Por la módica suma de 500 dólares, cualquier hijo de vecino puede invertir en 100 cañas de bambú o 250 kilos de carbón activado y obtener una renta fija del 16% anual.
Así planteado, parece un “speech” de uno de los tantos “influencers cripto” que hay en redes sociales. Pero en realidad este es un esquema que inauguró Grupo Mepar, un conjunto de inversores entre los que figura el entusiasta Miguel Campos, ex secretario de Agricultura de Roberto Lavagna, en el primer tramos del gobierno de Néstor Kirchner.
El sustento del proyecto es productivo: una plantación de 100 hectáreas de bambú en Misiones, con variedades traídas de India, y una planta procesadora para elaborar carbón activado a punto de ponerse en funcionamiento. El recurso que ofrecen es financiero: una suerte de obligaciones negociables ancladas en esa producción real con un año de plazo, que les permitirá a este grupo de inversores capitalizarse en poco tiempo.
Cuando tiene que explicar de qué se trata su proyecto, el ex funcionario de gobierno muestra varias fotos y videos de dos campos donde producen ese bambú, en Comandante Andresito y San Antonio. Eso es un punto clave de la propuesta de inversión que ofrece, porque lo que hacen es “vender” a los inversores interesados paquetes de 100 palos de bambú y de 250 kilos de carbón activado a 500 dólares en ambos casos, y ofrecer a cambio una tasa de interés que es 4 veces mayor que la estadounidense, muy elevada para inversiones en esa moneda.

-¿Dónde está el negocio, entonces?-, le preguntó Bichos de Campo al promotor de la iniciativa.
-En que nosotros no vendemos los palos y el carbón, sino que los usamos para sustentar la inversión. Es una preventa de esa materia prima, que luego duplicamos en precio cuando la vendemos efectivamente en el mercado, y eso permite pagar esas tasas a los inversores- explicó Campos.
Y detalló: “Yo sé que los palos que ofrezco a 5 dólares los vendo luego a 10. Eso es un 100% de ganancia, ¿cómo no voy a poder pagar 16% de tasa? Lo mismo sucede con el carbón activado, que lo ofrezco a 2000 dólares la tonelada y lo vendo a 3000, un 60% de margen”.
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De eso se desprende una arista clave, que es la cantidad de “paquetitos” que ofrecen, porque tienen que asegurarse de luego producir eso y efectivamente venderlo para devolver el dinero con interés. En ese sentido, la oferta 2025 sólo consta de 1000 paquetes de 100 palos de bambú (B-PAC25), a 500 dólares cada uno, y de 1000 paquetes de 250 kilos de carbón activado (CA-PAC25), que se venden al mismo precio. El carbón activado es un polvo de carbono altamente poroso, utilizado como adsorbente para eliminar toxinas y sustancias de líquidos y gases, muy demandado por ciertas industrias.
La sigla “PAC”, significa “Producción Anual Cuotificada”, pues de las 200.000 varas que producen por año sólo venden la mitad y de las 600 toneladas que proyectan elaborar en su planta, poco más de la tercera parte.
“¿Por qué cuantificar esa cantidad únicamente? Para que no piensen que es una estafa piramidal. Si me vienen a comprar 150.000 palos no puedo venderlos, porque sólo vendo una parte”, afirmó el ex funcionario, que dejó la cartera de Agricultura en 2007 en medio de conflictos con las entidades rurales, pero también tomando distancia del kirchnerismo más rancio que seguiría después.
En realidad, su anhelo de llevar adelante un proyecto de este tipo viene desde muchos años antes, cuando conoció el cultivo de cerca, en un viaje que hizo con Kirchner a China.
La idea inicial de Campos era desplegar una cuenca de bambú en el país. Demorado por idas y vueltas, descapitalización y pérdidas personales, el modelo de Grupo Mepar es un primer paso en ese sentido, un proyecto a menor escala que esperan que luego se replique en varias zonas.
El atractivo está en que un campo de bambú demora 4 años en madurar y luego genera producción constante campaña tras campaña. En paralelo, una planta de carbón activado que procese esas ramas -previamente “chipeadas” en el campo-, lo que hace es agregarle mucho más valor, considerando que ese subproducto es muy demandado por el sector energético, para el refinamiento de combustibles, pero también por la industria licorera y cosmética.
A futuro, incluso, además de destinarlas al carbón, prevén que pueden agregar más valor aún a sus ramas de bambú en otros circuitos, como el de la construcción, la decoración y hasta el alimenticio, con la producción de vajilla.
Pero toda esa diversificación está aún en los papeles, porque primero deben poner en funcionamiento el circuito y, para eso, necesitan financiamiento.
“Si vamos a un banco hoy, como esto es un fideicomiso sobre tierras alquiladas, no nos dan crédito”, explicó Campos, que afronta el mismo flagelo que muchos otros productores y por eso ensaya esta alternativa. Si funciona, no descartan lanzar nuevos PACs en 2026 -ya que la producción y comercialización es de corto plazo- y capitalizarse para avanzar en el armado de otras cuencas.
Pero, a un nivel más general, el ex funcionario se ilusiona con la idea de que este modelo de obligaciones negociables tome fuerza como forma de financiamiento para producciones de todo tipo a lo largo y ancho del país.
“Todo lo que sea un producto que podés vender y colocarlo concretamente con valor agregado, te permite financiarte en el corto plazo”, afirmó Campos.

Lo interesante es que, como se trata de inversiones privadas, no interviene allí el Estado ni la banca pública, pues las tasas no son subsidiadas y las define el propio productor o empresa de acuerdo al cálculo que haga entre el riesgo a asumir y la rentabilidad que puede obtener a futuro.
Del lado del productor, esa suerte de “preventa” le da fondos frescos intercultivos, que luego devolverá a la tasa que haya establecido. Si hace bien el cálculo, la ganancia la tiene asegurada.
“Es una invitación a invertir y a obtener rentas financieras pero con un sustento productivo”, resumió Campos, que considera que esa propuesta puede tener buena recepción con la reciente implementación de las operaciones con warrants digitales, gracias a la desregulación sobre la antigua legislación vigente. La primera de ellas en el sector agrícola fue concretada días atrás.
Aunque hoy su proyecto productivo ya tiene un horizonte claro, lo cierto es que muchas veces estuvieron a poco de abandonarlo. Cuando recién iniciaban, hace varios años atrás, Campos había elegido Entre Ríos para montar la plantación, donde instalaron invernáculos traídos de Europa. Pero al poco tiempo, todo hizo agua: sus plantas se quemaron y “de golpe y porrazo” les pidieron retirarse del campo que les habían cedido.
El segundo intento fue con una variedad traída de India, que empezaron a micropropagar en un laboratorio de Tucumán pero las plantas fueron decomisadas por el Senasa por la sospecha de portar una enfermedad. Al día de hoy, el ex funcionario afirma que el organismo en realidad no tenía una contramuestra para comprobarlo.
Para evitar un nuevo traspié, y aprovechar bien la última bala en la recámara, decidieron hacer el intento en el Instituto de Patología Vegetal cordobés (IPAVE) y finalmente obtuvieron las 100.000 plantas que luego sembraron en Misiones, una zona subtropical ideal para los requisitos de esa variedad traída de India.
“Como se alargó tanto el proceso, nos descapitalizamos”, explicó Campos, que, tras ese largo derrotero ve finalmente florecer su proyecto, pero necesita de esta herramienta financiera para darle escala.





Hubo otro proyecto similar hacer cuatro años.
Que relación tienen?
https://bichosdecampo.com/bajo-un-esquema-asociativo-y-abierto-a-pequenos-inversores-miguel-campos-logro-comenzar-con-la-implantacion-de-las-primeras-100-hectareas-de-bambu-en-el-pais/
Sector forestal, campo de guerra entre “bonaerenses” ( Campos y la inmundicia E
Malacari ) por un lado, y ” pinguinos” por el otro ( De Urquiza y Caelos Milisevic) por el.. otro
Manga de basuras….,¡¡¡ que daño que nos ocasionaron!!!
Estupidez priductivista. El carbon activado se puede producir con cáscara de mani, cáscara de cítricos, residuos de madera, etc. No hay necesidad de plantar bambu