Arranca la temporada 2019/20 de cerezas. El cultivo (Prunus avium) entra dentro del grupo de las frutas finas que han empezado a abrirse camino con mucha dificultad en la Argentina. El país está todavía muy lejos de participar de la crema de este negocio global, que como en otros rubros está conmovido por una fuerte demanda desde China. Con 6.500 toneladas anuales de producción, la Argentina figura en el 33° lugar entre los productores, aunque suba el 15° puesto entre los exportadores de esa fruta.
La Dirección Nacional de Alimentos acaba de publicar un informe actualizado sobre el cultivo, que usamos de base para esta nota. En principio, el trabajo comienza con una mala noticia, porque la campaña comenzó con una helada tardía el 3 de septiembre en Mendoza, que podría provocar una caída de entre 35 y 40% de la producción provincial, desde las 2.300 toneladas obtenidas la campaña pasada.
Mendoza tiene el 46% de la superficie total, unas 1.200 hectáreas sobre un total de 3.000 hectáreas. Chubut tiene otro 17%; Río Negro el 11%, Neuquén el 10%; Santa Cruz el 9%; y Buenos Aires y San Luis 7% cada una. En un año normal, la producción nacional estimada es de alrededor de 6.500 toneladas.
Con esta oferta, la Argentina es un jugador marginal en el mundo de las cerezas. Los principales productores mundiales en volumen son Turquía (25,67%), Estados Unidos (16,29%), Irán (5,73%), Uzbekistán (5,59%), Chile (5,18%), Italia (4,84%), España (4,68%) y Grecia (3,67%).
“En América del Sur, desde inicios de la década de 1980 se ha verificado un fuerte incremento de la producción, principalmente de la cereza de Chile”, dice el informe. Tanto es así que el vecino país se ha convertido en el principal exportador, con 37,42% de los negocios. Lo siguen China (22,46%), Estados Unidos (17,35%), Turquía (5,61%), España (5,61%) y Canadá (2,44%). La Argentina figura en la 15º posición con el 0,53% del total mundial en 2018.
Dice el informe oficial: “La principal fortaleza de la producción de Argentina se basa en la contra estacionalidad respecto del hemisferio Norte y en que es el país que produce más tardíamente. Este fenómeno es especialmente marcado durante las fiestas de fin de año, tanto entre los consumidores europeos, norteamericanos y, en el último tiempo, también entre los asiáticos”.
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En el país, la cosecha arranca en octubre, cuando el fruto madura en la región productiva de Mendoza. Este proceso sigue en Río Negro para terminar en Chubut y Santa Cruz cerca de enero.
En el plano local, el consumo de cerezas es ínfimo. Ronda los 82 gramos por habitante por año. En otro extremo del ránking mundial de consumo aparece Turquía, donde se comen 7,8 kilos por habitante y por año. Estados Unidos se ubica en una posición intermedia, con un consumo anual de 1,1 kilos per cápita.
Remarca el trabajo que “en China esta fruta está ganando aficionados, no solo en la conmemoración del Nuevo año Chino, sino que se aprecia su intenso color rojo y es considerada un distinguido presente”. Eso provocó que el mercado internacional se volcará hacia allá. China lidera el listado de importadores en 2018 con el 41,51% de los negocios, seguida por Corea (8,11%), Alemania (8,06%), Canadá (6,16%), Rusia (5,81%) y Kazajistán (5,12%).
Pensando sobre todo en esos mercados, aquí la mayor parte de la cereza se destina a las plantas de empaque, para su venta en fresco. La cosecha es manual y se transportan los frutos en canastos de plásticos de 16 a 18 kilos. Luego se enfrían los frutos por inmersión y se conservan a 5º C (con 85 a 90% de humedad).
El empaque propiamente dicho se inicia con el volcado y lavado en una pileta con agua; la fruta es transportada con una cinta a la máquina desramilladora para el corte de los pedúnculos. Luego se separan los frutos por tamaño y se procede a la selección (calibrado). Se colocan los frutos en bolsos plásticos de 2,5 kilos y en cajas de 5 kilos que se colocan en pallets que se mantienen refrigerados hasta su envío a mercado interno o externo.
Como oferente del Hemisferio Sur, cuando sale al mercado la Argentina compite con Chile (1º exportador mundial, con 37% de participación en valor), con Australia (7º exportador, con el 2,01%) y con Nueva Zelandia (8º exportador, con 1,53%). El trabajo menciona a Perú como una potencial competencia. Ya sucedió con el arándano, donde en pocos años ese país se convirtió en el mayor exportador mundial.
Hasta 2018, como se ve en la estadística oficial, la Argentina no tenía a China como un mercado importante. En rigor, “recién en el mes de enero del año 2019 se firmaron acuerdos con autoridades de China y se realizó la auditoria, a cargo de las autoridades sanitarias, para corroborar la implementación del protocolo fitosanitario para los primeros envíos de cereza a ese país”.
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“Se otorga especial importancia a la apertura de dicho mercado, por el gran potencial de crecimiento de las exportaciones hacia dicho destino, que podría significar la creación de 100.000 puestos de trabajo en los próximos 10 años tanto en las provincias patagónicas, como para la provincia de Mendoza”, se entusiasmó el informe oficial. Este año comenzó a suceder. Durante el período enero–julio ya se exportaron a China 120 toneladas por un valor de 535 mil dólares.
Se ilusionan en el Ministerio de Agricultura: “El mercado chino promete ser un importantísimo destino de nuestra producción tanto por los volúmenes demandados como por la alta calidad requerida. El consumo de cerezas, de gran calibre y color rojo intenso, es muy apetecido entre la población urbana en rápida expansión y con alto poder adquisitivo, siendo particularmente apreciado no solo en ocasión del “año nuevo chino” (este año se celebró el 5 febrero 2019) sino como distinguido obsequio”.
Arrancó la temporada 2019/20. Allá vamos.