La industria del pelletizado avanza con fuerza en Argentina, donde ya se encuentran disponibles distintas variedades para usos que van desde la alimentación animal y la retención de agua en el suelo, hasta la generación de energía, la calefacción y el procesamiento de residuos.
Sobre esta última línea trabajó un equipo de investigadores del INTA y el Conicet, que desarrollaron en San Juan un biofertilizante pelletizado a partir de los descartes agroindustriales del Parque de Tecnología Ambiental de esa provincia, que podría reemplazar manejos más tradicionales.
“Buscamos dar respuesta a una demanda concreta: mejorar la fertilidad de los suelos sin recurrir a estiércol crudo y con una alternativa más accesible que los fertilizantes químicos”, señaló Luis Bueno, investigador del INTA San Juan.
Bautizado como “Biopellet”, este producto ya fue validado en ensayos a campo con cultivos como tomate, vid, forrajes y hortalizas, permitiendo la incorporación al suelo de materia orgánica, nutrientes y microorganismos beneficiosos.

Además de facilitar su aplicación, transporte y almacenamiento, esta opción de bioinsumo promueve la economía circular y supone una alternativa de mejor costo que, para los desarrolladores, facilita el acceso a la agricultura regenerativa.
“Nuestro objetivo es transformar un pasivo en un insumo estratégico para la producción, generando empleo local y potenciando la competitividad de los productores”, resaltó Carlos Núñez, economista integrante del proyecto.
Según estimaciones del INTA, el mercado inicial del Biopellet en Cuyo abarca más de 345.000 hectáreas con potencial de adopción inmediata. Aún así, el equipo apunta a levantar una planta de mayor capacidad, que permita escalar la producción y abastecer tanto a productores locales como a mercados regionales e internacionales.





