Hace unas semanas, en la entrevista con Carlos de Huerta Orgánica, se habló de la huerta sintropica. Es interesante ahondar, ya que es un concepto que es tendencia en el cultivo de alimentos.
La idea de la sintropía no nació de un día para el otro. El gran impulsor de este enfoque es Ernst Götsch, un agricultor e investigador suizo que hace décadas trabaja en Brasil. Götsch observó los bosques nativos y entendió algo simple pero clave: la naturaleza nunca deja un suelo desnudo, siempre mezcla especies y todo lo que cae vuelve a alimentar la vida. A partir de eso desarrolló la agricultura sintrópica, un sistema que busca producir alimentos siguiendo las mismas reglas que usa el monte para regenerarse.

Eso es, justamente, lo que Carlos empezó a aplicar. En vez de hileras prolijas y áreas separadas, la huerta sintropica funciona como un pequeño bosque en movimiento. Conviven frutales, arbustos, hortalizas, aromáticas y plantas de servicio. Algunas crecen rápido y dan sombra, otras fijan nitrógeno, otras producen mucha biomasa. Cada una tiene una tarea que sostiene a las demás.
La clave es que todo se aprovecha. Las podas no se tiran: quedan en el suelo para protegerlo y nutrirlo. Las capas de plantas ayudan a conservar la humedad, atraen vida y mantienen el equilibrio sin necesidad de tantos insumos externos. Por eso se la conoce como “bosque comestible”: porque el sistema se fortalece con cada ciclo.
En la entrevista que brindó a De Raíz Carlos lo explica de manera muy sencilla: una huerta sintropica “se alimenta sola”. Y en su espacio de Villa Pueyrredón ya se ve esa lógica en acción. Hay frutales jóvenes mezclados con hortalizas de estación, plantas que aportan sombra y otras que hacen de cobertura. Nada está puesto al azar; todo suma al conjunto.
Aquella charla de semanas atrás abrió la puerta. Y hoy, viendo cómo crece este bosque comestible, queda claro que la sintropía no es una técnica rara ni una moda pasajera: es otra manera de relacionarse con la tierra.





