Con las dificultades propias del clima de cordillera, las producciones agropecuarias de la zona patagónica han ido modificándose o reduciéndose drásticamente. Ya no quedan de aquellos trabajadores de la tierra como los de principios del siglo pasado, pero los que están subsisten a condiciones adversas.
Se trataba de una región donde las colonias agrícolas contaban con sembradíos de trigo y avena, producción hortícola y grupos ganaderos que se fueron transformando. Esa es un poco la historia de San Carlos de Bariloche, una zona que debió ajustarse a la explotación turística de sus encantos, y cuyo ímpetu alcanzó también a productores y al entorno de riqueza natural.
Entre los pocos productores que quedan, existen comunidades originarias. Laura Vega pertenece a la Comunidad Millalonco Rankewe, ubicada a 11 kilómetros del centro de Bariloche sobre la ruta número 82 y frente al cerro Otto.
Cercana al lago Gutiérrez, la comunidad tiene una larga data de producción hortícola para autoconsumo. “Siempre hemos tenido huertas, frutales y aves de corral y mi mamá tiene algunas ovejas y chivas”, repasa Laura, quién no se quedó sólo con la larga tradición sino que pudo innovar en algo que mantiene su atención por estos días: la apicultura.
Siente “admiración y cariño” por las abejas, un mundo al que nunca proyectó entrar, pero en el que avanza con cuidado y respeto. “Voy viendo y conociendo la actividad, la vida de las abejas. Primero hice un curso en el dos”, dice como todo barilochense que señala el kilómetro donde suceden las cosas.
Comenzó con tres colmenas “pero con una visión estructurada pensando la producción y explotación apícola, entonces estuve sin ver más allá; pero resulta que el contacto después con las abejas en sí me fue abriendo el panorama”, cuenta.
“Es mucho más amplio en cuanto a su vida natural, al entorno, al impacto, al peligro también que las rodea, y empecé a prestar atención en un montón de cosas”, señala y recuerda que el año pasado también incursionó en una diplomatura de la temática en la Universidad de Río Negro.
“Eso me ayudó también a incorporar conocimiento, a ver muchísimo más allá en todos los sentidos en cuanto a la explotación adecuada y la que no y el mal cuidado que se le puede dar a las abejas. A reflexionar cómo la intervención del hombre es delicada”, asegura.
“Me tira más lo natural, será por mis raíces mapuches que vamos de la mano de la naturaleza. Yo ya tengo una postura bastante firme en cuanto al tema de la apicultura y a la forma de tratar con las abejas. Es apasionante, la verdad que yo nunca me imaginé que iba a terminar tan enganchada con eso”, afirma Laura.
Remarca su pasión y “el resultado que hemos tenido en poco tiempo con las tres colmenas. La proyección es bien tranquila, seguir cuidando viendo cómo pueden estar mejor ellas-por las abejas- cómo se pueden desarrollar de la manera más natural posible y asegurándome que las intervenciones que pueda hacer no vayan en contra de su naturaleza. Es bastante difícil pero no es imposible, entonces para eso también estoy viendo la permapicultura”.
Laura elige esta práctica “a la forma convencional”. La permapicultura, una propuesta del investigador Oscar Perone, adopta los principios de una forma de apicultura basada en la mínima intervención humana y el respeto total por el equilibrio natural de las colmenas.
Se trata de una filosofía de diseño sostenible que busca imitar los ecosistemas naturales, esta técnica propone una apicultura regenerativa, donde las abejas puedan vivir en armonía con su entorno y desarrollarse según sus propios ritmos.
En lugar de forzar a las colmenas a producir más a través de la intervención humana, esta técnica permite que la producción de miel sea una consecuencia natural de un sistema saludable, libre de manipulaciones y de estrés.
Laura agrega que también “se ven los pro y los contras del clima, porque Bariloche no es un lugar de producción apícola, tenemos un verano demasiado corto e inviernos muy largos, entonces no da para que uno se pueda proyectar a hacer un mega emprendimiento apícola. Es un clima muy hostil para ellas”.
“Yo decidí en principio dejar que se reproduzcan las reinas de acá, que han pasado inviernos acá y dejar que se vayan multiplicando naturalmente sin traerles reinas de laboratorio, que vienen de otro clima. Eso hace a la fortaleza de las colmenas”, remarca.
Se resguarda “por un lado el medio ambiente, que no sea agredido con pesticidas y esas cuestiones, que haya agua potable en las vertiente en los arroyos y por otro lado notamos el cambio climático también. Por ejemplo este año han tenido un montón de actividad porque bueno, no hemos tenido los inviernos como deberían ser; ya hace más de un mes que están en actividad”.
“Este año hubo ola polar y sobrevivieron, hay agua que baja de la montaña, tienen la flora nativa, tienen frutos, las huertas –dependiendo del clima y la cosecha- y así la producción apícola se cosecha pero a su tiempo”, señala.
En este vaivén de producir con otros tiempos, recuerda que “el año pasado fue muy angustiante porque hubo una explosión de abejorro después de la floración de frutales. Había una abeja y diez abejorros compitiendo en una planta era mucho. Hubo un verano muy seco, tuvieron demasiado con el tema de luchar en contra de los abejorros, ya acá tienen a los enemigos que son las avispas, las chaquetas amarillas que atacan las colmenas”.
De las primeras cosechas de miel, Laura asegura que obtuvo “una miel exquisita, y un poco de cera también”. Sobre las abejas concluye que “son tan importantes, te das cuenta que son tan chiquitas y tan poderosas”.
Reconoce que la actividad todavía necesita ordenarse en la zona, “regularizar su trabajo, las mieles y lo que es orgánico y lo que no. No cualquiera se arriesga a invertir porque el resultado no está garantizado en una cantidad de miel, por el clima.
Cada temporada es muy distinta Entonces eso también hizo que disfrute esta producción de otra manera, más tranquila, más familiar”. “Los que tienen más colmenas las tienen lejos en otros lados donde por ahí, sí tienen garantizada la cantidad de producción”, señala Laura sumergida en el aquí y ahora de esta otra manera y de este otro ritmo.