Ambos son jóvenes ingenieros agrónomos, pero uno es cordobés, de Villa Allende, Daniel Ruiz Luque (25), y el otro, Facundo Fernández (29) es oriundo de San Miguel de Tucumán. El destino hizo que se conocieran muy lejos de su pago natal, en Bundaberg, dentro del Estado de Queensland, al noreste de Australia. Más precisamente ambos están trabajando en la parte sureste de ese Estado, muy cerca de la costa que da al océano Pacífico Sur. Partieron de Argentina con ánimo de viajar mucho y de conocer otras culturas, además de trabajar y ganar unos buenos pesos.

Cuentan estos noveles agrónomos que cuando llegaron a esa zona les llamó la atención el suelo, algo rojizo, y les hizo acordar a nuestra provincia de Misiones. Pero además, a Facundo lo retrotrajo a su pago natal, ya que es una región eminentemente agrícola, donde abundan las plantaciones de caña de azúcar, con un clima subtropical, similar a las Yungas tucumanas.
“Aquí hay un ingenio muy grande, destinado a la destilación de alcohol y también una destilería de ron muy antigua, de una marca reconocida mundialmente, la Bundaberg Rum Destillery. Pero actualmente es un boom el cultivo de la nuez de Macadamia, originaria de Australia, que es blanca y muy rica, la cual está remplazando año a año al cultivo de la caña”, señala el tucumano.

Los jóvenes indican que en esa parte de Australia el clima es húmedo y cálido, con unos 23 grados de temperatura promedio. Los veranos pueden alcanzar los 45 grados y en primavera ya tuvieron 35 grados de calor. En cambio, casi no tienen invierno ni heladas, ya que a lo sumo pueden alcanzar una mínima de 4 grados.
Cuentan que al llegar, ambos tuvieron que “pagar el derecho de piso”, ya que realizaron varios trabajos rurales pesados, como alambrar en un feedlot de ovejas, o sacar piedras con pala mecánica en grandes extensiones agrícolas, para que pudieran pasar las cosechadoras, y demás labores. Pero sostienen que como siempre la paga es buena, es común que a pesar de ser profesionales, se suelan arremangar y hacer tareas que seguramente no harían en su propio país.
Daniel llegó a Australia en julio de 2024 y Facundo, dos meses después. En diciembre, este último se hallaba cosechando trigo y cebada en medio de un “páramo”, en la zona de Moree, cuando se enteró de que una empresa local buscaba un mánager o gerente. Viajó a Bundaberg donde tuvo una entrevista con los dueños y fue tomado inmediatamente.
Daniel, por su lado, se enteró a través de un grupo de Facebook, que la misma empresa buscaba personal. Y en enero de este año lo tomaron como asistente de un agrónomo sudafricano, que desempeñaba el cargo de gerente. Pero al poco tiempo los dueños decidieron remplazarlo por Daniel.
La finca donde trabajan estos jóvenes argentinos es parte de una importante empresa familiar dedicada eminentemente a la industria citrícola, en cuyo rubro son fuertes exportadores a los mercados de Asia y Europa. Pero además, desarrollan cultivos de higos, palta, maracuyá y aromáticas, bajo hidroponia, que es la sección que les toca cogerenciar a ambos. Ellos viven dentro de la finca, que está a 11 kilómetros de la ciudad, en la zona de Allowey.

Los agrónomos comienzan aclarando que en Argentina el sistema de hidroponia suele asociarse sólo a las plantas cultivadas en un medio o sustrato acuoso, pero que este modo no es exclusivo. Explican que sus plantas de higos pueden llegar a medir hasta 7 u 8 metros de alto. Entonces se las coloca en macetas, porque obviamente no pueden crecer dentro de los clásicos caños de PVC, ya que no los soportarían. Detalla Facundo que se asienta sobre un sustrato con perlitas y fibra de coco, pero todas las macetas son irrigadas con el sistema de riego por goteo, aunque de modo constante y no continuo, proveyendo el agua con la solución nutritiva. Por esta razón el sistema es hidropónico.
“Utilizamos el software de computadora, de la empresa PRIVA, para ambientes de interior controlados -detalla Daniel-. Éste es el más avanzado del mundo para desarrollar un sistema de riego automatizado, que consta de micropulsos, cuyos valores vamos modificando de acuerdo a la radiación solar. Porque a medida de que los rayos solares son más fuertes, es cuando las plantas necesitan más agua –advierte, y continúa-. El sistema se mantiene siempre encendido. También controlamos la temperatura y la ventilación con el mismo software, que activa la caldera en invierno, ya que debemos mantener los invernaderos a 15 grados. A las enfermedades las combatimos con productos suaves”, completó.
Facundo agregó que al cultivo de palta no le están haciendo ningún manejo, porque los dueños de la empresa han decidido cambiarlo, suponen por más higueras. Además, producen maracuyá y también aromáticas como tomillo, eneldo y salvia, todo en macetas, en invernadero e hidroponia.
“Tenemos un invernadero de una hectárea con 18.000 a 19.000 plantas de higo en producción hidropónica, más 3 hectáreas del mismo cultivo, pero a campo. Más 9 hectáreas de palta a campo, pronto a remplazar. Los higos son de la variedad Black Genoa (Ficus Carica), grandes, de piel morada casi negra y pulpa dulce y muy rica, de rojo intenso. Es muy productiva, de veloz crecimiento y autofértil”, describen.
Continúa Daniel: “Esta plantación de higueras estaba en manos de otro dueño, que obtenía un rendimiento de una bandeja por planta, lo que equivale a 2 kilos y medio de higos por cosecha anual. Bajo cobertura, estamos cosechando todo el año, en cambio a campo lo hacemos de diciembre. Con los dueños actuales estamos tratando de llegar a este mismo resultado”.

“El packaging se realiza en la misma finca, para vender al mercado interno, todo en fresco, y se seleccionan dos clases, de primera y de segunda calidad, según tamaño y aspecto. La bandeja que sale a la venta, pesa entre 2,100 kilos a 2,200 kilos. Y, comparando, en Argentina se vendería a 7 o 9 dólares, cuando acá se vende a 50 o 60, y hasta puede llegar a los 100 dólares”, precisa el agrónomo.
Interviene Facundo para señalar que la ventaja de la producción mediante el sistema hidropónico bajo cubierta consiste en que se obtiene mayor volumen y una calidad superior, respecto de una misma hectárea de producción a campo con sistema tradicional. Y además, se logra salir al mercado de modo anticipado, en una época del año en que aún casi no hay higos, logrando mejores precios, cuando por ser hidropónicos ya se pueden vender más caros.
Daniel destaca que ellos mismos se pusieron a investigar y no han hallado hasta ahora que en alguna otra parte del mundo se esté practicando la hidroponia en el cultivo de higos. Reflexiona que en nuestro país no sería fácil replicar esa misma forma de producción, ya que la inversión no es menor. “El software es caro y además se paga un servicio anual, más los sensores y las válvulas que se deben colocar, también son onerosas”, dice.
Continúa informando Facunado: “Los dueños vienen una o dos veces por mes. Tenemos un plan de trabajo y debemos hacer informes mensuales, pero nos dejan libertad para manejar el personal, el riego, la fertilización, la cosecha, es decir, toda la parte agronómica. Pero no nos ocupamos de la administración, ni del packaging”, aclara.
Retoma Daniel: “Acá la mano de obra es cara y se paga por hora, de modo que cuando baja la producción, los dueños nos piden que despidamos personal inmediatamente. La mayoría del personal son “backpackers”, que los mismos hosteles nos proveen y a veces nos mandan de a cinco. Básicamente todos debemos saber hablar inglés, pero nosotros en Argentina aprendemos el británico y acá tienen su “slang” o modismos regionales que nos cuesta entender. El choque cultural es fuerte y no es fácil ver a un argentino de novio con una australiana. Lo bueno es que tenemos la playa cerca y la ciudad es grande, tiene hipermercados, cines y todas las comodidades para no aburrirnos. Vamos al gimnasio y yo hasta jugué en un club de fútbol, dos veces por semana”.

Completa Facundo: “Cuando empezamos en esta empresa, les aclaramos a los dueños que salimos de nuestro país con la intención de viajar por el mundo y acordamos con ellos tener un mes y medio para viajar en el año, sin goce de sueldo, pero por separado, ya que uno de los dos debe quedarse a cargo. Ya hemos paseado por Tailandia, Indonesia, Vietnam, Camboya y yo estuve en Singapur, porque es barato y nos quedan cerca. Vivir en Sidney es caro, pero acá, es como que hacés vida del interior y podés ahorrar, además de que no tenemos una familia que alimentar”, reconoce el ingeniero nacido en “El jardín de la República”.
Y culmina el tucumano: “Salimos poco a comer a restoranes porque no es barato, pero preferimos juntarnos con amigos en torno a un buen asado, hecho por nosotros. Nos dan una casa muy cómoda, a un alquiler bajo, con pileta, wifi y hasta les pedimos que nos compraran una parrilla para asar con carbón, si bien éste es muy malo. En cambio, la carne es buenísima, aunque tuvimos que enseñarle al carnicero nuestros cortes. Nos hizo mucha gracia que al poco tiempo, puso un cartel ofreciendo su carne con cortes argentinos, que dice: ‘Picanha, Flank (vacío) and Think Skirt (entraña) South American Style’”.
Daniel y Facundo nos dedican la canción “Niño”, de Milo J. quien reversiona una parte del rasguido doble “Puente Pexoa”, con letra de Gregorio Armando Nelli y músico de Mario del Tránsito Cocomarola.




