Mientras muchos productores dejan las economías regionales para refugiarse en la agricultura extensiva, la familia Serra decidió recorrer el camino inverso.
Con base en la Pampa semiárida pero con presencia productiva en varias provincias, el grupo apostó hace más de una década por diversificar y desembarcó en una producción regional de largo plazo: la vitivinicultura fue la primera opción pero luego viraron a la producción de nogales en Mendoza.

La historia productiva de la familia comienza en Coronel Moldes, al sur de Córdoba, donde el abuelo de Juan Serra inició la actividad con ganadería y un remate feria junto a socios. Con el paso del tiempo y el recambio generacional, la empresa fue acompañando la transformación de la región. “Hace 40 años esto era todo ganadero y se fue transformando en una zona agrícola. Mi padre es ingeniero agrónomo y le tocó vivir toda esa transición”, contó Juan.
En ese proceso, la familia no solo creció en superficie sembrada sino que también se integró comercialmente. Compraron el 50% de un acopio de cereales que luego se transformó en Cerealista Moldes SA, que brinda no sólo el servicio de acopio sino también el de la venta de insumos, combustibles y flota propia de camiones. Allí su tío es el gerente general.
Paralelamente, la producción agrícola se expandió hacia el norte del país, con la compra de campos en Santiago del Estero, donde trasladaron parte de la ganadería.

“Nunca dejamos las vacas. Siempre las vimos como una forma de diversificar y mitigar riesgos”, explicó Serra. En esa región cruzaron Hereford con Brahman y mantuvieron la actividad ganadera incluso cuando la agricultura avanzó. Con el tiempo, los rodeos se desplazaron hacia zonas de menor valor agrícola, como Salta y Chaco, mientras los terneros regresaban a campos santiagueños. Esa decisión resultó clave en los últimos años: “Los últimos dos años fueron muy duros para la agricultura, pero gracias a Dios la ganadería nos ayudó mucho en los flujos de fondos”.
El gran punto de inflexión llegó en 2011, cuando la familia decidió invertir en Mendoza. “Un amigo nos mostró una explotación en Luján de Cuyo, nos gustó el perfil del asesor y, sin saber demasiado del tema, nos embarcamos”, recordó Juan. Así compraron su primera finca en Vista Flores, departamento de Tunuyán, y desde el inicio optaron por diversificar: mitad viñedos y mitad nogales.

“No queríamos hacer un producto tan perecedero como la uva en toda la superficie. Por eso apareció el nogal, y hoy viendo la crisis de la vitivinicultura creemos que fue una decisión acertada”, afirmó. A esa primera inversión le siguieron dos fincas más: una en Luján de Cuyo con viñedos y otra, Los Castaños, destinada 100% a nogales.
Actualmente, la empresa cuenta con 80 hectáreas de nogales en producción y 100 más ya plantadas, que entrarán en régimen en los próximos años. Además, tienen otras 100 hectáreas disponibles para completar un total de 280 hectáreas. “Es una superficie importante, pero está estudiada. La idea es crecer y el foco hoy está puesto en el nogal”, señaló Serra.
La apuesta no se limita a la producción primaria. La familia integró la industrialización y la comercialización: cuenta con línea de pelado, secado y calibrado, y ya exporta nueces a distintos mercados. “Estamos sacando nuestros propios varios contenedores al año, no grandes volúmenes todavía, pero con muy buenos resultados”, explicó. Los principales destinos son Italia, Turquía, Emiratos Árabes, Estonia y, en algunos casos, Brasil.

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La variedad elegida es Chandler, una nuez californiana muy demandada por su color, tamaño y sabor. La producción está orientada casi en su totalidad a la exportación, aunque no descartan oportunidades en el mercado interno. “El proyecto está apuntado a exportar. Los consumidores van desde industrias hasta consumo en fresco, y en países árabes la demanda crece mucho en fechas especiales como el período que precede a la fiesta del Ramadán”.
La finca original de Vista Flores se llama La Maruca, en homenaje a la abuela paterna de Juan. Allí conviven viñedos y nogales, aunque el futuro marca un corrimiento hacia este último cultivo. “La vitivinicultura está pasando una crisis global, con caída de consumo y problemas de costos. Seguramente va a haber salida de productores y un nuevo equilibrio. Mientras tanto, los nogales nos ayudan a surfear la ola”, sostuvo.

Entre los desafíos aparece el costo energético, especialmente por la profundidad desde la que hay que bombear el agua para riego. “Estamos estudiando proyectos de paneles solares para mitigar esos costos y mejorar la ecuación económica”, adelantó.
A pesar de las dificultades, Juan resume el espíritu del proyecto con una idea clara: “La historia de la empresa siempre fue invertir y no achicarse en los momentos difíciles. Migrar de la agricultura extensiva a una producción regional no es fácil, lleva tiempo y aprendizaje, pero estamos contentos y vemos que es un camino con futuro”.




