Además de trabajar su propio campo, el mismo donde vivió hasta los 2 años de edad, el agrónomo Carlos Giorgis asesora a muchos otros productores ganaderos de Laboulaye. La zona, que es ríspida por excelencia, le exige un rol muy activo, sobre todo para evaluar las decisiones a tomar entre inundaciones, sequías, salinidad y suelos castigados por la erosión.
Más que enfocada en los insumos, lo que hace es una agronomía de procesos, que requiere mucha materia gris, mediciones, manejo y debates. Por eso, cuando tiene que describir su labor, Carlos se pone en el rol de director técnico y lo grafica en términos futbolísticos: allí no se puede “jugar lindo” como el equipo de César Luis Menotti, sino que hay que ser resultadistas, al mejor estilo de Carlos Salvador Bilardo.

“Acá tratamos de jugar como podemos, no como queremos”, explicó el agrónomo en la recorrida que hizo junto a Bichos de Campo por su establecimiento. Para eso, dice, la clave es “ajustar las expectativas” a lo que puede ofrecer el ambiente y no arriesgar demasiado, porque las posibilidades de perder son muy elevadas. Si volvemos a la metáfora futbolística, ese era también el “paso a paso” de Mostaza Merlo.
En resumidas cuentas, todo el planteo productivo está supeditado a la actividad ganadera. La mayor parte del año hacen pasturas de diferentes variedades, pero con base en alfalfa, y aprovechan la fertilidad que generan para volcarse al verdeo y la agricultura de períodos cortos. El final del proceso es siempre la carne.
“La idea es que el maíz se vaya del campo con cuatro patas y no con ruedas”, resumió Giorgis.

Con un rodeo Angus de tipo escosés, rústico y adaptado a esa zona productiva, suelen vender terneros de entre 180 y 220 kilos. En los buenos años, cuando hay una mejor espalda económica y expectativas con el maíz -como ocurre ahora- hacen lo posible por “aguantarlos” para terminarlos y enviarlos a faena.
Si bien todo su planteo gira en torno a la ganadería, se cuidan también de “dejar descansar” el suelo, de por sí castigado en esa zona productiva. “Tratamos de hacer un pastoreo con la mayor racionalidad posible, con cortos períodos de aprovechamiento y largos de descanso”, explicó el agrónomo.
Así lo dictan los principios de la agroecología regenerativa, una tendencia de la que echan mano a menudo. En definitiva, no pierden de vista que su supervivencia productiva se juega “partido a partido” y son precavidos.
Para el que le gusta experimentar y evaluar alternativas, esa zona del sur cordobés es ideal. A fin de cuentas, muchas de las recetas convencionales no hacen mella en esas latitudes.
Por eso cobra especial relevancia el asociativismo, pues los productores comparten conocimientos y experiencias, pero también se apoyan en épocas de vacas flacas, cuando más de uno queda en una encrucijada. Aunque son planteos muy defensivos, los grupos de trabajo también ponen en agenda la posibilidad de agregar valor en conjunto.
Antes que el programa se discontinuara a nivel nacional, Giorgis ofició de asesor en uno de los grupos de Cambio Rural. Ahora, dirige una iniciativa similar pero enmarcada en el programa Córdoba AgroAsociativa, lanzado oficialmente en mayo de este año con el propósito de emular aquella experiencia nacida en los noventa.
Mirá la entrevista completa con Carlos Giorgis:
Y el trabajo diario no sólo transcurre dentro del campo, sino también en los escritorios, donde se pone en juego la agronomía de procesos y se toman las decisiones más relevantes. La Consultora del Sur, que integra Giorgis junto a otros colegas, opera en el centro del país con ese objetivo.
“Hay que remarla por muchos años para estar como estamos hoy. Es un camino lento y sinuoso”, concluyó el agrónomo.




