El leitmotiv del cooperativismo es una suerte de actualización del famoso credo peronista porque, en vez de “donde hay una necesidad, nace un derecho”, es más bien “donde hay varias necesidades, nace una cooperativa”. Por eso, el germen del asociativismo suele ser, a menudo, la crisis o los proyectos ambiciosos, que demandan reunir esfuerzos para superarlos.
La Federación de Cooperativas Agropecuarias Limitadas (UNCOGA) no es una excepción a esa regla no escrita, pues reúne a unas 9 cooperativas ganaderas del centro-oeste santafesino y centro-este de Córdoba. En total, son unos 3000 productores que, en plena cuenca lechera, se juntaron inicialmente hace 70 años con el objetivo de exportar ganado en pie y terminaron montando una red de distribución de carnes, una mega-industria de chacinados y hasta el primer feedlot cooperativo del país.
En diálogo con Bichos de campo, su presidente Sebastián Viarengo repasó el trabajo que implica el cooperativismo, que excede al apoyo económico y, a menudo, es la única vía de subsistencia para miles de personas.
“Si algo tenemos los productores, y sobre todo los cooperativistas, es la resiliencia y la capacidad de aggiornarnos a las necesidades del mercado y del momento”, describió el presidente de la federación.
En el caso de UNCOGA, por ejemplo, lo cierto es que la intención inicial era exportar ganado en pie a países vecinos, una empresa compleja que derivó luego en la apuesta por comercializar e industrializar carnes en conjunto.
Actualmente, la federación cuenta con su propio frigorífico de chacinados, que, señaló Vialenco, es “el cuarto más grande de Argentina y uno de los principales exportadores”. A la par, las cooperativas también tienen su propia red de carnicerías, con las que distribuyen carne premium a todo el país y exportan vaca china.
La última gran apuesta fue noticia pocas semanas atrás, cuando inauguraron el primer feedlot cooperativo del país en Humboldt, en un campo alquilado del departamento santafesino de Las Colonias.
No es casual que estos productores hayan elegido la cuenca lechera para instalar su propio feedlot, porque vieron allí varias necesidades que podía cubrir el cooperativismo. En efecto, como muchos de ellos son tamberos, necesitaban una forma de aprovechar sus terneros Holando, que generalmente complican el manejo dentro de los establecimientos y generan mayores costos.
“Estos terneros terminaban criándose de mala manera y se vendían a bajo valor, entonces decidimos transformarlo en carne para nuestras carnicerías, estandarizando la calidad y la cantidad”, describió Viarengo.
En paralelo, eso permite cumplir con una de las deudas pendientes del agro, que es convertir cada vez más granos en proteína animal. “Al maíz, en vez de mandarlo al puerto, nosotros le damos un valor agregado, lo transformamos en carne y lo sacamos en patas”, agregó el referente.
Para productores que tienen establecimientos pequeños y medianos, que no superan las 150 cabezas de ganador, reunirse en cooperativas significa, además, poder cubrir las demandas en tiempo y forma, para no perder mercados.
“La única forma de poder revalorizar estas producciones es asociarnos. No hay otra”, asegura Viarengo, que tiene experiencia de sobra en el sector para asegurar que es justamente cuando los números no acompañan y los balances están en rojo que aparece la fuerza del cooperativismo.
Mirá la entrevista completa:
Lo vieron con mucha claridad recientemente, cuando, producto de la sequía, fue la federación la que tuvo que sostener y financiar las cosechas para evitar que muchos pequeños productores del centro del país desaparecieran.
“Donde más se ve el poder del cooperativismo es en las malas, porque llegamos a lo más profundo del interior, sabemos que el productor la está pasando mal y no lo vamos a dejar caer. Lo vamos a acompañar porque atrás hay una familia, hay empleados y un mundo de gente que sostener”, expresó Viarengo.