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Valería Sommaddossi quedó al mando de la chacra familiar en Centenario, y decidió disfrutar de tanto esfuerzo heredado de sus mayores: “Te puedo asegurar que mentalmente es gratificante”

Leticia Zavala Rubio por Leticia Zavala Rubio
4 noviembre, 2025

En la Chacra 107 de la Calle 3 -Puente Tomero- de Centenario, en la Provincia de Neuquén, se tejen historias que perduran. Allí Valeria Sommadossi invita a defender la producción y a valorar lo que ofrece la tierra: productos frescos, salud, tradición y futuro.

Valeria es hija y nieta de inmigrantes, y representa la tercera generación de productores frutícolas tanto por línea materna como paterna. Con abuelos que habitaron el Valle desde 1921 y 1934, cuenta que su madre fue la mayor de cuatro hermanas, perdió a su padre a los 13 años y desde ese momento trabajó junto a su abuela en la chacra. “Hoy, a sus 73 años, continúa firme a mi lado, guiándome con sabiduría y amor por la tierra”, señala Valeria.

 

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Su padre, el menor de tres hermanos, dedicó toda su vida al trabajo rural y forjó su vida familiar en una casa de adobe. “Nos formaron a mis tres hermanos y a mí bajo los valores del sacrificio, la honestidad y el respeto por la tierra. Soy la menor de los cuatro, y desde pequeña trabajé a su lado, aprendiendo que el esfuerzo es parte de nuestra identidad”, agrega.

La partida física de su papá significó un enorme reto para ella, a sus 43 años. “Mi objetivo es seguir siendo un eslabón fundamental en la cadena alimentaria y económica, generando productos de calidad que representen el valor real del trabajo rural”, indica.

“En estos últimos años logramos poner nuevamente en marcha la chacra, reconvertir parte de la producción e incorporar nuevas actividades como el forraje”.

A Valeria le gusta repasar su historia, las fotos y las anécdotas de aquellos inmigrantes que avanzaban con intuición y experimentando. “Una de las anécdotas en la familia es que ellos araban con el caballo y les quedaban cascotes muy grandes, entonces empezaron a agarrar palos sin saber, sin tener herramientas y así los rompían”.

En aquellas vivencias encuentra nostalgia por lo sufrido por sus antecesores al contar con pocas herramientas y en el desfasaje de su ímpetu y las políticas económicas que no la acompañan. “Me da mucha nostalgia y bronca pensar que han tenido que trabajar a mano y a veces te da mucha desazón. Decís: ‘cómo puede ser que uno que tiene este empuje, estas ganas y esta garra no pueda revertir la situación teniendo todos los medios hoy, porque ellos no tenían ninguno, y aun así avanzaban”, señala.

“Nos criamos en la chacra, los cuatro hermanos estudiamos en el primario rural y nos fuimos luego al secundario y a la universidad. Cada uno tuvo sus roles”. Su mamá siempre ordenada y pensante, según la define, y su papá “un gringo medio retobado” al que no juzga porque entiende que ´no aprendió otra cosa´, llevaron adelante la chacra de producción de peras y manzanas.

“Era monte tradicional o monte viejo que se le llama, y también había animales porque se consumía lo de la casa. Tuvimos chanchos, gallinas, conejos y vacas”, enumera.

“Papá falleció hace tres años y yo era la que estaba más cerca, hacía la parte administrativa, y quedé a cargo adecuándome al nuevo sistema, al Renspo de Senasa, los papeles de los empleados, y promulgando un poco las actividades siempre con grupos de defensa de la Tierra productiva”.

De los cuatro hermanos, Valeria fue la que quedó al mando. “Mis hermanos, dedicados todos a otra cosa, me incentivaron a seguir e hice reconversión, arranqué un cuadro de pera, hice alfalfa si bien ya habíamos hecho un cuadro con mi papá”.

“Nos estaba yendo bien y empezás a incursionar en el sistema y a ver que es menos trabajo, tal vez no tan rentable. Pero a veces pones en la balanza y equilibrás, asi que decidí reconvertir, hice otro cuadro más y voy por el tercero”, cuenta entusiasmada.

Decidida a que esas parcelas no murieran, Valeria fortaleció los vínculos con los colaboradores que acompañaban a su papá, después de volver de estudiar Recursos Humanos, convertirse en mamá y concretar su propia casa.

“Aprendes de la experiencia de ellos. Nos dieron la posibilidad de estudiar. Ellos  no lo hicieron y les fue difícil incorporar el conocimiento de los Ingenieros Agrónomos, y nosotros estudiamos todos otras cosas que no estaban relacionadas a la tierra”, cuenta.

Valeria se mantiene activa, reavivando también el intercambio y la organización de un grupo de hijos de chacareros que como ella, han decidido continuar el legado familiar. “Veo que ellos están entendiendo que la tierra productiva es nuestro eslabón de la cadena alimenticia”, asegura.

 

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Desandando sus raíces, Valeria tuvo la oportunidad de visitar a familiares que viven en Italia y se inspiró en su sistema productivo. “Ellos tienen parcelas muy pequeñas de una o dos hectáreas, no hay campos muy grandes, pero todo funciona, es un placer ver el orden que tienen. Todas parcelas con malla antigranizo, riego por goteo, y hay ayudas para la inversión en maquinarias, también funciona el subsidio de la luz”.

“No hay intermediarios en el sistema, que va del productor al consumidor; y del productor al supermercado, que le tiene que comprar al productor interno. Las cooperativas funcionan porque tienen la condición de que no puede quedar ningún productor afuera”, destacó.

Volviendo a su presente, Valeria repasa con añoranza que tienen un tractor desde hace 52 años y que los costos para reemplazarlo se le hacen imposibles. Comprende que en esto de no haber intermediarios, su papá siempre vendió la fruta “en la tranquera”, salía a ofrecerla por los barrios y ella acompañó siempre ese proceso que aprendió y tuvo que ejercer luego.

“Yo creo que lo que hay que cambiar son las políticas de control; ponerle un valor al producto y hacer que el sistema comercial funcione. Mira vos, como en algún momento hemos podido ser el gran primer mundo, allá en Italia recordaban de Argentina, de Neuquén, la manzana que tenía el loguito del Moño Azul”.

“Nosotros acá entregábamos al galpón y Moño Azul exportaba, eso no sucede más. Es loco que nosotros siendo productores de fruta recibamos fruta de otros lados”, reflexiona.

Pese a las vicisitudes de la actividad, asegura que “se puede”.

“Yo le meto garra junto a mis dos ´viejitos´, los colaboradores que tenía mi papá, que no pueden creer que le meta a la par de ellos y con mi mamá siempre al lado”.

“El secreto es el trabajo y te puedo asegurar que mentalmente es gratificante y estoy muy bien de salud, porque estás en otra cosa también. Estás pensante, activa, estás recreativa cosa que hoy la gente no, porque tiene la mente en la tecnología y eso no es recreación”, afirma la productora que también volvió a la huerta para autoconsumo.

Además, “resulta imprescindible que el sistema político verifique y controle la formación de precios, asegurando un valor justo para quienes producimos. Solo así todos podremos continuar aportando alimentos a nuestro país, generando trabajo y contribuyendo al crecimiento de la economía regional y nacional”, remarca la productora.

Sobre su historia, reflexiona: “Tuvimos una vida diferente los que crecimos en una chacra. Yo conocí la nieve a los 25 años y el mar a los 23”, recuerda.

Pese a que no fue fácil procesar la dureza del clima y de los ´gringos´ que no tuvieron más que la propia experiencia, Valeria rescata ´poder volver y reconectar con lo humano´.

Etiquetas: alfalfaarriagocentenariochacras de neuquénfruticulturamanzanasValeria Sommadossivida rural
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