La explicación simplificada de lo que busca el proyecto BrewSelBar es más o menos así: Aprovechar un residuo específico de la industria cervecera para fabricar un insumo para el cultivo de cebada y así obtener una planta más resistente, que sirva además para producir cervezas más saludables y con efectos concretos sobre el sistema inmunológico.
Así como suena, es una propuesta bastante ambiciosa, y en verdad lo es. Por eso, además de investigadores del Conicet, también participan otras instituciones académicas y empresas tanto nacionales como europeas.
Para que los primeros litros de cerveza elaborados a partir de esta iniciativa empiecen a correr por los toneles de Antares, la empresa que aportará sus instalaciones al proyecto, aún falta transitar un largo camino. Lo positivo es que lo primordial, que es el financiamiento, lo acaban de conseguir de la mano de un programa específico de la Comunidad Europea.
Todo parte, en realidad, de varias necesidades concretas. Por un lado, mejorar el rendimiento de la cebada frente al estrés hídrico y las altas temperaturas. Por el otro, darle un valor agregado aún mayor al bagazo de cerveza (BSG), uno de los residuos más voluminosos de la industria cervecera que ya se usa para producir alimento animal, sustrato para bioetanol e incluso harina.
La idea se gestó en el seno del grupo Bioquímica Vegetal del Instituto de Investigaciones Biológicas. Allí, los investigadores propusieron desarrollar un bioestimulante para aplicar a las semillas de cebada que esté hecho a partir del extracto de bagazo cervecero.
Como si eso fuera poco, decidieron darle un giro más a la propuesta: Enriquecer ese bioestimulante con selenio, un nutriente clave para el sistema inmunológico que, generalmente, se incorpora de forma insuficiente en la dieta diaria de los seres humanos.
Así se llegaría, al final de la cadena, a una cerveza amigable con las defensas y con efectos benéficos para la salud.
“A nivel mundial, una de cada siete personas tiene una dieta con deficiencia en selenio. Argentina no es una excepción”, explicó María Gabriela Guevara, investigadora del Conicet y directora del grupo que lleva adelante el proyecto. Esa es otra de las problemáticas a las que buscan hacer frente con los granos fortificados de cebada, con los cuales, en principio, sólo se hará cerveza sin alcohol.
No es la primera vez que Guevara y su equipo trabajan en iniciativas de este tenor. Durante la última década, de hecho, han investigado la aplicación de selenio en hortalizas y otros alimentos y, desde hace cerca de cinco años, se volcaron también al desarrollo de bioestimulantes.
Gracias al trabajo conjunto con la Universidad de Mar del Plata, las primeras pruebas y la siembra a escala se llevará a cabo en laboratorios, con la posterior obtención y aplicación del bioestimulante.
La otra pata del proyecto la aportan desde Europa, donde van a hacer uso de un acelerador de partículas para determinar la concentración específica de selenio en los granos, para luego aumentarla y poder sembrar a campo.
La parte más “jugosa” llegará recién en el último tramo del proyecto, cuando inicie la producción en la planta de la cervecería Antares. “Para nosotros va a ser muy importante poder, a partir de una idea que se nos ocurrió en el laboratorio, llegar a un producto final que se haga en una empresa argentina y que le dé a esa empresa un plus en sustentabilidad”, celebró Guevara.
Para destapar las primeras cervezas y poder finalmente brindar, se espera que transcurran unos cino años. Ese fue el plazo establecido cuando presentaron el proyecto de investigación, innovación y transferencia para obtener el financiamiento del programa “Horizonte 2024: Marie Skłodowska-Curie Research and Innovation Staff Exchange”.
Además del Conicet y la ya mencionada cervecería Antares, participan la Universidad Nacional de Mar del Plata, la Universidad Autónoma de Barcelona, la Universidad Técnica de Dinamarca, la Universidad Técnica de Berlín,y las empresas Semillas Battle SA de España y Redinn SRL de Italia.