Antes de tener su propia finca yerbatera, el padre de Christian trabajó en una escuela. El cooperativismo le resultó tentador y fue la vía que encontró para convertirse en productor primario e incorporarse al negocio con menos riesgos que el resto. Como miembro de la Cooperativa Productores de Yerba Mate de Santo Pipó, conocida por su marca Piporé, se aseguró una mayor espalda y un destino seguro para su materia prima, y por eso eligió el camino que luego continuaron sus hijos.
Los hermanos Hamann aprendieron de su padre lo suficiente como para ponerse al frente de la finca de 36 hectáreas, donde producen unos 100.000 kilos anuales de hoja verde y hacen lo posible por mantenerse en pie desde el asociativismo entre los embates que sufre esta economía regional.
“Nos está costando porque hay que ajustarse a determinados precios mientras sigue subiendo todo”, reconoce Christian, que es el encargado de la pata logística de su establecimiento. Es que ellos también han visto el precio de su materia prima congelarse desde el año pasado, a la par que los insumos y el combustible aumentan.
Así y todo, reconocen que su situación es mejor al del resto de los colonos porque integrar la cooperativa de Santo Pipó les ha permitido tener mayor espalda para paliar la crisis sectorial, signada por la sobreproducción, la desregulación y la necesidad de seguir produciendo aún cuando no hay rentabilidad.
“No nos podemos quejar porque nos mantenemos y para nosotros ya es una ganancia mantenerse estable”, aseguró.
Si no les resulta imposible levantar cada cosecha es porque, al asociarse con otros productores y representantes del resto de la cadena, se aseguran una mayor estabilidad y un circuito completo que le da valor a su producción. Según explicó Christian, “se hace un contrato anual donde se establece cuántos kilos se van a entregar y se hacen pagos por quincena”.
Luego de que ellos entregan la hoja verde, los demás eslabones se encargan del secado, procesamiento y envasado para que luego llegue a las góndolas. En términos de infraestructura y logística, el productor rescata que contar con un esquema asociativo y una marca propia permite mejorar su posición en una economía bastante golpeada.
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En ese sentido, el proyecto de los 3 hermanos, que ya enorgullecieron a su padre con la decisión de tomar las riendas del negocio, es buscar la forma de ser más eficientes y mejorar la rentabilidad, creciendo en producción con la misma cantidad de hectáreas.
“Aprendimos que el negocio de la yerba es cíclico y cuando te toca la difícil es ahí cuando te potencia a ser eficiente. Si soportás esa etapa, cuando viene la bonanza es un espectáculo”, aseguró Christian, que llama a más jóvenes a unirse al negocio y a motorizar el recambio generacional, un aspecto que suele ser complejo en sectores en crisis, pero que puede tener una arista viable desde el cooperativismo.