Fernando Fidelibus no viene del palo ganadero, no es hijo ni nieto de productores, pero vive la actividad con la misma e intensa pasión que aquellos que se criaron entre las vacas. Su mayor capital, reconoce, es su familia. A su esposa e hijos les reconoce no sólo el apoyo y el acompañamiento, sino también la confianza ciega que le tienen en sus emprendimientos.
Aunque su actividad principal viene por el lado de las estaciones de servicio, en su estancia La Perla, en el centro de San Luis, realiza lo que lo enamora: recría y terminación a corral de los terneros y novillos que compra a criadores, con quienes desarrolló un vínculo de años, y en remates con la firma Mondino. Ya pesados, los novillos –que son sobre todo Angus negros y colorados- tienen como destino principal la cuota 481.

Su establecimiento tiene un diseño particular. Dividió la parte ganadera en 8 lotes enfrentados, que a su vez están divididos en 4 partes. En el centro de cada uno hay un corral, al que la hacienda ingresa una vez al día para comer alimento preparado en el mismo campo, que complementa a las pasturas.
Cada potrero tiene 50 hectáreas y una carga de 500 cabezas de forma permanente, que van rotando continuamente para aprovechar todo el pasto y evitar la concentración.
Los terneros entran con el kilaje propio de la zafra, en torno a los 180 a 200 kilos, y en los 100 a 120 días de recría con suplementación ganan entre 100 y 120 kilos.

“El sistema de alimentación es natural y artesanal, con un alimento balanceado producido en la misma estancia, que incluye picado de maíz, harina de maní o espelta de soja y poca concentración. La suplementación diaria se hace en un mixer y se ajusta según la época y la condición de los animales”, explicó Fernando.
Los animales salen con 280 a 300 kilos, y entran a un proceso de engorde intensivo de otros 120 días, en los que obtienen niveles de conversión que van de 1,5 a 2 kilos por día. Al final del proceso pesan 500 kilos de promedio.
Los novillos que produce son muy demandados y la calidad de su carne es tan destacada que ya cosechó medallas. Fue durante el World Steak Challenger, en 2024: dentro de la categoría grain feed obtuvo el oro para su ojo de bife y la plata para su bife angosto. El frigorífico encargado de la faena fue Frimsa.
“Estamos muy contentos porque somos nuevos en esto. No llegamos a los 10 años pero trabajamos con mucho profesionalismo y con muy buenos asesores. Y es clave para mí la familia: mi esposa y mis dos hijos, Anita y Nicolás, a los que también les picó el bichito de la ganadería”, contó feliz el ganadero.
A continuación, resaltó la importancia de la genética: “A la genética hay que pagarla y hay que premiarla. Hay muy buenos productores en Argentina, muy prolijos, que invierten en la calidad en sus rodeos. Eso hay que premiarlo”.

Fernando es además un adelantado, que ya utiliza caravana electrónica en toda su hacienda. “Eso nos da la trazabilidad de cada uno de los animales, y cuando les muestro que engordaron 2 kilos la gente queda enloquecida. Ahí me entienden porque pagamos bien los buenos terneros”, señaló.
La inversión en tecnología sigue siendo una prioridad. Entre las innovaciones realizadas, incorporaron círculos de riego con pivotes que cubren 125 hectáreas cada uno.
“Tienen un doble impacto. En San Luis alcanzamos los 120 quintales de maíz y aseguramos cantidad y calidad del alimento para la hacienda, triplicando los rindes medios de la zona”, sostuvo.
Fernando es un convencido de que la ganadería devuelve en producción y rendimiento la inversión que se le haga: “El campo es como un barril sin fondo. No tiene límite para reinvertir. Pero bueno, cuando te gusta algo, te apasiona y tenés las posibilidades de hacerlo, lo hacés con el mayor de los gustos”.




