En los primeros siete meses del año, las importaciones de carne de pollo sumaron casi 12.950 toneladas, lo que supera al máximo registrado en 2022, cuando ingresaron al país 12.500 toneladas. Se trata del volumen más alto en lo que va del milenio, porque en los años 90 (cuando todavía no se había desarrollado a pleno la avicultura local) era también muy fuerte el ingreso desde Brasil de ese tipo de carne.
Solo en julio, con el levantamiento de la veda que tuvo Brasil por sus casos de influenza aviar, se reactivaron las compras desde ese país y se alcanzaron importaciones por 2.500 toneladas, volumen sólo superado en abril cuando se llegó a las 2.700 toneladas, según consta en los registros de la Secretaría de Agricultura. Todavía no están publicados los datos de agosto, pero se estima que el volumen sería similar.
La suerte de las importaciones, en adelante, dependerá mucho de lo que pase con el tipo de cambio, lo que a su vez estará atado a la lectura que haga el mercado financiero del devenir de la política nacional, conducida por el presidente Javier Milei.
Más allá de estos vaivenes, lo que está claro es que este año terminará con niveles récord de importaciones de carne de pollo que llega desde Brasil, el tercer mayor productor detrás de China y Estados Unidos. Pero el vecino país es a su vez el mayor exportador global de ese tipo de carne.
Lo que más entra al país son pechugas y, según estimaron fuentes privadas, ese volumen equivale a entre el 7% y 10% de la producción nacional de ese corte.
Más allá de las cuestiones ideológicas y filosóficas respecto del libre comercio, está claro que no hay protección para la producción local, más allá del beneficio indirecto que significa adquirir el maíz y la soja a un precio inferior al del mercado, por el recorte que implican las retenciones.
Decimos que el beneficio es indirecto porque en ningún momento se pensó en ese instrumento para favorecer el agregado de valor o la famosa industrialización de la ruralidad, sino simplemente para sostener el superávit fiscal, algo que sin las retenciones sería imposible de acuerdo con los datos difundidos recientemente en un estudio de la Fundación Mediterránea.
Enroque Mercosur: Sale Argentina y entra Brasil como proveedor de productos avícolas de Chile
Mientas la carne de Brasil entra al país bajo el argumento del avance de la libertad, los productores argentinos de pollos deben pagar retenciones de 5% sobre lo embarcado.
Este año llevan exportadas 99 mil toneladas de esa proteína, aportando 132 millones de dólares. De ese total, el Estados se quedó con 5 millones por derechos de exportación. Es casi nada para las cuentas públicas, lo que da cuenta lo ilógico de la medida.
Por otra parte, La Argentina se desprendió de 33 millones de dólares para, al importar pechugas brasileñas, garantizar la libertad comercial y las ganancias a los industriales brasileños, que vienen dando muestras sobradas en las últimas décadas que no necesitan de nuestra ayuda.