Cuando una de mis hijas tenía once años de edad nos dijo a mi esposa y a mí que había tomado la decisión de hacerse vegana. Accedimos sin oponer resistencia. El primer día consumió básicamente pastas. El segundo día se encontró con un plato de garbanzos y lentejas; no los quiso. Así fueron pasando los días hasta que, hambrienta y tentada por la natural atracción que la mayor parte de los humanos tenemos ante el aroma de la carne asada, regresó a su dieta habitual.
Ese impulso hacia el veganismo no había sido natural, sino forzado a través de toneladas de contenidos presentes en redes sociales –especialmente diseñados para niños y adolescentes– en los cuales se afirmaba que la ganadería era la culpable de muchos de los grandes males del mundo.
Varios años después, puedo afirmar que los enajenados que sueñan con suprimir a la ganadería del planeta han perdido la batalla, aunque ciertamente –nunca conviene dormirse– no la guerra, porque seguirán buscando la manera de restringir el consumo de carne vacuna.
Estoy leyendo el último balance trimestral de la corporación cárnica brasileña MBRF (MBRF3) y son todas buenas noticias. Una facturación de 41.766 millones de reales en el tercer trimestre de 2025 con un EBITDA (utilidad antes de intereses, impuestos y amortizaciones) de 3503 millones.
Los que invirtieron en MBRF3 una década atrás –por entonces Marfrig antes de fusionarse este año con BRF– lograron generar importantes ganancias al apostar por la empresa que es la mayor productora de hamburguesas a nivel mundial y propietaria de las marcas Quickfood y Paty, entre muchas otras.
Esta semana también se publicó el balance trimestral de la empresa estadounidense Beyond Meat –fabricante de la hamburguesa vegana elaborada con aislado proteico de arveja– y son todas malas noticias. La facturación del último trimestre fue de 70,2 millones de dólares (-13% con respecto al mismo período del año anterior) con un EBITDA negativo de 21,6 millones versus otra pérdida de 19,8 millones en el tercer trimestre de 2024.
Quienes compraron acciones de la empresa Beyond Meat –comenzó a cotizar en 2019– perdieron la mayor parte de su capital al no entender que es una locura intentar brindar proyección global a un negocio de nicho de orden barrial.
Toda la inversión colosal realizada para intentar introducir un cambio cultural en la dieta occidental fracasó ante la poderosa fuerza de la elección de los consumidores, que prefieren, invariablemente, seguir comiendo carne. Cientos de miles de años de evolución respaldan sus decisiones.
Sin embargo, los lunáticos que promueven la agenda contraria a la ganadería, lejos de apropiarse de lo ocurrido como una derrota, lo incorporarán seguramente como un aprendizaje y volverán a la carga cuando encuentren el momento adecuado, aunque esta vez –no tengo dudas– intentando imponer restricciones por medio de métodos coactivos.
¿Por qué tanto ensañamiento contra la producción ganadera? ¿Por qué ni una sola palabra, por ejemplo, contra la carne aviar o porcina? ¿Qué es lo particularmente distintivo que tienen los bovinos que son objeto de un ataque constante por parte de los adeptos del credo de Gaia?
La clave es que los vacunos, a diferencia del resto de las fuentes de proteínas cárnicas, se pueden producir en vastas extensiones de ecosistemas naturales. Allí donde la agricultura no puede avanzar, habrá vacunos para transformar pastizales naturales en proteínas cárnicas, sebo y cuero, entre otros productos.
Si, como pretenden los enemigos de la ganadería, se prohibiese la actividad pecuaria, entonces grandes extensiones de tierra actualmente pobladas por bovinos quedarían vacías.
El particular ensañamiento con la ganadería, más que una cuestión ambiental, parece entonces una acción diseñada para desterrar a la humanidad de vastas regiones del orbe, pues, sin la posibilidad de criar y engordar animales en pastizales naturales, tales zonas quedarían deshabitadas.
Tal agenda no representa, en definitiva, una acción coordinada contra la ganadería. Se trata de una política diseñada contra la humanidad.






