Una crisis de ansiedad, estrés y malos hábitos llevaron a la uruguaya Natalia Amacoria a consumir distintos ansiolíticos y antidepresivos a sus cortos 22 años. Impactada por el número de fármacos recetados y por la poca claridad su diagnóstico, la joven buscó alternativas y segundas opiniones que la llevar a encontrar un mundo, hasta entonces, desconocido.
“Los médicos me decían que eso iba a seguir sucediendo y que no sabían hasta cuándo sería. En la búsqueda de alternativas y terapeutas, me hablaron de las tinturas madre y algo se me encendió. Son extractos hidroalcohólicos de los principios activos de las plantas medicinales. Particularmente di con la Passiflora caerulea o Mburucuyá, una nativa que crece en todos lados, con la que me empecé a vincular en base a esa tintura. Hoy la llamo mi planta portal, porque en dos meses puse sacar a los ansiolíticos de mi vida”, contó a Bichos de Campo Amacoria.
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Pero lejos de tener un único uso, la mujer aprendió sobre su aplicación en cólicos estomacales, menstruales, contracturas y dolores de cabeza.
“Me di cuenta de que realmente en una planta entraba todo un botiquín, y que me podía acompañar en distintas situaciones. Ahí pensé: si todo esto viene de una planta, puedo elaborar la tintura yo misma. Fue así que inicié esta búsqueda”, relató la uruguaya, que hoy lidera la escuela herbal BioFamilias en Uruguay, seguida por una comunidad de más de 600 mil personas.
Aquella pulsión por conocer nuevas plantas, estudiar, experimentar y enseñar, llevaron a Amacoria a autopercibirse como toda una “maestra herbal”, profesión desde la cual imparte todo tipo de capacitaciones.
“Mi formación la hice viviendo en Montevideo. Allí está el centro CEUTA, que enseña todo sobre la farmacia de las plantas, su medicina, y cómo elaborar ungüentos, pomadas, cremas, jarabes y productos del botiquín básico que no fallan. Hay saber que viene de lo científicamente comprobado, y hay una gran cantidad que viene de la experiencia, del ensayo y error. Para mí es algo fascinante este mundo porque empieza desde ahí, desde la experiencia de probar, de encender un fuego y ver cuáles son las resinas que liberan más olores dulces, más amargos”, señaló.
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Para la uruguaya, antes de ponerse a elaborar cualquier tipo de extracto, un buen primer paso es la “experimentación en presencia”, activando los sentidos básicos.
“Una forma de empezar es relacionarse con la planta, tocarla, olerla, dormir con una hoja debajo de la almohada o tenerla en un florero y ver qué me pasa. El tártago, por ejemplo, que sirve para extraer aceite de ricino, es una planta muy fuerte que con poner una hoja en una mesa ya cambia el ambiente. Mucho tiempo en contacto con ella puede provocar vómitos, por lo que hay que manejarla con cautela. Los sabores también nos hablan de los principios activos de las plantas. Los más dulces son más sedantes, los alcanforados son más respiratorios, los más amargos son hepáticos. Hay muchas pistas que nos tira la naturaleza”, indicó Amacoria.
-¿Por qué pensás que sabemos tan poco? ¿Por qué los humanos en general vivimos de espaldas a la medicina de las plantas?- le preguntamos.
-Creo que hubo una gran desconexión en un momento cuando llegaron las grandes industrias farmacéuticas. Es meterle el dedo en la llaga a esa industria, que es la más millonaria de todas y que no le conviene que sepamos hacer nuestros propios jarabes, nuestros propios ungüentos, que nos podamos hacer nuestra tintura para la diabetes, para sanar cosas serias. A las plantas medicinales las asociamos con el dolor de panza y hasta ahí, pero no con una artritis reumatoide. Eso se puede sanar haciendo un tratamiento con las dosis adecuadas y seguras. Hay quienes han revertido hasta enfermedades autoinmunes.
-Vos te dedicás entonces a seguir aprendiendo y a enseñar todo lo que ya sabes, de todo lo que hay aún por aprender.
-Exacto. Yo que vengo de la ciudad, me comparaba con personas mayores que hacía años que estaban en contacto con esto, y pensaba cómo voy a enseñar yo. Pero aprendí que si vos sabes 2 de 10, les podés enseñar a quienes saben 1 y 0, y seguir caminando y aprendiendo. Es infinito este camino de aprendizaje, pero qué lindo ir creciendo sin pensar que nos las sabemos todas. Si yo experimenté con la manzanilla y sé que es buenísima en infusión, se lo puedo compartir a alguien que ni siquiera la probó. Y qué importante es que yo pueda transmitir eso y encender ahí la chispa.
-¿Cómo te ubican quiénes te quieren contactar?
-BioFamilias es mi Instagram. Es un proyecto gratuito, abierto a todos, que ya está superando el medio millón de seguidores. Eso da cuenta del interés que hay realmente. Y dentro de BioFamilias está la escuela rural con cursos más avanzados para armar todo ese botiquín de plantas.





