llegue el personal que viene bajando de Río Negro y de Chubut, aunque también suele haber comparsas que viajan desde Corrientes.
Se estima que a la provincia tienen que entrar entre 450 y 500 personas para esquilar cerca de 2,4 millones de ovejas. “Dentro de todo está muy regulado, hay muchos controles”, explica Martínez, quien añade que “se armó un protocolo con exigencias sanitarias para hacer el ingreso a la provincia y cada cuadrilla debe entrar con un certificado sanitario y una vez que entra al primer establecimiento se hace una cuarentena de 7 días”.
“Además cada comparsa de esquila lleva registro de todo en una hoja de ruta sobre lo que haría en la provincia, y estará supervisada por las autoridades sanitarias y del Consejo Agrario Provincial (CAP)”, indica.
Pero además de las preocupaciones respecto del ingreso del personal otro problema derivado del coronavirus es el impacto en el mercado de la lana, por la caída generalizada de la demanda de indumentaria.
“Acá el productor vive de su lana y se estima que en la provincia quedó 30% de la lana de la zafra pasada sin comercializar”, dice Martínez. A ese stock se sumará la producción de este año porque en agosto arranca la esquila preparto y luego la temporada mayor, post parto, que va de mediados de noviembre a mediados de enero. Así que podría haber lana para hacer puré en un mercado con pocos pedidos.
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Esa falta de demanda se refleja ya en los precios. Los valores que se fueron conociendo son el 50% del promedio de los últimos años, que por fortuna han sido de cotizaciones elevadas. “Una lana cruza de la zona norte ronda los 3 dólares. El 80% de las lanas de la Patagonia se exporta y China es un gran comprador”, explica Martínez sobre el negocio.
Finalmente Bichos de Campo preguntó sobre el otro problema que provoca una gran preocupación entre los productores de la zona, el del abigeato. Juan Carlos también los sufrió en primera persona.
Los establecimientos de la zona son de grandes extensiones: un campo tipo ronda las 15/20 mil hectáreas y allí un potrero promedia las 7 mil. Eso complica el control sobre la cantidad y el estado de los animales, y da lugar a que los amigos de lo ajeno se aprovechen.
Martinez cuenta que ya en los 90 habían sufrido una ola robos que llevaron a la familia a achicar el rodeo. Pero luego él volvió a apostar por la actividad productiva, sumó cabezas, mejoró la genética, invirtió en técnicas reproductivas y recuperó el stock de su establecimiento.
Así llegó a tener cerca de 3 mil ovinos en su rodeo, que llegaban a ser hasta 4 mil cuando se producía la parición.
El año pasado, para septiembre, después del parto, decidió largar al campo a los animales que había destetado junto con otros ya adultos. Eran en total 1.500. Pero en abril, cuando los fue a controlar, se encontró con que le faltaban 370. Le habían robado el 25% de ese lote.
Martinez dice que “se hacen las denuncias pertinentes, pero es un lapso largo desde que se encontró esto y la justicia es lenta. El seguimiento está pero el abigeato sigue”. Dice que muchas de esas ovejas “se van a establecimientos abandonados que sirven para bandolerismo y otra parte a comercio en centros poblados, donde se vende en negro”.