En mi incesante búsqueda de personajes que sean testigos o actores vivos de los sabores y saberes de nuestra Argentina, hallé al ingeniero agrónomo Felipe Ramón Villa Abrille, nacido en La Plata en 1958, pero que ha rumbeado con su familia para el pueblito de Atos Pampa, en Córdoba. Felipe me obliga a sumar una palabra al título de mi columna, que es el de los “Aromas naturales”, porque decidió emprender un proyecto de aromáticas a partir de especies regionales del valle de Calamuchita.
Ya hemos hecho notas de mermeladas con pétalos de rosa en Mendoza, o de bebidas a partir de la flor de la Rosella, el Agua de Jamaica, o de madera comestible en Misiones. Pero hierbas, hojas de árboles, flores, pecanes y frutas esparcen por el aire aromas deliciosos que nos llenan la vida de ensueño, además de sus propiedades terapéuticas y espirituosas.
Déjenme contarles algo de este personaje indómito y trotamundos, antes de ir a su emprendimiento.
En 1979, antes de recibirse de ingeniero, Felipe fue colaborador en la Base Marambio de la Antártida Argentina durante 10 meses, en un proyecto para aprovechar el calor de escape de la usina con el fin de derretir hielo y generar agua líquida, minimizando residuos. También fue marinero en Angra dos Reis, Brasil, haciendo fletes entre las islas durante cinco años, en el barco de unos amigos.
Además Felipe trabajó para Altos Hornos Zapla y durante los dos gobiernos de Menem la empresa le encargó la recolección de chatarra, desguazando material de descarrilo, puentes que se habían caído, con destino de fundición, teniendo que levantar vías y durmientes por todo el Norte. Anduvo por Metán, Embarcación, San Antonio de los Cobres, Tintina, Otumpa, Aerolito, Quimilí, también por Chaco y hasta en Uspallata, Mendoza.
De este periplo le quedaron amigos en todos lados, pero le cuesta recordar esos años porque fue testigo de una tragedia nacional. Lo acosan las imágenes de tanta gente llorando desconsolada al verlo levantar los fierros de aquellos trenes que les dieron la vida a sus pueblos. Tiene anécdotas tremendas, como la de un peón golondrina con todo su “avío” en una estación, esperando el tren que lo llevaría de vuelta a Formosa, y Felipe teniendo que decirle que ese tren nunca llegaría porque habían levantado las vías, y el pobre paisano que no le creía y seguía esperando…
Otra de cuando lo mandaban a levantar un puente y la gente le suplicaba que no lo hiciera porque su pueblo quedaría aislado, Y otra, la de un jefe de estación que luego de años de no pasar el tren, seguía yendo a su puesto de trabajo con su uniforme y su gorra, como si nada hubiese cambiado. Pasaba horas con su mirada en las vías al horizonte, que eran su esperanza para seguir vivo.
Felipe hizo un postgrado en crio-conservación de alimentos. Diseñó y puso en marcha una planta de congelado de frutillas y hortalizas. Lo mismo, respecto de un laboratorio de micropropagación. Ha sido disertante en congresos de ingeniería ambiental y producciones alternativas. Fue alumno de una maestría de Ciencias Ambientales FLACAM / UNESCO en un proyecto de sustitución del quebracho colorado para durmientes por maderas provenientes de forestaciones impregnadas. Me contó que los habitantes originarios contratados para hachar la “madera de acero” decían “quiebra hacho”, por el hacha, lo que dio nombre al “quebracho”.
Felipe se casó con Patricia Visus, que es arquitecta, oriunda de la ciudad de Lincoln, y tuvieron dos hijos. Luego de la crisis del 2001, con su esposa estaban pasando una mala situación y pensaron irse del país, pero decidieron vender todo e irse a vivir con sus hijos al poblado de Atos Pampa, en el Departamento Calamuchita, de Córdoba, entre Villa General Belgrano y La Cumbrecita. Compraron una chacra de 7 hectáreas sobre la Ruta Provincial “S 210”, en el kilómetro 15. Su esposa dejó la arquitectura y se puso a la par de su marido agrónomo a trabajar en la chacra. Hicieron además su propia casa de madera.
Comenzaron juntos a trabajar en un emprendimiento familiar de producción y destilado de aromáticas, herbáceas y forestales, basado en la economía circular: van desde la producción de plantas hasta la elaboración de biofertilizantes con los subproductos.
Aprovechan las excelentes condiciones agroecológicas de Atos Pampa para la producción de cultivos relacionados con las actividades del valle. Están abocados en rescatar las plantas nativas aromáticas que corren riesgo de extinguirse por la desforestación, debido al avance de la frontera agrícola y los trágicos incendios forestales.
“Hay poco tiempo y mucho por hacer para que no se pierda la reserva genética de la peperina”, dice Felipe.
También trabajan el Vetiver, una gramínea que se usa para tratar las aguas grises y negras, las aguas contaminadas de lavado y las cloacales. Su raíz tiene gran poder descontaminante dando un aceite espectacular, difícil de cosechar y destilar, pero que vale la pena. Además da un perfume de estilo oriental muy solicitado. Parte del material de propagación se los proveyó el INTA de Oberá, Misiones, y otra parte, les llegó de Haití.
En este momento tienen poco menos de 2 hectáreas de lavanda, una especie híbrida que Miretti, un generoso vecino, llevó del INTA Castelar a Altos Pampa, junto al Romero, que también aprovechan. También están intentando domesticar el Suico, que es una maleza de la zona, muy buscado en perfumería porque es el único fijador de aromas vegetales, ya que anteriormente eran de origen animal -se extraía de una glándula- o sintéticos.
A las hojas y ramas de las coníferas como Ciprés, Pino, Cedro y Eucalyptus, que podan los pobladores en el monte, ellos se las reciben y las chipean. Es decir que las muelen para optimizar el lugar en el destilador. Han creado la marca “Quinta esencia”, bajo el slogan “aceites esenciales 100% naturales, puros y completos”.
Últimamente Felipe se halla abocado a la instalación de un biodigestor anaeróbico con tanque recuperador de biogás, y riego de una laguna de una profundidad de un metro, con plantas de Vetiver.
Acaba de presentar un proyecto ecológico para que Atos Pampa llegue a ser una “Comuna Rural Sustentable”. Los políticos no le prestaban mucha atención, salvo al saneamiento cloacal para que el lago del Dique Los Molinos no terminara como el de Carlos Paz. Pero últimamente varios funcionarios han ido a ver lo que él y su familia hacen con el Vetiver y con otras plantas y eso le da mucha esperanza.
No puede disimular su pena, Felipe, al contarme que con muy buena suerte y sacrificio pudo agenciarse de equipos muy caros y eficientes con los que podrían tratar hasta 70 hectáreas de aromáticas, pero que no consigue ni inversores que se interesen, ni personal que quiera trabajar.
Felipe y Patricia hallaron su lugar en el mundo en este valle fértil que se llama Pampa de Zorro (Atoq, Atos, en quichua) y nadie los moverá de ese atractivo paisaje. Sus hijos los ayudan los fines de semana, porque Victoria es gastronómica y Augusto estudia agronomía. Felipe es un ávido lector y es fanático de José Larralde, a quien quiso dedicarle, como también a todos sus vecinos de Atos Pampa, la canción “Garzas Viajeras”, que es de autoría de Aníbal Sampayo, pero que aquí interpreta el mismísimo “El Pampa”.
Un verdadero honor ser amigo circunstancial de esta magnífica familia. Me consta que trabajan a destajo, que son sumamente responsables e inteligentes. Hermosa historia de vida, los felicito. Saludos de uno de los amigos de La Plata.