China acapara más del 90% del mercado chileno de cerezas, un país que, con una producción que anualmente supera las 600.000 toneladas, se erige como el líder indiscutido en estas latitudes en lo que respecta a ese fruto.
Pero esta temporada no había empezado con el pie derecho para los exportadores del país vecino, ya que los primeros envíos de cosecha temprana que hizo fueron castigados en precio por las malas condiciones en que habían arribado. Colateralmente, eso significó también un flagelo para las ventas argentinas, que, tal como explicaba días atrás Bichos de Campo, tuvo que demorar sus envíos a la espera de una mejor cotización.
Para hacer frente a esa problemática, que ya encendió varias alarmas en Chile por la relevancia que tiene China como socio comercial, una empresa que exporta cerezas de calidad premium implementó por primera vez un sistema de seguridad basado en chips inteligentes que incluso se autodestruyen si se los intenta manipular.
Así expresado, parece futurista. Pero es el presente.
La marca Ocho Fuegos acaba de concretar un envío de 100.000 kilos de cerezas frescas a China, que llegaron al aeropuerto de Chengdu en pequeñas cajas de 2,5 kilos equipadas cada una con un chip NFC desarrollado por la firma chilena TAR System.
Con ese sistema de trackeo en tiempo real, el objetivo de los exportadores era cerciorarse que su fruta no fuera adulterada ni manipulada durante el viaje y que llegara en las mejores condiciones para no ser castigada luego con un bajo precio en el destino. El sistema implementado cuenta con cinco capas de seguridad y asegura la trazabilidad completa desde el origen hasta el consumidor final.
El cargamento llegó a principios de esta semana por vía aérea, que no es generalmente la más elegida para la exportación de cerezas chilenas, pero sí para los envíos “ultra premium” como el de este caso. El vuelo partió desde Santiago hizo escala en Estados Unidos y en China fue recibido por el embajador Pablo Arriarán, funcionarios de comercio y tecnología, el consejero comercial chileno Andrés Gebauer, y representantes de las empresas involucradas.

TAR System es una empresa chilena especializada en certificar la originalidad de los productos mediante chips inteligentes. Por eso, ya se implementa en otros productos alimenticios de alto nivel, como vinos, salmón y aceite de oliva, pues permite conocer el recorrido completo en toda la cadena y, a su vez, es validado oficialmente como sello de país de origen.
El sistema se basa en colocar los chips con stickers en cada caja transportada, que atraviesan un proceso de encriptación y cuenta con cinco capas de seguridad, que detalla la propia firma en su web oficial: tecnología NFC, información encriptada, ID de chip unitario por producto, almacenamiento de datos en la nube, bloqueo por frame y password del productor.
Además, si se intenta retirar la pegatina, el chip se destruye y queda evidenciado que la cadena fue interrumpida en alguno de sus eslabones.
En una línea similar, el año pasado el INTA anunció el lanzamiento de una cereza electrónica, un prototipo en el que trabajó por más de 6 años y que está orientado a detectar, mediante sensores, qué etapas del proceso de empaque y traslado son las que más afectan a la calidad de la fruta.
El dispositivo emula a una cereza convencional y está diseñado para viajar junto a ellas. Consta de un sensor de acelerómetro, un microcontrolador y una batería. Puede transmitir los datos en tiempo real o bien almacenarlos para ser leídos posteriormente. Mediante esas mediciones, el objetivo último es reducir al máximo las pérdidas por golpes o “pitting”, que pueden alcanzar, en los casos más extremos, el 40% de la fruta enviada.
Se trata de un desarrollo conjunto entre el Laboratorio de Electrónica y la Agencia de Extensión del INTA de Los Antiguos, en la provincia de Santa Cruz, propuesto para ser implementado en todas las plantas de empaque del país.

Este sistema pionero, aún costoso y viable únicamente para envíos pequeños, abre la puerta para que los exportadores chilenos de cerezas evalúen cómo diferenciarse en un mercado de tanto volumen. Pero, a la vez, resulta atractivo para Argentina, que precisamente busca hacer énfasis en la calidad para posicionarse ante su competidor.
Incluso, el envío de fruta fresca a China por parte de los exportadores nacionales se vio demorado este año, pues las malas condiciones en que habían llegado los envíos chilenos desmejoraron el nivel de precios, que recién ahora empieza a recuperarse.





