Entre julio de 2022 y abril de 2024, los precios del aceite de oliva en España se dispararon, alcanzando niveles históricos. Tras dos campañas de fuerte sequía en la cuenca mediterránea y una demanda que se agudizó frente a la ola del consumo saludable, el valor de ese producto subió un 113% (datos del IPC de ese país), lo que rápidamente se traslado a otros mercados, siendo ese país el que maneja la batuta de aquel rubro a nivel internacional.
En Argentina, muchos aprovecharon estos precios “niveles estratosféricos” del aceite, que pasaron del promedio de los 3.000 a 4.000 dólares por tonelada (valor FOB), a los 7.000. Pero no todo dura para siempre y aquella tendencia alcista comenzó a mostrar su merma desde finales del año pasado, alcanzando hoy valores similares a los de comienzo de 2022.
“El precio del aceite de oliva se ha desplomado un 43,7% en el último año, una caída que coincide con un momento crucial en la producción, pues está a punto de concluir la actual campaña”, escribió el portal español Agronegocios, en base a datos del Instituto Nacional de Estadística (INE).
A nivel local, aquel “veranito” de precios se aprovechó principalmente porque los costos aún eran bajos. La radiografía hoy es otra y conocedores del sector afirman que la torta podría darse vuelta completamente si no llegan ciertos cambios en forma urgente.
“Los precios actuales son precios normales, no es una caída a precios malos. Lo que pasa es que en el contexto que estamos hoy, de aumento de los costos energéticos, de aumento muy importante en los costos de los fertilizantes, y de aumento en dólares del costo de la mano de obra, hoy la actividad se vuelve inviable”, dijo a Bichos de Campo Julián Clusellas, productor y vicepresidente de la Federación Olivícola Argentina.
En la olivicultura argentina, el 70% de los costos hoy se distribuye entre esos tres ítems, siendo el más alto el de la energía, algo fundamental para el riego en las fincas.
“Cuando Milei libera los precios de la energía, esta pasó del orden de los 350 dólares por hectárea a los 900 dólares, lo que hace que -cuando vos tenés menos de 8.000 kilos por hectárea por año de producción, como es lo normal para muchos campos de Argentina- sea inviable el cultivo. Fundamentalmente para el caso aceitero, ya que la aceituna de mesa mantuvo el precio alto este año y el anterior también. Todavía se defiende”, señaló Clusellas.
Quienes pudieron aprovechar la bonanza del mercado realizaron algunas inversiones para reconvertir su matriz energética, pasando de usar energía convencional a renovable. Tal es el caso del vicepresidente de la Federación, que instaló paneles solares para obtener los dos megavatios de energía que requiere para regar su producción.
Otros, en cambio, apostaron a un recambio de sus olivares, e incluso cambiaron su manejo de uno intensivo a otro súper intensivo.
“Antiguamente se plantaba a 100 árboles por hectárea, porque había menos agua, menos tecnología. Nosotros ya plantamos con riego presurizado a 300 árboles por hectárea. Hoy se plantan con súper intensivo entre 1.600 y 2.000 árboles. Ese sistema abarata la cosecha, permitiéndote bajar de 15 centavos de dólar a 5 o 6. Por hectárea son 500 a 600 dólares. Además requiere menos agua, que el agua es cara por la energía; y menos poda, lo que te baja el costo productivo en un 20% más o menos”, detalló Clusellas.
Según el productor, con unos 10 mil kilos promedio de aceituna para aceite por hectárea, un productor se mantiene sobre la línea de flotación.
“Si vendés el aceite a 4000 o 4500 dólares, siempre que el aceite sea extra virgen, estás en la línea, cubrís costos y quizás te queda algo. El aceite virgen va a estar promediando los 3700 dólares y ahí vas a estar muy ajustado”, sostuvo el productor.
-¿Qué diagnóstico haces finalmente sobre la actualidad del sector?- le preguntamos.
-El sector no está bien porque el costo argentino es muy alto. Los precios del aceite no son malos para lo que fue históricamente. Si este tipo de cambio continúa, estamos críticos. Si no se devalúa como todas las agroindustrias, si no hay un tipo de cambio más competitivo, somos críticos. Todas aquellas plantaciones que están debajo de 10.000 kilos –que son el 60%- están críticas y nadie va a invertir, como le pasa también al sector vitivinícola. Todos los que tengan menos de 10.000 kilos están perdiendo plata. Solo los productores de punta, que tengan rendimientos muy altos, van a sobrevivir.